Álbum

Margo Price

Hard Headed WomanLoma Vista-Music As Usual, 2025

En 2016, Margo Price publicó un disco de debut que se insertaba en el canon clásico del country. Hace casi diez años dio la campanada con Midwest Farmer’s Daughter”, un álbum que salió a la luz en plena fiebre del bro-country y antes de que las estrellas del pop decidieran probar suerte en el género: alcohol, fiestas, vaqueros, botas y camionetas… Todo ello envuelto en una historia de mujer hecha a sí misma que habla de su biografía con una rudeza inusual para las artistas del género. Aunque inicialmente asociada a un producto muy local, Price apostó por un country tradicional que si traspasó el nicho de la América profunda fue por su mezcla de intelecto y víscera a la hora de armar letras, con unos códigos más cercanos al rap de Nueva York que a sus raíces en Nashville. Price empezó en la música porque “solo quería ganar un poco de dinero” para comprarle una granja a su padre: muy pocos entendemos los problemas del mundo rural, pero casi todos hemos pasado por esas situaciones que activan el instinto de supervivencia, y justo en este radicaba la autenticidad del proyecto.

Hard Headed Woman, diez años más tarde, repite la fórmula de aquel. Si That’s How Rumours Get Started (2020) o Strays (2023) se alejaban paulatinamente del desierto de Tennessee para insertar texturas psicodélicas e incluso cajas de ritmos digitales (como en esa “Radio” junto a Sharon Van Etten), en “Hard Headed Woman” Price vuelve a ser la mujer de rancho que disfruta de que “sopla un viento dulce por el desierto” (“Red Eye Flight”), o que “sueña en una camioneta oxidada en Wichita (…) o en un campo en el que pastan las vacas” (“Don’t Wake Me Up”).

Después de un preludio de violines añejos en el que la cantautora afirma que “es una cabezota” que “no te debe una mierda”, entra en juego el primer single del álbum. “Don’t Let The Bastards Get You Down” es un homenaje a la frase que susurró Kris Kristofferson a Sinéad O’Connor durante el concierto homenaje a Bob Dylan en el Madison Square Garden en 1992, cuanto esta recibió cientos de abucheos a causa de haber roto una foto del Papa un par de semanas antes. En este caso, el guiño a Kristofferson se produce sobre un honky-tonk puro que, sin embargo, equilibra con un lirismo cargado de ironía, justo como Price está acostumbrada a hacer. Así, la mujer que recorre “Hard Headed Woman” no es la musa pasiva del bro-country, sino que su personaje reivindica la dureza de la vida rural sin romantizarla.

Al mismo tiempo, Margo Price dialoga con la apertura sonora que el country vivió en la primera etapa de 2024, cuando muchas estrellas pop decidieron coquetear con las guitarras de Nashville. Price no busca sonar pop y, de hecho, ha abandonado la experimentación de sus dos álbumes anteriores. Al contrario: busca reafirmar la pureza del género justo después de que este haya servido como objeto de hibridación para gran parte de la música dominante de EEUU. Es decir, que si Post Malone tomó lo más arquetípico del country-bluegrass-honky-americana para introducirlo en un discurso de rap hegemónico, un año más tarde Margo Price realza las características culturales del género para insertar algunas barras al estilo del nuevo mainstream. No es casualidad que vuelva a aparecer Matt Ross-Spang a los mandos (coproductor de “Midwest Farmer’s Daughter”) en favor de los más puristas del género. Así, en un tiempo en que el country funciona como emblema maleable de lo estadounidense, Price escoge otra vía: regresar a los cimientos del relato. “Hard Headed Woman” no busca reinventar ni sofisticar el country, sino poner de relieve su genealogía más directa. ∎

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