Vayamos primero con algunos antecedentes. Hijo de irlandés-estadounidense y mexicana, Jess Sylvester creció con ellos en el condado de Marin –¿lo cogen?–, localizado en el noroeste costero de San Francisco. Desde 2011 empieza a publicar temas con el proyecto tropicalista Francisco y Madero junto a Carlos Pesina –Bandcamp aún ofrece gratis su EP “Love Songs For Dating” (2012) o el single “En vivo en Seattle (acústico)” (2014) ¡por un mínimo de 666 dólares!–, publica su primer álbum como Marinero, “Trópico de Cáncer” (2019), en el pandémico 2020 se muda a Los Ángeles, ficha por Hardly Art –subsidiaria de Sub Pop donde Protomartyr tienen dos álbumes–, saca “Hella Love” (2021) y ahora “La La La”, su tercer y mejor disco largo donde expande el bagaje musical que ha estado absorbiendo desde la infancia. El resultado no es un pastiche sin sentido sino sincretismo inteligente, buen gusto y un temporal de sabrosa diversión.
Grabadas en los Savannah Studios de Los Ángeles, coproducido junto con Jason Kick y ayudado por Eduardo Arenas –Chicano Batman– o compañeros de sello como Chris Cohen –ex-Deerhoof– y Shana Cleveland –La Luz–, las doce nuevas piezas se integran en un disco cohesionado en el que Marinero propone un mundo onírico, sensual y cinematográfico partiendo del tema homónimo inspirado en “The Long Goodbye” (1973), la canción que John Williams escribió para una película de Robert Altman del mismo título, que pronto se desliza por una pendiente psilocíbica de melodía sixties con teclados esponjosos a lo M83, guitarras fronterizas y una bonita coda orquestal.
“Cruz” mezcla inglés, castellano y un recitado que se intercala a lo Barry White. “Cruise with me cariño, baby let’s cruise in my lancha; Cruz cruza conmigo, podremos pasar la frontera”, cuenta Marinero dando un repentino giro de timón en el segundo atraque del álbum a ritmo de vals, wah-wah y soft soul. Dada la cercanía –apenas 200 km– entre Los Ángeles y Tijuana, más que La Riviera en California, que a esto suena “Cruz”, puede que Sylvester esté ironizando con los cantos de sirena, ahora rebuznos, del viejo Tío Sam y todo el drama que genera. Pero la ensoñación avanza sin solución de continuidad con “Lost Angel”, medio minuto de puro Beach Boys, diríase que los de “Friends” (1968).
“Taquero” está cantada íntegramente en castellano –“estoy enchilado” es insuperable– al son de trompetas salseras y se inscribe en el subgénero del pop gastronómico que glotones con clase como Lucio Battisti –“Perché no”– o Juan Wauters –“Milanesa al pan”– han practicado en el pasado sin perder la dignidad. Fue el primer single de “La La La”. Otro de los adelantos, “Dream Suite”, podría incluirla Ryder The Eagle –Adrien Casignol, que vive en México para más señas– en cualquiera de sus discos. “The Mystery Of Miss Mari Jane” es una bonita fotonovela con arreglo de clavecín entre John Grant y The Divine Comedy cuyo enigma podría resolverse acudiendo a las iniciales THC.
Tras la circense “Cha Cha Cha”, segundo interregno instrumental del álbum, o comienzo de la segunda cara si se ha optado por manejar el vinilo, Jess Sylvester sigue presentando un repertorio empapado de sunshine californiano, detalles latinos y referencias cinéfilas como la de “Hollywood Ten”, que rememora la persecución política del macartismo, esta vez sí, a ritmo de chachachá. No es fácil integrar Love, Estivel y Mancini sin que te tilden de revivalista. El sonido de Sylvester es abierto y panorámico aunque los guiños a clásicos como John Barry en “Die Again, Yesterday” sean más que evidentes. Es verdad que la segunda mitad de “La La La” no sorprende tanto como la precedente, si es que aún puede hablarse de mitades en la era digital. Pero Marinero ha elegido mirar al pasado sin ira, más bien con ganas de celebrarlo, y consigue manejar el timón sin perder el rumbo en este álbum excelentemente producido, ejemplo de hibridación y buen rollo. ∎