Álbum

Molly Burch

Romantic ImagesCaptured Tracks-Popstock!, 2021

Los primeros álbumes de Molly Burch –tanto “Please Be Mine” (2017) como “First Flower” (2018)– nos pusieron sobre la pista de una cantautora de voz superlativa y técnica refinada que interiorizaba con mucho fundamento los estilemas del folk y el country desde una perspectiva netamente pop. Burch demostraba tener inmejorables aptitudes tanto para el torch como para el twang e incorporaba estéticas de los grupos de chicas de los 60 o del indie rock evanescente para ilustrar historias de amores no correspondidos y otras dolencias del corazón. No subrayaba demasiado, prefería la frugalidad a la exuberancia, pero tampoco descuidaba los elementos más accesibles de unas canciones que enseguida dejaban rastro en quien tenía la suerte de escucharlas.

La colección de versiones navideñas “The Molly Burch Christmas Album” (2019) podría haber sido mera faena de transición, pero tuvo un efecto liberador. Al manejar un repertorio ajeno, la artista radicada en Austin se atrevió a cantar distinto y a probar enfoques interpretativos hasta entonces proscritos para ella. Fue un disco teóricamente menor el que contribuyó a impulsar un giro estilístico mayor. Cuando publicó su sorprendente versión de “needy” de Ariana Grande –poco antes de que la pandemia desplegara su mortífero velo, a principios de 2020– estaba anticipando ese cambio de registro sonoro e interpretativo que “Romantic Images” confirma de principio a fin.

Producido junto a Pat Riley y Alaina Moore, la pareja al frente de Tennis, el cuarto álbum de Burch fija su atención en el legado de artistas como Cyndi Lauper, Kate Bush o Madonna sin renunciar a una visión netamente autoral. El arco narrativo de estas diez canciones es tan amplio como su riqueza genérica y documenta un proceso de transformación íntima. Se abordan asuntos como la dependencia emocional –“Control” y su delicioso aliño pianístico–, la inseguridad que a menudo nos paraliza –“Games”–, la vulnerabilidad sentimental –en el tema titular– y la necesidad de cambiar el paso en las relaciones para poder tomar las riendas en nuestro camino por la vida: “New Beginning”. La segunda mitad del disco refleja esta actitud con aproximaciones a la pista de baile a la altura de “Love Song” y de la infecciosa “Emotion”, esta última a medias con Wild Nothing. También se incluyen ejercicios de estilo sónico netamente ochenteros –las baterías de “Easy”, por ejemplo– y un trabajo de guitarras punzante y conciso que contrasta con la estilizada propuesta de canciones como “Honeymoon Phase”. Al final de tan apetecible viaje retropop suena “Back In Time” y Molly Burch sigue haciéndose preguntas, pero su voz emite desde el territorio de la aceptación y una renovada autoestima, invitándonos a querernos más y a querernos mejor. ∎

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