Justo antes del final de gira de “Violética” (2018), Nacho Vegas aventuraba un cambio sustancial en su carrera futura. En realidad, no ha sido tanto: el asturiano se ha pasado a un nuevo sello (Oso Polita) y ha reformulado su banda, en la que ahora conviven antiguos compañeros de viaje, como Manu Molina, Joseba Irazoki o el Coru Antifascista Al Altu La Lleva, con otros nuevos como Hans Laguna y Ferran Resines, junto a un amplio elenco de colaboradores en temas concretos.
Pero lo que nos encontramos en “Mundos inmóviles derrumbándose” (título que recuerda a “Cajas de música difíciles de parar”; 2003) son algunos recursos sonoros diferentes para vestir canciones muy fieles a la cosmovisión del Vegas de siempre. El mismo que paseaba junto a la Plaza de la Soledad y el que, posteriormente, cantó aquello de que nos quieren en soledad y nos tendrán en común. Una década después del 15-M y su desencanto posterior, Vegas reincide en aquella misma idea para entregar una decena de temas que reivindican el abrazo del grupo, el don de la ternura, la ética de los cuidados, la compasión y la empatía para hacer frente a, sí, la soledad y al rodillo individualista-neoliberal que ha penetrado en todos los poros de nuestra existencia cotidiana.
Sigue siendo conscientemente frontal en sus temas más sociales (“Big Crunch” la autodefine como “canción panfleto-bomba” con una melodía tan juguetona como la de “El hombre que casi conoció a Michi Panero”), pero lo que prima son aquellas canciones de intimismo desolado que tan bien cultivó en su primera etapa, aunque ahora con una mirada de fondo más social. “La séptima ola”, por ejemplo, podría ser una continuación de “El salitre” desde otro tipo de desasosiego. Aunque el tema más impactante del disco es “Ramón In”, elegía honesta y hermosa que alcanza una nueva dimensión cuando Vegas canta “una noche Ramón me la chupó y luego se quedó dormido / Precioso ángel que un día traspasó las lindes del paraíso / y construyó otro mundo junto al mar con putos y travelos / Miradlo ahora brillando igual que estrella en diez mil cielos”. Y otra dimensión diferente cuando la canción se convierte en un lamento por la forma en que sus amigos vivieron el duelo. “El día en que Ramón murió / cada uno con sus asuntos / Hicimos muchas cosas a la vez / pero ninguna juntos/ Tantas cosas a la vez / pero ni una sola puta cosa juntos”. Por último, y no por ello menos importante, hay que destacar la bellísima entidad visual que Miguel Brieva le confiere a la presentación del álbum, una nueva obra mayor en la discografía del más grande cantautor español de nuestro tiempo. ∎