Las primeras referencias de Nailah Hunter, multinstrumentista de Los Ángeles con especial predilección por el arpa, se movían entre la new age y una psicodelia marciana no tan lejos de la idea de vaporwave de Oneohtrix Point Never. En su EP de debut “Spells” (2020), lanzado por el sello de Matthewdavid, Leaving Records, los impulsos más, digamos, curativos se mezclaban con otros que desestabilizaban en lugar de relajar.
El posterior “Quietude” (2021) reveló dos aspectos no tan conocidos de su proyecto artístico: Hunter podía cantar con voz imperial y reconocer las virtudes de la simplicidad. Se componía de versiones tan minimalistas como desbordantes de “Come Wander With Me”, canción del episodio final de “La dimensión desconocida” (Rod Serling, 1959-1964); la artúrica “Guinevere”, de Donovan, y “Talk Show Host”, famosa cara B de Radiohead que Baz Luhrmann incluyó en la banda sonora de “Romeo y Julieta de William Shakespeare” (1996).
Ahora, Hunter ha dejado Leaving y grabado un primer álbum para Fat Possum, “Lovegaze”, en el que demuestra claramente de lo que es capaz: canciones en toda regla con su voz al frente, sin miedo, sin dejar de lado en ningún caso el experimentalismo sónico. En esto último cuenta con la ayuda como productora de Cicely Goulder, del dúo electro-pop (a reivindicar) Kaleida.
Son composiciones de aire casi litúrgico, lamentos románticos o ecologistas que desprenden espiritualidad y misticismo. Hunter nos deja de rodillas desde el minuto uno con “Strange Delights”, a la vez flotante (su melodía está inspirada en el incienso quemado en una habitación a oscuras) e implacable, con aires de trip hop de nueva generación, igual que la algo más difusa “Through The Din”, balada electro-folk sobre la venganza de la naturaleza contra los humanos, un ciclo que se repite a lo largo de la historia.
Otro importante hit del álbum es “Finding Mirrors”, inesperado intento de Nailah Hunter de codearse con la Kelela más ambiental. Reincide en esa subtrama R&B con la llorosa “Bleed”, de lo mejor cantado del disco. Su voz soprano (me) recuerda en “000” a la Anneli Drecker de Bel Canto: conexión dream pop. En ese mismo tema, glissandi y micropercusiones remiten a ese clásico del pop con arpas llamado “Vespertine” (2001), de Björk. Todas las referencias conducen a la ensoñación.
El disco gana una tensión interesante (esa batería escurridiza, nerviosa) con el tema titular, sobre dos amantes que se fugan a los bosques para estar juntos. Y se vuelve especialmente atmosférico y cinematográfico con “Adorned”, compuesta con Ben Lukas Boysen, artista de Erased Tapes al que debemos la banda sonora de la serie “The Lazarus Project” (Joe Barton, 2022-); le sigue, apropiadamente, el instrumental ambient “Cloudbreath”.
Pone el broche de oro (manchado de sangre) “Into The Sun”, en la que Hunter canta con voz engañosamente dulce sobre decapitaciones y espadas clavadas en ojos en plena contienda medieval: una balada hechizante sobre el drama de la guerra o, como canta ella, “la locura de ganar”. Lo etéreo no quita lo inquietante. ∎