Álbum

shego

No lo volveré a hacerErnie-Altafonte, 2025

Uno de los aspectos más interesantes que había mostrado shego hasta el momento era su eclecticismo. El trío madrileño podía entregar jugosos temas de baile como “Steak Tar Tar” –incluido en su primer álbum, “SUERTE, CHICA” (2023) y quinta mejor canción del año para Rockdelux– como llevar a su terreno versiones de Zahara (“MERICHANE”) o Los Punsetes (“¡Viva!”) esgrimiendo siempre carácter y personalidad. Por eso puede sorprender el carácter unitario, incluso conceptual, que muestra este segundo largo.

“No lo volveré a hacer” es un disco posruptura, basado en hechos reales (las tres componentes de la banda estaban pasando en el momento de la composición por momentos personales similares) y que, a lo largo de sus doce canciones, va mostrando diversas fases de su duelo sentimental: de la angustiosa soledad y el impulso cortavenas de la inicial “Un secreto” al comienzo de la asunción de “Aunque duela”, del principio del sentirse bien después de sentirse mal de “arghHhh!” a la autoexploración con autoengaño de “Mantra” (cuyos gritos finales de “¡No lo volveré a hacer!” en plan riot grrrl es uno de los puntos culminantes del disco y, previsiblemente, de sus conciertos).

Luego, llegan los momentos de fiesta y recaída de “Manifesting” y “no quiero”, la intimidad vulnerable de “algunos lunes” y el redescubrimiento del viernes de “La fiesta” (el hit del álbum), la melancolía y el dolor posconcierto de “BACKSTAGE”, la resurrección punki, sin miedo, vergüenza ni culpa, de “Curso avanzado de perra”; el mantra esperanzador, en forma casi de canción de misa, de “(es posible)” –que además juega con la idea de moda de “la colabo” acreditando a una veintena de amigxs de la escena musical sin que se note su presencia– hasta el final nihilista de “Que muera el amor”, otro gran hit cuya colocación como conclusión del disco lleva a un lugar muy interesante: en este viaje de la heroína no hay un crecimiento ni un aprendizaje, sino que todo es parte de un caótico bucle. Todas las canciones se podrían escuchar en un orden diferente y todo sería igual porque está claro que la protagonista SÍ lo volverá a hacer.

Esta es una de las intuiciones que me lleva a pensar que, en el fondo, el grupo intenta romper esta narrativa clásica del disco de ruptura. Aunque eso no es tan relevante como el convencimiento con el que atacan las canciones. Las dos vocalistas y guitarristas, Maite Gallardo y Raquel Cerro, arrojan sus pensamientos sin atemperar la crudeza, sin ofrecer visiones edulcoradas. Tanto el lenguaje que utilizan como la forma en que lo expresan con sus voces (tan cargadas de su propia verdad) invitan al oyente a hacerse cómplice instantáneamente, a afianzar la universalidad de lo que cuentan desde la honestidad personal. Básicamente, aquí no hay gilipolleces ni postureos.

Valor añadido es que, sin salirse del libro de estilo del indie rock de guitarras, no explotan recursos fáciles en la construcción de las canciones. Estas fluyen de modo muy dinámico y siempre abierto a la sorpresa. En este sentido sí percibo el vínculo con bandas internacionales como Wet Leg (a quien citaban en la entrevista que les ha hecho Marta España para esta publicación), junto a clásicas como The Breeders, y una ambición que les puede deparar un futuro aún más sugestivo que su ya notorio presente. ∎

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