Entre reiterativos debates sobre el retorno de bandas que hace mucho que dejaron de grabar discos, regresa sigiloso a la actualidad musical Matt Johnson, que es lo mismo que decir The The. Retirado del mundanal ruido desde “NakedSelf” (2000), desmotivado y desnortado tras los excesos, fruto de la difícil asimilación del éxito comercial de los años previos, y sin superar la muerte de su hermano Eugene en 1989, no fue hasta 2010 cuando dio señales de vida para componer la banda sonora de “Tony”, filme dirigido por su hermano Gerard, repitiendo en otras tres de sus películas. Pero fue el deceso de otro hermano suyo, Andy, en 2016, el que lo impulsó a componer de nuevo pop bajo la marca de The The, con su amigo Johnny Marr el single “We Can’t Stop What’s Coming” en 2017. Con la llama musical recuperada, decidió montar una gira en 2018 para tocar en directo y recuperar las sensaciones. Reconfortado y decidido a componer nuevas canciones, otro revés tumbó la iniciativa: una grave infección de garganta que requirió de cirugía durante los días más duros de la pandemia y amenazó con hacerle perder la voz para siempre. Afortunadamente solo fueron seis meses sin poder cantar. Como si de un culebrón dramático se tratara, su padre, un gran referente para él, había fallecido durante la gira de 2018 dejándolo tocado. Hasta aquí el parte de malas noticias, a partir de aquí vienen las buenas.
Un Johnson maduro, con las cicatrices descritas, pero con una nueva mentalidad estoica y ganas de aferrarse a la vida, se puso manos a la obra. “Ensoulment” se puede traducir como la acción de dotar de alma o, musicalmente, de insuflar soul a las canciones, y ambas definiciones sirven para definir la música de su nuevo álbum. Reclutando a los miembros de la banda de los conciertos de 2018, destacando el teclista D.C. Collard y el guitarra Barrie Cadogan, del grupo Little Barrie –suya es la canción de apertura de los episodios de “Better Call Saul” con ese cálido riff de la escuela de Ry Cooder–, ha retomado esa especie de blues nocturno con querencia soul y góspel que era el armazón principal de “Dusk” (1994). Advertencia: los que conocían al grupo por sus exitosos singles de pop underground como “Uncertain Smile”, “This Is The Day”o “The Beaten Generation” no encontrarán aquí una réplica a sumar a dicha saga. La corriente fluye por otros cauces más reposados. La personalidad y la expresividad de la voz grave de Johnson constituyen el armazón de todas las canciones, que los excelentes músicos visten con elegantes ropajes, en apariencia minimalistas por el espacio entre notas, pero con detallistas arreglos. La dicción del londinense es tan clara que basta con un First Certificate en inglés para entender más de la mitad de las letras y apreciar su enjundia. Aunque esa comentada nueva actitud vital, de no dejarse llevar por lo superfluo y apreciar cada segundo de lo que es realmente valioso, se refleja en temas como “Life After Life”, “I Want To Wake Up With You” o “Risin’ Above The Need”, su capacidad de observación de la vileza y la fealdad permanece intacta. En “Cognitive Dissident”, muestra el desconcierto ante la dificultad de orientarse en la actualidad en tiempos de desinformación y posverdad. En “Some Days I Drink My Coffee By The Grave Of William Blake” centra el objetivo en la deriva pos-Brexit de su país y su ciudad. Y en “Kissing The Ring Of Potus” desenmascara los alargados tentáculos del imperialismo americano. Su mirada crítica no es solo política: al igual que Aidan Moffat (Arab Strap), se fija en las frías nuevas costumbres sociales como las aplicaciones de citas –en “Zen & The Art Of Dating”– o la invasiva tecnología digital –en “I Hope You Remember (The Things I Can’t Forget)”–.
Capítulo aparte merece “Linoleum Smooth To The Stockinged Foot”, con sus visiones de pesadilla desde la cama del fantasmagórico hospital en situación pandémica en el que lo operaron. La insinuante música, con amenazantes cuerdas y teclados, hace crecer la tensión. Pese a lo capital de los textos, y la pausa rítmica, las melodías aparecen de la mano de estribillos reparadores, realzados por coros femeninos que hacen honor al título del álbum, como los de “Where Do We Go When We Die?” o las citadas “Zen & The Art Of Dating” y “Life After Life”. Estos picos de emoción son más efectivos si uno se deja mecer previamente por la ausencia de prisa del conjunto y se deja envolver por la atmósfera que va tejiendo el álbum, que crece tras cada escucha. Matt Johnson no ha superado y revitalizado su infierno particular para buscar la escucha apresurada del zapeo digital. ∎