Desde la publicación de “With Teeth” (2005),
Trent Reznor ha intentado huir de ese lacerante avatar conocido como Nine Inch Nails. Aquel fue un disco con los problemas de identidad como motivo recurrente, preludio a una serie de trabajos proyectados hacia el exterior, afines en ocasiones a la parábola política. Pero eran álbumes irregulares que retrataban a un músico incapaz de reinventarse: véase el estéril doble instrumental “Ghosts I–IV” (2008).
O, al menos, eso parecía hasta que David Fincher usó algunos temas de ese disco en una prueba de montaje de
“La red social”. El resultado se adecuaba a su deseo de sumergir en aguas oscuras el afilado guion de Aaron Sorkin y convenció a Reznor para debutar en la composición cinematográfica –aunque ya había aportado piezas a “Carretera perdida” y “Tetsuo: The Bullet Man”–. El
score, firmado a medias con
Atticus Ross –aliado en la última etapa de NIN y en el reciente proyecto How To Destroy Angels–, es un tratado de electrónica oscura atravesada por guitarras, próximo al ambient e insólito para los parámetros hollywoodienses.
Aislada del filme, la banda sonora denota todavía más la impronta del autor de “The Fragile” (1999). Pero, he aquí la buena noticia, al adaptarse a las necesidades de una historia en lugar de explicarse a sí mismo, Reznor adquiere una concreción y claridad de ideas inédita en sus discos recientes, una lógica interna en la que incluso cabe la ocurrencia de releer la archiconocida
“In The Hall Of The Mountain King” (Edvard Grieg). ∎