Un lenguaje propio.
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rusowsky

“Yo no tengo ni idea de producir”

15.07.2025

“DAISY” es el debut de rusowsky después de seis años dándose a conocer en los espacios digitales. Pionero del bedroom pop más por actitud que por estética, Ruslán Mediavilla ha construido desde su habitación un lenguaje propio: un sonido lo-fi que no disimula sus imperfecciones. Es un álbum fragmentario y mutante, como lo han sido todos sus lanzamientos anteriores, que va a presentar en el festival Low de Benidorm el 27 de julio y en el Movistar Arena de Madrid el 25 de septiembre, antes de viajar en octubre a Latinoamérica, donde tiene fechas cerradas en media docena de países.

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uslán Mediavilla, el artista conocido como rusowsky, se cría en Fuenlabrada, ciudad periférica al sur de Madrid. Su madre, bielorrusa, tenía una banda folclórica en su país, y debe de ser por eso que siempre ha visto la música como un camino de rosas. Tras una vida que compaginaba el conservatorio con la socialización adolescente típica de la llamada Costa Marrón, la pandemia llega cuando ha terminado el bachillerato y tiene que plantearse su futuro profesional. Por inercia contextual acaba pasando las horas delante de su ordenador, aprendiendo a grabarse sin frustrarse por el camino. Hoy, es uno de los padrinos del bedroom pop que, aunque ya no siga tan vigente como en 2020-2021, sigue siendo fundamental en el imaginario musical de Mediavilla.

Para rusowsky, el bedroom pop no remite necesariamente a un género, sino a una forma de hacer. “DAISY” (rusia-idk/Warner, 2025), su álbum de debut tras seis años de lanzamientos aislados, tiene rumba, reguetón, pop y trap, en un collage híbrido que ahora define el pop nacional más joven, pero cuyo carácter fragmentario puso en tendencia él mismo junto con sus amigos de rusia-idk, el sello-colectivo al que pertenece. Tendencias de todas las partes del globo grabadas con pocos recursos: rusowsky define su sonido gracias a su equipo precario y sus conocimientos todavía más escasos de los softwares de edición digital.

Es uno de los productores más valorados del pop español actual y, aun con ello, afirma que en su ignorancia está la verdadera virtud. Así, la carencia que Mediavilla señala no es una limitación expresiva, sino una elección consciente, y parece que funciona: incluso en su primera etapa, Mediavilla captó la atención de C. Tangana, quien, en plena coyuntura pandémica (cuando el confinamiento generalizado diluía momentáneamente las fronteras entre la fama y la precariedad, y la estética del encierro doméstico adquiría un inusitado prestigio simbólico), lo convocó para la producción de “Bien:(”. En un contexto donde lo casero se revalorizaba como signo de autenticidad, el lo-fi premeditado (y obligado) de Mediavilla era justamente lo que el público requería.

“DAISY” es un disco dedicado a alguien que no existe, pero que reúne las características de varias personas de su día a día. Sin embargo, este gesto no responde a una voluntad narrativa en el sentido clásico: muy al contrario, el propio autor reconoce una cierta distancia (incluso desinterés) hacia la dimensión poética de la composición. Lo importante no es tanto lo que se dice, sino cómo suena. Sin embargo, un debut a seis años vista da para muchas conspiraciones: en 1961, el IBM 7094 se convirtió en el primer ordenador en cantar, escogiendo “Daisy Bell (Bicycle Built For Two)” para la ocasión. El momento histórico inspiraría posteriormente a Stanley Kubrick para construir una de las escenas de “2001: una odisea del espacio” (1968), en pleno colapso del HAL 9000. Nada de eso tiene algo que ver con nuestro “DAISY”, si bien Mediavilla, como chaval de 20 años criado en el ecosistema digital, no quiso desaprovechar la oportunidad de participar del meme, soltando varios dardos relacionados con la humanización de las máquinas poco antes del lanzamiento.

Ese chaval de Fuenlabrada hará su primer Movistar Arena el 25 de septiembre, después de haber actuado en Estados Unidos y de pasar por algunos de los principales festivales españoles. Ni sabe cómo ha llegado hasta aquí, ni se lo plantea, ni le interesa: rusowsky se toma la música como una consecuencia inevitable, como si le saliera sin querer. No sabe usar plugins, pero ha acabado moldeando el pop con un portátil prestado y un micro malo. Dice que no entiende nada, pero lo hace todo. Y en octubre actuará en Monterrey (8), Guadalajara (10), Ciudad de México (11), Guatemala (15), Bogotá (17), Lima (18), Santiago de Chile (23) y Buenos Aires (24).

rusowsky & Ralphie Choo : “BBY ROMEO”, vídeo dirigido por fomotrauma & Roy Viceroy.

¿Qué tal el lanzamiento?

Pues bien, con bastantes cosas… Hay muchos ensayos, entrevistas, fotos, movidas… No me ha dado tiempo a coger aire, pero muy contento ya de soltar a mi bebé.

¿Cómo es eso de haber tenido varias fechas en Estados Unidos y una sola en España, aparte de los festivales?

Raro. Venimos de hacer muchas fechas siempre por todas las provincias, y por una vez quería condensar todo. Es un sitio muy grande en Madrid, así que había que recortar de lo otro. Está un poco feo también hacer una sola fecha en Madrid, pero bueno. Y lo de Estados Unidos, raro, la verdad que no sé qué onda.

Diría que una de las cosas más interesantes de la escena en la que estás es la internacionalización que tenéis tú, Ralphie Choo, AMORE… ¿Qué es lo que crees que tenéis tú y tus colegas para estar en ese punto?

A ver, yo creo que proviene de toda la música que consumimos, que siempre viene de fuera, siempre echamos la vista atrás, estamos muy ochenteros, noventeros… y eso tiene mucho que ver con la movida americana, que en España a nosotros nos ha pillado de lleno: ese momento internet, memes… Por inercia nos sale este tipo de sonido. Tampoco consumimos mucho de lo que hay aquí en España, aunque ese sonido de fuera lo hacemos un poco de aquí. Y, por supuesto, también se nota el interés que tiene Warner por nosotros.


“Al componer el disco me he ido a diferentes campos, pasaba dos semanas yo solo en medio del campo. Y allí me volvía loco, con mi ordenador y mi micro, este sí es el mismo que tengo desde el principio… Es bastante mierdón, pero me gusta el sonido un poco trash



Pese a no escuchar música española, en tu disco “colaboras” con Las Ketchup, ¿cómo sale eso?

Creo que fue la primera canción que hice de todas las del álbum. Yo en ese momento estaba superobsesionado con una canción de Las Ketchup, que es de donde he sacado las voces. Es un sample, por desgracia. En el momento de sacar el álbum teníamos que apañar el rollo de derechos, y para mí en la canción tienen una relevancia superimportante. Son la base de la canción. Pregunté si les podíamos decir a Las Ketchup, aparte de que nos dieran permiso, si les rentaba aparecer. Pero yo no he tenido contacto con ellas, no he hablado con ellas en ningún momento. Yo entiendo que están como a su puta bola, no sé qué rollo se traerán a día de hoy. Así que me da un poco de palo, porque en el momento de anunciar el tracklist me sentía un poco impostor. Todo el mundo pensaba que había cogido a Las Ketchup y las había metido en un estudio. No fue así, me da mucha pena, pero lo habría hecho.

Igual también tiene que ver con la forma en la que tú empezaste: un home studio, pocos recursos, coges lo poco que tienes a tu alcance como, por ejemplo, un sampler…

Y ahora mismo tengo el mismo equipo. Tengo un ordenador nuevo, pero lo uso exactamente para lo mismo. Al componer el disco me he ido a diferentes campos, pasaba dos semanas yo solo en medio del campo. Y allí me volvía loco, con mi ordenador y mi micro, este sí es el mismo que tengo desde el principio… es bastante mierdón, pero me gusta el sonido un poco trash. También tengo mis guitarras, mi bajo, mi teclado… pero no me metí en ningún estudio, y tampoco he contado con peña externa para nada. Por eso el proceso sigue siendo el mismo, y esa es la sensación que quería dar, de que sigue siendo todo en el home studio.

¿Y los arreglos orquestales que tiene el disco? ¿También los has grabado en tu casa?

Sí. Para la intro, que luce como orquesta total, mi idea era escribirlo, coger a una banda y meterla en un estudio. Pero se me echó el tiempo encima y Óscar, que es el chelista de Ralphie, es supercolega y supermajo. Le dije: “Oye, vente a casa, que me tengo que quitar esto de en medio”. No sabía ni qué iba a hacer ni nada, pero se sentó a mi lado con el chelo y le iba diciendo lo que se tenía que grabar. Después lo he ido pitcheando, he ido moviendo cosas, y por eso da esa sensación de orquesta. También con el micro este de mierda.

Meandros de intuición.
Meandros de intuición.


En ese caso, ¿funcionas como director de orquesta o dejas que él fluya?

Pues estas líneas, justo, no las tenía compuestas antes y quería ver lo que salía. Fue bastante divertido y me emocioné mucho, y sí que me sentí como un director: sé cuándo necesito que un sinte haga esto, o que una guitarra haga esta otra línea… Pues esto es lo mismo, pero con mi colega al lado. Yo sabía las movidas que el cuerpo me estaba pidiendo hacer y le decía: “Grábate esta melodía, ahora esta otra”. En una tarde hicimos todo.

El lanzamiento de “DAISY” está lleno de teorías locas que lo relacionan con “2001: una odisea del espacio” y con el IBM 7094, el primer ordenador que cantó…

Sí, es un poco paranoia. La primera canción que hizo el ordenador fue algo que aprendí después de haberle puesto el título. De hecho, la primera publicación de Instagram que tengo sobre el disco es un programa antiguo de Windows que canta la misma. Me hizo gracia porque además era un gorila el bichillo que lo cantaba. Hay un montón de teorías y realmente no va nada por ahí, pero me parece muy gracioso y también por eso lo he ido tirando así todo.

¿Para ti tiene un significado completamente distinto o simplemente no tiene ningún significado?

A mí me gusta mucho hacer música, me lo paso muy bien componiendo, produciendo, haciendo todos los voicings… pero siempre me da mucha pereza escribir, y acabo hablando de lo mismo: que estoy como muy triste, muy melancólico… Lo que me sale es hablar de una persona. Para mí, “DAISY” es ponerle nombre a ese alguien, y me parece un nombre tope de bonito. Cada canción habla un poco de alguien que ha significado algo, o alguien que podría ser, o alguien que anhelo, o alguien que me hizo daño…


“A mí me gusta mucho hacer música, me lo paso muy bien componiendo, produciendo, haciendo todos los voicings… pero siempre me da mucha pereza escribir, y acabo hablando de lo mismo: que estoy como muy triste, muy melancólico… Lo que me sale es hablar de una persona”



Aunque te de pereza escribir, ¿le das importancia?

Últimamente me lo paso mucho mejor escribiendo, he encontrado la manera de expresarme de una manera menos básica. Yo considero que hago música muy facilona, pero ahora me he encontrado buscando el rollo un poco más poético, que en el disco aparece a ratos. Pero es que me parece tan divertido el momento musical que todo lo demás queda en segundo plano siempre.

Es normal que pese más uno que otro, al final has estado en el conservatorio casi toda la vida.

Mi paso por el conservatorio fue un camino de rosas, realmente, se me daba relativamente bien. Para mí fue bastante fácil, no tenía estrés. Siempre sentí que la música era lo mío. Esa etapa fue bastante cool, porque incluso compaginándolo con el bachillerato me estaba centrando en la movida de la música. Cuando acabé el profesional me quería meter al superior, pero no me veía ni siendo intérprete ni componiendo con una metodología clásica. Me pilló justo la cuarentena antes de meterme a ninguna cosa, y ahí todo empezó a funcionar.

¿Empezaste a producir en la pandemia?

Empecé a juguetear antes, sí, pero no mucho. De hecho, mis nociones de la DAW (una estación de trabajo con audio digital) ahora son prácticamente las que tenía en su momento. Yo sé grabar y poner el teclado para que suene, poco más. Yo no tengo ni idea de producir, ni de usar plugins, soy muy cuchara de palo. Para mí poner unos teclados y grabar unas voces era suficiente, y al principio todo suena a culo, pero con el paso del tiempo aprendes truquitos tontos.

O sea que, en la pandemia, sin tener ni idea de producir, te llama C. Tangana para que le produzcas un tema…

Exactamente, sí. De primeras, no sé por qué este pibe me habla, porque no tengo ni puta idea de lo que estoy haciendo. Justo en ese momento yo tenía un ordenador de mierda y se me rompió. Y yo sin un puto duro, y de repente me habla este puto pibe. Le pedí el portátil a un colega mío y se apagaba cada media hora, así que iba haciéndolo muy a trocitos… Se me apagaba, esperaba un par de horitas a que se enfriara y así le daba. Es la cosa más rápida que he hecho jamás, pero le moló.

Ruslán Mediavilla, hombre orquesta.
Ruslán Mediavilla, hombre orquesta.


¿Crees que es esta “carencia” técnica, al final, lo que te ha dado un sonido característico?

Sí, sí, de hecho lo pienso un montón. Hay cosas que no quiero aprender nunca. DRUMMIE y toda la peña que curra conmigo en los directos es peña que sabe mazo de todos los aparatos. Pero todo eso son cosas que no quiero saber, no las atiendo, porque sé que, si me pusiera a experimentar con esas cosas, mi rollo sería otro diferente. Y ese es un sonido al que yo no quiero llegar.

¿Y con el conocimiento del lenguaje musical, procuras desaprenderlo?

Mi manera de enfocarlo es tratar de evitar tener muros. Sé cuál es la manera correcta de resolver un acorde, pero no lo voy a hacer, aunque me lo pida el cuerpo. En clase, por ejemplo en armonía, tenía que hacer todos los intervalos de acorde a acorde, y yo lo tocaba en el piano y sonaba bien, pero mi profesor me decía que así no se podía porque eran quintas paralelas. Man, vale, pero suena mejor como lo digo yo. Siempre he sido un poco rebelde, ¿no? Por eso surge de forma natural, simplemente me sale fumarme toda la movida de lo que se supone que es correcto.


“En clase, por ejemplo en armonía, tenía que hacer todos los intervalos de acorde a acorde, y yo lo tocaba en el piano y sonaba bien, pero mi profesor me decía que así no se podía porque eran quintas paralelas. Man, vale, pero suena mejor como lo digo yo”



Aunque sea natural, ¿hay algo de ideología?

Se juntan las dos, un poco. Es que una canción que sea lineal me aburre. No tengo la pretensión de hacer algo más raro, pero lo necesito.

En rusia-idk funcionáis como una especie de colectivo y quizá por eso estéis creciendo a la vez. ¿Cuán grande es ese sentimiento de pertenencia para ti?

Todo el viaje está siendo supernatural, superorgánico, ¿no? No pasamos mucho tiempo en las redes, ni viendo el panorama. Vivimos cerca, nos seguimos juntando, seguimos compartiendo música. De repente hay un Movistar Arena por delante, pero yo no le presto la suficiente atención. Lo único que he cambiado es que ahora no vivo con mis padres y mi calidad de vida ha aumentado, evidentemente.

Y en esa calidad de vida a un ritmo tan agigantado, ¿hay algo que se pierde? ¿Seguís hablando de música con la misma emoción que antes?

Todo el rato. Pero en realidad lo que necesito es dejar de hablar de música. Tengo la necesidad de ir de vez en cuando a Fuenla, estar con mis colegas no músicos, que han sido así siempre. Ahora, por primera vez en mi vida, estoy relacionándome con músicos. Y a veces necesito salir, porque estamos todo el rato hablando de lo mismo. Agota. ∎

La casa rusia-idk


Solo un par de semanas antes de que rusowsky publicara su primer álbum, AMORE hacía lo propio con “Top Hits, Ballads, etc.”. No salía tan bien parado en ‘Pitchfork’ como sí lo hizo el “SUPERNOVA” (2023) de Ralphie Choo y, aunque la murciana no forme parte de la estrella de cinco puntas que conforma el colectivo rusia-idk –con rusowsky, Ralphie Choo, TRISTÁN!, DRUMMIE y mori–, sí orbita en torno a este nuevo pop de vanguardia de agentes selectos y oyentes (cada vez más) masificados que ha conseguido llamar la atención a nivel global.

El ideólogo de dicho sello-colectivo en su época más embrionaria fue rusowsky (rus-owsky, bielo-rusia, rusia-idk, obvio). mori fue el primer proyecto cantado en español que Mediavilla encontró y no le perturbaba: su interés genuino desembocó en amistad. Martín Moreno, que sí tenía un sentimiento de pertenencia hacia las escenas del underground patrio, influyó en la concepción industrial del de Fuenlabrada y, cuando publicó “so so”, explotó todo: la sinergia entre el ímpetu local del primero y la visión global y expansiva del segundo dieron lugar a una piña a la que se fue sumando gente, y también a un negocio. Ahora están en el centro de una ola de pop camaleónico a la que también han podido sumarse Judeline, Irenegarry, Barry B, Teo Planell… Su influencia, un lustro después, es prácticamente inabarcable. ∎

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