Estoy decepcionado, la verdad. Al fin y al cabo, todo esto de los memes y los gifs y los montajes de vídeos parece una tontería y, en parte, lo es. Pero también es una forma de revolvernos contra el mundo que nos ha tocado vivir. Una de las únicas formas de revolución que nos queda: reírnos de todo lo que nos debería hacer llorar.
Y digo esto porque, cuando el martes por la mañana recibí por WhatsApp tres pantallazos bien seguiditos (primero, el anuncio de la gira de Madonna; segundo, los precios generales de las entradas; tercero, los precios de las entradas VIP), lo primero que pensé fue: “Buah, voy a tener un material de primera para el ‘Haciendo scroll’ de esta semana”. En mi cabeza, este locurón capitalista debería haberse traducido en una buena ración de chascarrillos virales que nos hicieran reír, pero que, sobre todo, dejaran al descubierto que el precio de las entradas de las giras por estadios se ha convertido en algo absurdo, inaccesible y prohibitivo.
Para mi sorpresa, la cantidad de memes al respecto fue un chocante total de cero unidades de chascarrillos. Así que me toca joderme y hablar de lo que realmente ha sido el fenómeno viral de la semana: Shakira versus Piqué. Obvio.
¿Es necesario hacer un repaso de todo lo ocurrido antes de la “BZRP Music Sessions #53” de Shakira y Bizarrap? Supongo que no, pero todo puede resumirse en que Shakira y Piqué se separan, se filtra que Piqué está con una tal Clara Chía… y, bueno, blanco y en botella que la loba no iba a callarse. Lo que nadie esperaba era que en su colabo con el Biza incluyera más de tres minutazos de muerte y destrucción contra Piqué, dejando al descubierto todo un conjunto de detalles de la relación y de la ruptura que nadie sabía ni, probablemente, necesitaba saber.
Primera reacción de las redes: sobreanalizar la letra de la canción para que todo el mundo se enterara, por ejemplo, de que el número favorito de Piqué es el tres y que por eso el tema dura exactamente tres minutos y treinta y tres segundos… ¿Mi detalle favorito? Lo de “mucho gimnasio pero trabaja el cerebro un poquito también” (referencia visual, aquí). Al parecer, esto es una alusión directa a las pocas luces que demostró su ex cuando Shakira descubrió que le estaba poniendo los cuernos por culpa de la mermelada. Tal cual. Porque Piqué no puede comerla debido a su dieta deportiva, pero la cantante advirtió que, al volver de sus viajes, faltaba dulce en el bote.
Segunda reacción de las redes: ¡avalancha de memes! Porque, oye, puede que el nivel de los juegos de palabras de Shakira sea de parvulario (madredelamorhermoso… ¿Sal-pique? ¿Clara-mente? De esto también hay referencia visual), pero el mundo meme está muy por encima. De hecho, es tan sofisticado que le ha buscado las cosquillas tanto a la reacción de Piqué –ya he dicho en alguna ocasión que todas las cosas de este mundo pueden ser explicadas usando un vídeo de “Paquita Salas”, y aquí va otra prueba– como a la reacción de los hijos de la expareja. También han predicho cuáles serán las próximas sesiones musicales de Bizarrap, probablemente con Tamara Falcó, la Reina Sofía o la verdadera Reina de las Rupturas: Chenoa.
Y aunque en los días siguientes este tema seguiría trayendo cola (ojo a los memes sobre el hecho de que Shakira ha puesto una bruja en su balcón mirando hacia la casa de su suegra), hay algo que destaca por encima de todo lo demás. Y eso es, sin lugar a dudas, el hecho de que ya podemos hablar de un nuevo género musical al que, en referencia al revenge-porn cinematográfico, me gustaría llamar revenge-pop. Y voy a llamar revenge-pop.
Que, a ver, no puede ser casualidad que coincidan en el tiempo canciones despechadas contra exparejas horribles de Shakira, Miley Cyrus, Taylor Swift y Demi Lovato (tal y como deja claro este tuit). Así que las redes ya han empezado a celebrar este género (aquí otro tuit de ejemplo)… Y, como punto y final a todo este asunto, no puedo hacer otra cosa que quedarme con el avance del próximo single de Shakira que ha filtrado MortadelaHumana y que seguro que marca las pautas del futuro revenge-pop.