Reivindicación camp . Foto: Ryan Lee Clemens
Reivindicación camp . Foto: Ryan Lee Clemens

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Chappell Roan, la estrella pop favorita de las redes sociales

Edificando su discurso musical en torno a una estética camp y drag, con referencias a divas de los ochenta como Kate Bush, Pat Benatar y Cyndi Lauper, Chappell Roan devuelve la diversión al pop en un derroche de teatralidad e irreverencia. Tras telonear a Olivia Rodrigo, acaba de lanzar un nuevo single, “Good Luck, Babe!”, que lleva días en alta rotación entre la comunidad poptimista y anticipa una nueva etapa para ella.

“Esta va para mi ex porque, zorra, sé que estás viéndome”. Tal alarde de seguridad en sí misma exhibió Chappell Roan luciendo una larga peluca pelirroja y una camiseta que rezaba “EAT ME” hacia el final de su concierto de este pasado viernes en Coachella. Una sobrada antológica, en definitiva, que es la guinda del pastel a un mes absolutamente histórico para esta estrella pop queer en ciernes. En los últimos días, la de Misuri ha ido de hito en hito: Bratz le dedicó una muñeca en el Día Internacional de la Mujer; acaba de completar, como telonera, la primera manga de la gira estadounidense de Olivia Rodrigo, donde aprovechó su parada en Boston para ofrecer una charla en Harvard sobre cómo convertirse en icono queer; ofreció un derroche de carisma en una actuación magnética y viral para Tiny Desk Concert, y ha arrancado una nueva etapa con “Good Luck, Babe!”, otro himno de ruptura de estética camp y exuberancia ochentera en el que, esta vez, se disfraza de Kate Bush en el baile de graduación.

“Good Luck, Babe!”, clip realizado por Chappell Roan.

De nombre real Kayleigh Rose Amstutz, Chappell Roan nació en 1998 en Willard, Misuri, una pequeña población de poco más de 6000 habitantes en el cinturón bíblico, una extensa región situada en el cuadrante sureste de Estados Unidos donde el cristianismo evangélico y ultraconservador tiene un profundo arraigo social. A los 10 años empezó a tocar el piano y, ya en la adolescencia, con la salud mental hecha añicos, gigantes del pop como Katy Perry y Rihanna le abrieron las puertas a un nuevo mundo inalcanzable para ella por entonces. Su único billete de salida era, por tanto, empezar a subir covers a YouTube, algo que no tardó en llamar la atención de las majors. La que se llevó el gato al agua fue Atlantic Records, quien la fichó a los 17 años y la animó a utilizar un sobrenombre artístico: Chappell por su recientemente fallecido abuelo (Dennis K. Chappell), y Roan por su canción favorita, “The Strawberry Roan”, un clásico cowboy.

Su mudanza a Los Ángeles, todavía sin haber alcanzado la mayoría de edad, tampoco fue un camino de rosas. En entrevistas ha confesado cómo no estaba preparada para el bullicio de la metrópolis, sufriendo ataques de pánico cuando escuchaba a alguien apretar el claxon en la carretera o mostrando algo de arrepentimiento por haberse perdido experiencias clave en el coming of age como el baile de graduación.

Explosión pop. Foto: Ryan Lee Clemens.
Explosión pop. Foto: Ryan Lee Clemens.

En su EP de debut, “School Nights” (Atlantic, 2017), Chappell se encuadraba en ese pop oscuro dominante a mediados de la pasada década, con pinceladas de Lorde y Lana Del Rey. Era material aún por pulir, pero sentó las bases de lo que vendría después. En 2020, entró en un histórico bar gay de West Hollywood y sintió como si se le hubieran abierto las puertas del cielo. Fruto de esa experiencia, entre drag queens con modelitos de fantasía y bailarinas gogó, surgió su primer gran hit, “Pink Pony Club”. La canción supuso también un cambio de registro para la artista, esta vez más enfocada a una estética ochentas, entre Cyndi Lauper y Pat Benatar, que aún ahora resuena en su música.

“Pink Pony Club” fue un sleeper hit, pero un alarde de impaciencia Atlantic Records acabó rompiendo el contrato. La canción, sin embargo, sentó las bases del discurso de Chappell Roan: fascinación por la cultura drag, letras cargadas de ironía, estética camp de provocativa teatralidad, la introducción de lo queer en todos los aspectos de su música y confianza y picardía a la hora de hablar de encuentros (y desencuentros) amorosos. Poco a poco, la resistencia LGBTQ+ de Twitter y TikTok la empezó a hacer suya y habló de ella en términos de “madre”. El caso de Chappell es la enésima demostración de las necesarias sinergias que se pueden dar entre estrella y público. Durante su gira del año pasado, dejaba a sus fans sugerir ideas de vestuario y proporcionaba tutoriales de maquillaje en redes sociales. Chappell es una maga del “hazlo tú mismo”: sobre el escenario viste una imaginativa colección de ropa que va de los vestidos de boda a las faldas de rejilla y un festival de purpurina, borlas y sombreros cowboy de bordados imposibles.

“Pink Pony Club”, vídeo dirigido por Griffin Stoddard.
Todo acabó desembocando en “The Rise And Fall Of A Midwest Princess” (Island, 2023), su álbum de debut, publicado el pasado septiembre. Ya el título es un postulado de todo lo que se encuentra en él. Su historia de orígenes es más vieja que el fuego en el mundo del espectáculo, pero en el videoclip de “HOT TO GO!”, quizá la canción más popular del álbum y un esencial de TikTok en los últimos meses, le da una vuelta de tuerca al tropo de la chica de pueblo deslumbrada por la gran ciudad. Se trata de una reconciliación con su pasado en la que Chappell vuelve a Misuri para enseñar su sencilla pero viral coreografía a drags, fans y sus abuelos entre competiciones de monster trucks, granjas y caballos. Las canciones del disco, en fin, tienen más de nacimiento de una estrella que de caída, y son un testamento de la maestría de la artista a la hora de crear estribillos pegadizos de liberación queer en los que afronta las vicisitudes modernas con una actitud irreverente y ridícula que llena el vacío dejado últimamente por Lady Gaga. ∎

“HOT TO GO!”, clip dirigido por Jackie! Zhou.
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