Es cierto que, a estas alturas, cuando se anuncia un lanzamiento de King Gizzard And The Lizard Wizard, más de uno exclama “oh no, seguid sin mí”, a la vista del estajanovismo del sexteto australiano: “The Silver Cord” (KGLW-Universal, 2023) es su vigesimoquinto álbum en trece años, así que cualquiera se atreve a seguirles el ritmo. Pero, a ver, son King Gizzard And The Lizard Wizard: hacen lo que les sale de las pelotas, y eso, para quienes detestan las tendencias, es un reclamo simplemente irresistible. Esta vez se han descolgado con un disco que podría pasar a su abultada trayectoria como “el álbum de los teclados” a juzgar por la portada misma, en la que la banda aparece jugando a una mezcla de Kraftwerk y Devo en versión gang sedente, rodeada de sintes y teclas. “The Silver Cord”, por cierto, no tiene relación con la película del mismo título dirigida por John Cromwell en 1933; más bien es un volantazo estilístico y metafísico –tras ese infierno irónico y trash titulado “PetroDragonic Apocalypse; Or, Dawn Of Eternal Night: An Annihilation Of Planet Earth And The Beginning Of Merciless Damnation” (KGLW-Universal, 2023)– hacia la música electrónica cuando no abiertamente disco, pasada por un filtro empapado de su dosis psych. Y con la rúbrica de un proyecto único en su especie.
Como viene siendo habitual en los australianos, miran con mimo a sus fieles extremos, los gizzheads. De ahí la publicación de dos versiones del álbum, el citado más “The Silver Cord. Extended Mix”, versión alargada para muy fieles del grupo, que podrán conocer la dimensión más radical de “Theia”, el primer corte, sobrepasando los veinte minutos.
Puede decirse que se han remezclado a sí mismos, obteniendo ese mix sui géneris entre las paredes de un estudio bajo una consigna única: no fear. El lanzamiento, realizado el pasado 27 de octubre, vino precedido por una pieza audiovisual donde juntaban los tres primeros temas, el citado “Theia”, junto con “The Silver Cord” y “Set”. Adelantando, de algún modo, la estética de esta entrega.
Había una distancia horaria considerable durante esta entrevista, la que nos separaba del jefe del grupo, el guitarrista-cantante Stu Mackenzie, atendiendo al teléfono desde la otra punta del mundo, literalmente. “Nada de Zoom”, dijo el líder del sexteto que completan los multinstrumentistas Joey Walker, Ambrose Kenny-Smith y Cook Cray más el batería Michael “Cavs” Cavanagh y el bajista Lucas Harwood. Le recordamos, finalizando la charla, el concierto del grupo en el festival Canela Party el pasado mes de agosto, con el disfraz de rigor. De pilotos, en su caso... “Ah, sí. Fue un show muy divertido, muy ‘cool’”, recordó. Y con esa buena vibra nos despedimos, no sin antes pedirle que nos contara acerca de esta reencarnación de los Gizz como “chicos de rave”, por el proceso de creación de su segundo álbum en lo que va de 2023 y por los conciertos “extremadamente largos”, así los anunciaron, que darán principalmente en ciudades estadounidenses el año que viene.
¿Por qué un álbum con sus propias remezclas y, sobre todo, por qué electrónico?
Supongo que nos gusta ponérnoslo difícil. El hecho de componer es divertido, pero solamente si supone un reto. A veces sentimos que estamos haciendo algo que nadie más ha hecho antes, mientras que otras nos retamos a hacer lo que está en nuestras cabezas y puede que no sea tan radical, aunque sea un reto para nosotros de todas maneras. Y, bueno, te sientas con la guitarra o con el piano y piensas“vale, voy a escribir una canción”. Es duro, pero es la clase de reto para hacer cualquier cosa, la clase de creatividad que surge cuando nos ponemos a nosotros mismos en una situación en la que estamos un poco asustados o incómodos. Ahí empezamos a grabar, para tratar de capturar todo eso.
Para ver qué pasa…
Ver qué pasa, sí. De alguna manera lo hemos hecho así en cada uno de nuestros discos. Hemos hecho un montón de música electrónica y lo que queríamos ahora era meternos en algo electrónico, pero grabándolo en directo. El directo te hace sentir como en una banda; aquí hemos prescindido de batería, guitarras eléctricas o elementos que nos resultaran de alguna manera familiares. Hemos compartido la música en directo en el mismo espacio, en una especie de improvisación, tocando juntos, grabando como una banda, en definitiva, pero haciendo música electrónica.
Si en “Butterfly 3000”, álbum que publicasteis en 2021, os dejasteis llevar por los teclados y sintetizadores, ahora parece una decisión más deliberada. Pero todo empezó, sin embargo, con un set de batería Simmons de Cavs. ¿Podrías contarnos esa historia?
Sí, sí. Él estaba con ese set de Simmons, que es muy de los años ochenta, y era realmente cool. Pensamos que podríamos probar un poco para ver si podíamos encontrar algunos sonidos interesantes. Pero tan pronto como lo conectó y se puso a tocar fue como “vale, así es como sonarán todas las baterías en todo el disco”. Ese será el sonido, la columna vertebral del álbum. Fue muy divertido hacerlo. No nos gusta ese rollo electrónico en el que todo está medido y es recto. Con este disco no queríamos hacer nada de eso. Cavs ha utilizado sus baquetas, de hecho.
Las tres primeras canciones del disco –“Theia”, “The Silver Cord” y “Set”– han quedado unidas en un clip como una suite extraña. ¿Representan el espíritu de todo este trabajo, de algún modo?
Sí, buena pregunta. Voy a intentar acordarme de por qué hicimos eso. Recuerdo que hablamos de hacer tres vídeos, pensamos en quién podría hacerlos y luego decidimos hacerlos juntos para crear un pequeño universo, una sensación, una vibra y un paisaje musical. A Jason Galea, que es quien ha hecho la mayoría de nuestros artwork, portadas, vídeos, etc. le pareció bien. Y una vez que el álbum estuvo listo tuvo cierto sentido unir los temas, fluyen muy bien, nos brindan una idea de los sonidos del disco. Filmamos el vídeo durante meses, incluso estando de gira. Era como nuestra hora de descanso, nos íbamos a la playa un par de horas y grabábamos, luego al bosque otras dos horas…
Cuando publicasteis “PetroDragonic Apocalypse…” había una cierta inspiración en sonidos más duros que escuchabais de adolescentes. ¿Fuisteis “chicos de rave” igualmente?
Un poco sí, no sé, crecimos a principios de los dosmiles y fuimos a muchas fiestas de ese rollo. Cuando conocí a Joey Walker (el guitarrista del grupo tuvo un proyecto, Trumpdisco, junto con Alex Braithwaite) era DJ y se dedicaba a pinchar y producir; entonces solíamos ir a muchos shows suyos. Fuimos a raves y era divertido. Pero supongo que simplemente nos gusta la música, no tengo esa mentalidad de ser fan de un género concreto, no es algo de lo que hable entre amigos… Es un concepto extraño. Sé que quizá algunas personas piensen así, pero para mí tiene más sentido el gusto por la música, sin más. Supongo que esa es realmente la razón por la que nos pasamos la vida experimentando con géneros distintos. Simplemente hacemos lo que nos parece en cada momento.
El último corte del disco, “Extinction”, vuelve a conectar al grupo con la idea del apocalipsis. Creo que en el siglo XX hubo bastante paranoia ya de por sí, aunque ahora el cambio climático nos acerque más a ese estado de ánimo. ¿Resulta inevitable que este zeitgeist se cuele en vuestro trabajo?
Creo que tener esperanza y ser positivos realmente ayuda, si bien también siento que no es aquello por lo que estoy aquí en la Tierra. Creo que si me hubieran puesto aquí para algo sería ese loco gritando que el fin del mundo se acerca, reclamando atención, porque realmente nos podemos ir al garete por muchas causas. No sé, tampoco prestamos tanta atención. Supongo que, si es un tema recurrente en nuestro trabajo, es porque será un tema recurrente en mi cabeza.
Gareth Liddiard –de The Drones y Tropical Fuck Storm– dijo en esta casa hace no demasiado tiempo que vosotros habíais conectado, dentro de la escena australiana, con una generación que había crecido escuchando música muy dispar. ¿Estás de acuerdo con eso? ¿Se ajustan a esto vuestros fans?
Para ser honesto, no estoy seguro. Me siento a gusto con todo lo que le está pasando a la banda, vamos a dar un concierto y aparece la gente… Hacemos un rollo que nos gusta y puede parecer raro, pero por alguna razón hay peña que viene a vernos y resulta difícil analizar el porqué. No tengo respuesta. De verdad.
¿Cómo va la preparación de los marathon concerts para el año que viene? ¿Qué cabida tendrá “The Silver Cord”, sonará más rockero en el directo?
Ni idea, los repertorios son siempre diferentes, algunas veces los hacemos el día antes, pero normalmente el mismo día. Dependerá de lo que hayamos tocado en esa ciudad en la última visita o en el show del día antes. Queremos meter material de “The Silver Cord”, creo que va a ser divertido, que va a funcionar. En realidad es muy excitante porque lo grabamos en directo, tocando juntos, deberíamos poder hacerlo. Y, claro, habrá elementos electrónicos, pero seguirá siendo un show de rock, principalmente.
Te lo digo porque me pregunto cuál ha sido el papel de cada miembro de la banda en la grabación del disco.
Cada uno teníamos nuestro canal en la mesa porque, a veces, cuando grabamos, vamos intercambiando roles. El guitarrista se pasa al bajo, el bajo se va al teclado y el teclado va dando vueltas… Esta vez cada uno de nosotros creó su propio rollo electrónico. Cavs configuró su batería Simmons y Joey se curró sus cosas, sincronizadas con los loops. Lucas se ocupó de los bajos, yo metía cosas principalmente analógicas, teclados MIDI analógicos. Nos curramos el tema melódico y luego Ambi y Cookie aportan esa sensación… como el cuerpo de la canción. En realidad es una suerte de juego de espejos. Queríamos montarlo todo como lo haríamos en directo, desempeñando el mismo papel que hacemos cuando improvisamos en el escenario pero con aparatos con los que no estamos tan cómodos. Creando un paisaje, una música mágica, espontánea, escuchándonos los unos a los otros, haciendo música desde cero. ∎