Clark, triunfo en dos partes. Foto: Òscar Giralt
Clark, triunfo en dos partes. Foto: Òscar Giralt

Festival

MIRA: electrónica para las no-masas

En su undécima edición en suelo barcelonés, el festival MIRA escenificó su crecimiento con un cambio de sede y un programa musical altamente nutritivo, acorde a su renovada ambición. Orbital, Clark, Squarepusher, Alva Noto, Caterina Barbieri y Michael Rother marcaron las dos jornadas de electrónica connoisseur propuestas por el festival, que se celebró el 11 y 12 de noviembre en Barcelona.

La franquicia barcelonesa del festival MIRA lleva once años desarrollándose sobre un eje estable: la intersección entre música y artes digitales. Una característica que sus responsables han ido nutriendo mediante conciertos, shows audiovisuales, instalaciones de arte digital, conferencias, workshops y el ya icónico MIRA Dome y sus proyecciones 360º. Actividades que lo convierten en cita asentada en el calendario de otoño de la Ciudad Condal.

La edición de 2022 prevalecerá en los registros mentales como la del cambio de sede. Obligado por quejas vecinales a rescindir su contrato con la fábrica Fabra i Coats, el festival se ha mudado hacia los confines de la Fira de Montjuïc. Un traslado cuya permanencia resulta una incógnita ante los planes de la Fira de Barcelona y el Ayuntamiento para derribar algunos de sus pabellones y construir vivienda social, equipamientos y zona verde. La mudanza a espacios más amplios –más de 12.000 metros cuadrados– y con escasa capacidad para molestar a los vecinos –como ha evidenciado la celebración del Sónar en las mismas instalaciones durante tantos años– ha permitido la mejora en su programa y una ampliación de los horarios, alargando hasta el fin de la madrugada, acorde a esta nueva envergadura. Esa ambición no ha eclipsado las señas que funcionan a la perfección para un festival de tamaño mediano, como son la optimización de solo dos escenarios evitando solapamientos dolorosos y un aforo que, pese a acercarse al sold out (especialmente en la primera jornada), en ningún momento desbordó la capacidad logística de la organización.

Por último, en la materia que más concierne a esta casa, cabe destacar una oferta musical repleta de alicientes nacionales e internacionales, intergeneracionales y con reclamos de mayor peso que la de otros años, incluso con algún guiño para un público menos habituado a la electrónica más vanguardista, y que se ha resuelto en dos jornadas de alto interés musical, como certifican las líneas que siguen.

Caterina Barbieri, ambiental. Foto: Òscar Giralt
Caterina Barbieri, ambiental. Foto: Òscar Giralt

Glorias nada envejecidas y registros inesperados

La primera jornada arrancó en altiplano. Caterina Barbieri se apoderó de la voluntad de los presentes sin siquiera darles tiempo para dejar sus pertenencias en el guardarropa o pasar por barra, con la presentación de su último disco, “Spirit Exit” (2022). La damisela italiana lanzó una red sintética imposible de sortear. Su hechizo se fraguó a base de microclimas atravesados por un golpeteo rítmico mágico con el que consiguió generar un ambiente arrebatador ante un público cautivado de pies a cabeza; de principio a fin.

El MIRA, en su voluntad de ampliar perspectivas y de rendir tributo a los pioneros, también dio espacio a músicos seminales. Fue el caso de Michael Rother, que aterrizó en Barcelona para conmemorar el 50º aniversario de su banda Neu!, formación clave en el estallido krautrock de la década de los 70, así como fuente referencial para la electrónica, el post-rock, el rock industrial y otros géneros. En formación de trío (con Hans Lampe a la batería y Franz Bargmann a la guitarra), los germanos asaltaron el escenario pequeño pertrechados con su equipaje experimental para dar una lección de virtuosismo. Descargas instrumentales bajo ese rugido motorik marca Neu!, que evidenció la vigencia de un discurso sin ápice de envejecimiento y de inusitada efectividad, como demostró el aprecio entre los presentes, que, en su amplia mayoría, se movían en franjas de edad más propias de los hijos o nietos de Rother.

Michael Rother, autohomenaje motorik. Foto: Òscar Giralt
Michael Rother, autohomenaje motorik. Foto: Òscar Giralt
El encadenamiento de ochomiles siguió con la aparición de Alva Noto en un tono que se saldó entre los mejores directos del festival. En este caso la sorpresa llegó por su cambio de registro. Carsten Nicolai –con quien conversamos pocas horas antes de este concierto– aparcó su discurso musical ambient y minimalista, de mínimas pulsaciones rítmicas, para dar entrada a soluciones maximalistas, decibelios elevados y estruendos bestiales. Presentó el espectáculo “UNIEQAV” bajo el suministro visual del artista japonés Ken Niibori. Y fue esencialmente eso, un espectáculo rotundo de imagen y sonido, sin espacio para el silencio ni las tonalidades suaves; músculo tridimensional pero controlado minuciosamente en todo momento.

Alva Noto, extraordinario. Foto: Òscar Giralt
Alva Noto, extraordinario. Foto: Òscar Giralt

Orbital fue otro ejemplo de clásicos que no desfallecen en sus conmemoraciones. En este caso más de tres décadas en activo que celebran con un último artefacto discográfico, “30 Something” (2022), el mismo que desplegaron en Barcelona el pasado viernes. Con sus características gafas luminosas, los hermanos Paul y Phil Hartnoll trasladaron su acid house y el espíritu ravero que llevan en la sangre hacia un permanente estadio hedonista, óptimo para la franja de dos horas que ocuparon. Una rítmica ampulosa que sincronizaron con unos visuales de influjo hipnótico, en su mayoría con carga de denuncia. Fue una dominación de la espina dorsal poderosa y eficiente, aunque a veces rayó con el tono festivo del eurodance: desde la inefable “Halcyon + On + On” a su más reciente tema, “Dirty Rat”, en colaboración con Sleaford Mods.

Orbital, fiesteros. Foto: Òscar Giralt
Orbital, fiesteros. Foto: Òscar Giralt
Tras la partida de electrónica antediluviana, llegó el turno del primer DJ set con entidad, Nia Archives, que volcó en este su predilección por el jungle y el drum’n’bass de abundante grano. Se ganó a su público a las primeras con una remezcla de “Gypsy Woman” (Crystal Waters). Su variedad estilística también acogió dancehall, que rompía sin inmutarse con “Heads Will Roll” (Yeah Yeah Yeahs). Apuró su tiempo con una descarga de metralleta rítmica, triturando el pad de batería e incluso lanzándose a cantar. Más inamovible en su zona se mostró Blawan con un directo cargado de ese techno de hormigón y siderúrgico que aplasta cajas torácicas. Y mucho más compasivo resultó Special Request: Paul Woolford amenizó las horas calientes de la madrugada con un repertorio enérgico y con BPMs respetuosos con el hedonismo de los que buscaban bailar hasta el cierre.

La jungla de Nia Archives. Foto: Òscar Giralt
La jungla de Nia Archives. Foto: Òscar Giralt

Las lecciones de Clark y los afluentes digitales

La segunda jornada arrancó su maquinaria con el show de KMRU & Aho Ssan presentando “LIMEN” (2022). En la banda sónica apostaron por atmósferas crepitantes y sostenidas. Fintas melódicas ahogadas por disrupciones en forma de glitches tensionados, todo dispuesto en un avance pausado. Un poco como ese magma floreciente –que arrasa con todo para dejar nuevas y fascinantes formas a su paso– que las proyecciones iban emitiendo de manera hipnótica. Los italianos Voices From The Lake (Donato Dozzy y Neel) entroncaron su discurso en loops de duración desafiante. Una paleta sónica austera apenas intervenida por mínimas variaciones en su escalada al ralentí. Pese a esa aparente inmovilidad, el dúo abría pequeñas rendijas rítmicas y disponía de una línea flotante atmosférica como backdrop. Fue un concierto bastante monocromático.

Si en la jornada anterior la excepción a los sintetizadores, cajas de ritmo y mesas de mezclas la pusieron Michael Rother y los suyos, en esta fueron los madrileños Somos La Herencia. El epígrafe de la “nueva oscuridad” sigue dejando muestras estimulantes en el sustrato del indie patrio. Es el caso de esta formación cuyo sonido opresivo, nihilista y siniestro confluye con todas esas bandas post-rock ahogadas por el pesimismo y la desazón de este tiempo. Elucubran lo suyo con una formación clásica de batería, guitarra, bajo, sintes, la voz sombría de su cantante y absorbiendo ciertas injerencias de witch house y dark wave. Para saber por dónde van los tiros estéticos del cuarteto, recordar que Olivier Arson aka Territoire les produjo su primer trabajo, “Dolo” (2020).

Somos La Herencia, siniestros 2022. Foto: Òscar Giralt
Somos La Herencia, siniestros 2022. Foto: Òscar Giralt

Otro de los techos elevados de esta edición del MIRA –y me atrevería a decir de su registro histórico– fue el que levantó el británico Clark con la reinterpretación de su “Body Riddle” (2006), un disco con 16 años de historia pero sin obsolescencia programada. Tampoco en su presentación sobre las tablas con el alucinante apoyo visual de Infinite Vibes. Christopher Stephen Clark impartió una clase magistral de esa electrónica diseñada para deleitar las papilas gustativas. Un remolino de texturas y líneas melódicas en colisión controlada, nada dispuesto al azar. Esa marca de agua propia de la siempre fiable factoría Warp: un detallismo en escapada expansiva. El británico se despegó del acetato original imprimiéndole más pegada rítmica con bases de electro y jungle con las que tuvo al público a su merced, como corresponde a tan dotado alquimista. Posee una paleta sónica amplia y exquisita y la emplea con precisión de relojero suizo. Ni la interrupción por una emergencia médica –un hombre se desplomó entre el público y la organización tuvo el acierto de interrumpir el curso hipnótico de Clark para atender la urgencia– logró frenar una clase magistral que volvió con treinta minutos más tras el parón.

Otra institución, Squarepusher, tomó el relevo en el escenario principal tras el paso de Loraine James y su caja de ritmos de texturas toscas. El británico se aferró a su bajo para controlar un directo de patrones inalcanzables, ritmos rotos y síncopas: y el bajo es el dispositivo de control capaz tanto de emitir sonidos propios de un piano, como de acercarse a Jaco Pastorius y su pista de frenesí jazzístico, como de erigirse en elemento disruptor atravesando cortinas de sonido metalizado y estridente. Drill’n’bass salpimentado con jazz, electro, acid, IDM, breakcore o lo que pasara por la cabeza de Tom Jenkinson. Tras un intervalo más colorista, incluso ambient, el de Chelmsford decidió aparcar el bajo para exprimir su caja de ritmos y maquinaria. De nuevo una batidora rítmica no apta para epilépticos. Otro heterodoxo en la materia, el polaco-estadounidense Bogdan Raczynski, fue el encargado de cerrar los directos antes del asalto final con los DJ sets. Su electrónica quebradiza, expuesta con cierta desgana, no logró conectar con los ánimos de los presentes tras el avance de la noche.

Bogdan Raczynski, desganado. Foto: Òscar Giralt
Bogdan Raczynski, desganado. Foto: Òscar Giralt

Acapararon mayor atención y más muestras de entusiasmo los artistas barceloneses Lolo & Sosaku, con un show disruptivo apodado “Torqué”. Basado en la generación de una onda sonora mediante la colisión y forcejeo con la máquina, en este caso un coche desguazado que remitía al imaginario ballardiano y sus últimas acepciones, como “Titane” (2021) de Julia Ducournau. A través de la modulación de los pistones, los golpes mecánicos a la chapa del coche o el paso de radiales por la carrocería, el dúo logró generar un sonido desafiante bajo una intensa humareda, chispas y esa estética “Mad Max” que comprometió la nube de Meta. Una instalación de arte que se sumaría a cuatro propuestas más: las de Maxime Houot (Collectif Coin), Tiler Gab y Anonima/Luci x Katatonic Silentio, que diseñaron tres instalaciones lumínicas, mientras que Xavi Ceerre sumó una pieza de estética posindustrial.

También las cinco piezas audiovisuales y dos instalaciones bajo el título de “Síntesis de un mundo fértil” tomaron parte del amplio espacio dedicado al arte digital. Los artistas Lola Zoido, Sabrina Ratte, Teresa Rofer, Yosi Negrín, Andrea Carrillo, Akyute e Institute For Postnatural Studies exploraron la relación entre tecnología y naturaleza a través de estas. Las últimas acometidas para el cuerpo y la mente en la jornada del sábado llegaron a cargo de los sets de DJ Mell G y un menos resolutivo Djrum. ∎

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