Ian Devaney: tecno-pop con mucho pasado. Foto: Óscar García
Ian Devaney: tecno-pop con mucho pasado. Foto: Óscar García

Concierto

Nation Of Language, nostálgicos centinelas synthpop

Desde el primero al último aliento, Nation Of Language sellaron la concordia entre el público que los recibió en el espacio grande de la sala Razzmatazz. El trío de Brooklyn aterrizó anoche en Barcelona para presentar su último trabajo, “Dance Called Memory”. Mero excusa para destapar su synthpop melancólico. Hoy repiten ejercicio en Madrid.

Una rápida panorámica por la atiborrada sala –y ese “Moments In Love” de Art Of Noise con el que fueron recibidos sobre el escenario– ponía en evidencia las coordenadas musicales por las que transita Nation Of Language con admirable soltura. Su synthpop es una compuerta hacia la gloria pretérita del género, y desde ese recorrido, plenamente señalizado hacia los ochenta, muchos consiguieron conectar con su propia gloria personal y hasta generacional. El mérito fue exclusivo de estos jóvenes alejados de lo contemporáneo y los gustos de sus coetáneos, embutidos de melancolía y armados con líneas melódicas que logran tocar las teclas emocionales.

Antes del asalto de los neoyorquinos, el jerezano Ghouljaboy calentó la espera del plato principal con una inusual puesta en escena. Él al mando de todo el andamiaje instrumental y la voz, pero rodeado de colegas que seguían el transcurso de su show sentados en la lona, fumando y charlando como si estuvieran en el comedor de su casa. Presencia abultada de sintetizadores y modales bedroom.

Nation Of Language rompieron el hielo a las primeras de cambio. Sin calentamientos ni prolegómenos, más allá de un escueto saludo. Al segundo asalto soltaron amarres con “Sole Obsession”, dejando claro que no iban a guardarse la mercancía pesada para el final. La llegada de “On Division St” fue la constatación de que no vacilaban en su propósito de llegar y triunfar, de hacer bailar a los presentes mientras trascendían su epidermis. Con esa gloriosa pócima, extraída de su álbum “Introduction, Presence” (2020), y perfilada por una irresistible línea melódica de sintetizadores que en directo ganó cuerpo, desataron el tarro de la nostalgia, tanto de la vivida como de la no vivida. En suelo presente, los tres veinteañeros seguían despiezando sin rubor ni temor su último trabajo, “Dance Called Memory” (2025), pero tampoco sin cálculos en un repertorio que ya había ofrecido altas recompensas de otros trabajos. No se prestaron a imposturas ni a forzados parlamentos, alumbrando la rítmica de otro tiempo.

Synthpop resultón. Foto: Óscar García
Synthpop resultón. Foto: Óscar García

“Silhouette” acentuó la capacidad de Ian Devaney por desenvolverse entre registros, capaz de emular a Samuel T. Herring de Future Islands –no solo por su constante movimiento sobre el escenario– pero también a Bryan Ferry. A esa altura del recorrido quedaban pocos que no le hubieran dedicado una genuflexión mental al frontman: sus caderas, su guitarra y sus modulaciones vocales fueron un poderoso hechizo. A su lado, arropando la línea melódica, Aidan Noell con los teclados y caja de ritmos, mientras que la rítmica corría a cargo del bajo de Alex MacKay, quien recordó su intento infructuoso por entrar en la sala barcelonesa cuando era un turista adolescente. Los tres coordinados para dar luz a sus ensoñaciones sintéticas, con su genética entroncando con Ultravox, Depeche Mode, OMD, Art Of Noise, Talk Talk y los que los precedieron hasta Future Islands, todas aquellas bandas que entronizaron el sintetizador. Un legado defendido con brillantez –ya lo hicieron el año pasado en el Kalorama y el anterior en el Primavera Sound tras su estreno en salas de Madrid y Barcelona en 2022– por tres jóvenes sobradamente capacitados. Se les podría recriminar que no arriesgan, que no experimentan, que no van más allá, pero el acólito –y el nostálgico– recibe exactamente lo que espera: una ración perdurable de esa música que activa el riego emocional de su cuerpo.

Antes del primer bis, subieron la intensidad rockera de su propuesta, con Ian estrujando su guitarra. La primera parte del tiempo extra la apuntalaron con la fascinante “Weak In Your Light” que los acerca a Dave Gahan y compañía y que fue acompañada por otras dos balas en la recámara antes de su segunda salida en falso. Volvieron con un último bis para sellar por tiempo la satisfacción de los ahí presentes. ∎

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