Entre las canciones que conforman “Power, Corruption & Lies” se encuentra “5 8 6”, reverso intrincado de “Blue Monday”, incluso superior en intenciones y majestuosa en su contraste entre rítmica prácticamente tribal y exuberante colchón sintético de condición ambient en su tramo final. Al igual que en el single estandarte de New Order, en “5 8 6” también se encuentra la sombra de Giorgio Moroder. En su reflejo desde el reverso de la “patente Kraftwerk”, podemos encontrar las claves de la fórmula mágica alcanzada en este disco con otro ejemplo tan claro como “Ecstasy”.
Una canción de psicodelia electrónica como “Ecstasy” define lo que en su momento explicó
Stephen Morris (batería) acerca de uno de los motores compositivos del álbum: la mezcla de anfetaminas, Pernod y LSD en su dieta diaria. Precisamente así es como “Ecstasy” cobró forma, a partir de un experimento surgido de su ingesta de ácido, controlada por medio de una hoja de afeitar con la que cada día cortaban una pequeña porción lo suficientemente pequeña como para no llegar a tener alucinaciones.
Por su parte, “Age Of Consent” encontró su motor en el toque de guitarra frenético de un Sumner empujado por el consumo de anfetaminas. Este mismo corte es lo que podemos concretar como una versión soul crepuscular de los patrones estilísticos cimentados por Joy Division, además de la constatación de un hecho trascendente: a pesar de la muerte de Ian Curtis en 1980, lo que en
“Movement” (Factory, 1981) era una simple demostración de la deriva sintetizada del sonido Joy Division, ya reflejada plenamente en “Closer” (1980), en “Power, Corruption & Lies” suponía la prueba de que New Order representaba la continuación de lo que podría haber sido Joy Division en 1983. De hecho, no existe canción con más connotaciones de esa intensidad en blanco y negro destilada por Joy Division que “Leave Me Alone”. Batería, bajo y guitarra para cerrar un LP que, tal como queda reflejado en esta canción, encontró el equilibrio electroacústico ideal, perfeccionado al límite en el imprescindible y posterior
“Technique” (Factory, 1989), que encuentra su eje de rotación en híbridos despampanantes de vitalidad como “We All Stand” y la misteriosa “The Village”. Curiosamente, esta última anticipa con una década de antelación las claves sonoras de la cara experimental –deudora de los dos últimos discos de Talk Talk– del post-rock británico mostrado en grupos como Bark Psychosis, cuya abstracción pastoral de la idiosincrasia post-punk tiene un paralelismo más que evidente con este corte.