En 1991, la Unión Soviética se desintegra, Estados Unidos golpea en Irak y Dennis Lyzxén, un joven sueco de 19 años con pasado en bandas punk como Afro Jetz y Garbage Pailkids, da el carpetazo a Step Forward, combo de hardcore straight edge, la corriente que postula por una vida sana al margen de las drogas, el alcohol e incluso el sexo. Como uña y mugre pasa los días con su vecino y compañero de instituto, el batería David Sandström. Comparten mesa y sueños en la que es considerada la capital europea del hardcore punk, Umeå, una pequeña urbe sueca de casi 100.000 habitantes en la que la música prolifera como hongos. Junto a Jonas Lidgren (bajo) y Pär Hansson (guitarra), que pronto son sustituidos por Magnus Flagee (o también conocido como Marcus Björklund) y Henrik Jansson, respectivamente, dan su primer concierto en febrero de 1992 en la ciudad de Luleå, ante unos cincuenta embriagados chavales, con versiones de Shelter, Gorilla Biscuits y AC/DC en la hoja de repertorio.
Su potente hardcore, que bebe de la marmita de Youth Of Today, Insted o Judge, capta la atención del sello de hardcore melódico Burning Heart, que edita su primer EP, “This Is The New Deal” (1993). Para Refused es importante el sentido de comunidad, como ocurriera con los británicos Crass. Todos reman en la misma dirección y comparten su filiación por el veganismo y el anarquismo. El grupo se convierte en modus vivendi y sobrevive con trabajos temporales, hasta el punto de que Lyxzén ni siquiera pisa la universidad. Letras de grupos como Born Against o Manliftingbanner son para ellos más didácticas que los libros de texto. Graban su primer largo, “This Just Might Be...The Truth" (1994), editado por el sello sueco Startrec, en el que publicarán su posterior producción hasta 1997.
Se les suma el guitarrista Kristofer Steen (que tambien llegará a tocar el bajo), procedente de Abhinanda, a partir del EP “Everlasting” (1994). Discográficas norteamericanas como Equal Vision o Victory –que edita en los Estados Unidos su segundo largo, “Songs To Fan The Flames Of Discontent” (Startrec, 1996)– intuyen su potencial. En el verano de 1995, tras girar con Earth Crisis y Snapcase por Estados Unidos, Henrik deja la banda y toma su puesto Jon F. Brännström, de Purusam. La sensación de no encajar en la escena hardcore tras la gira americana apunta a un cambio de discurso. “La gente involucrada en política con la que me identificaba no quería tocar con nosotros porque estábamos en Victory y sonábamos un poco metaleros, y la gente a la que le gustaba nuestra música odiaba nuestra política”, apuntaba Lyxzén.
En 1997 dejan Startrec y regresan a Burning Heart. Actúan en Suiza y Estados Unidos. La curiosidad conduce a Lyxzén al teatro de Bertolt Bretch, al cabaret de Kurt Weill, a la patafísica de Jean Baudrillard y a la filosofía de Guy Debord. Sus oídos quedan prendidos por el screamo de Ink & Dagger, Orchid o Swing Kids, lo que propicia un devastador tsunami musical. “The Shape Of Punk To Come. A Chimerical Bombination In 12 Bursts” (1998), cuyo título es un guiño al álbum de free jazz de Ornette Coleman “The Shape Of Jazz To Come” (1959), provoca un giro de 180 grados en su propuesta.
No hay nada más punk que rebelarse contra un sonido acomodado y pintar el lienzo con colores inesperados, ya sea drum’n’bass, jazz o música de cámara. Aquí se atisba el rupturismo de Captain Beefheart en “Trout Mask Replica” (1969) o el de Tom Waits en “Swordfishtrombones” (1983). Hasta el look se ve alterado con una vestimenta propia de la elegancia mod, además de una espasmódica coreografía sobre el escenario dando el contrapunto teatral.
Las fricciones musicales entre David, interesado por el jazz, y Jon, que aboga por la música electrónica, tensan la cuerda en exceso. El nivel de autocomplacencia es tal que ni siquiera ensayan, al verse totalmente engrasados. Su ego les hace creer que deben tocar en algo más que clubes punk con aforo para 500 personas. En marzo de 1998 actúan en el festival Sued(e)Palooza con No Fun At All, Liberator y The Hives, y en septiembre saltan el charco para girar con Frodus. Los tres primeros conciertos en Estados Unidos resultan emocionalmente catastróficos por la indiferencia del público y la arrogancia de Refused, que parecen querer romperlo todo. La tensión crece.
El 6 de octubre de 1998, cuando se encaminan al aeropuerto, el guitarrista Fred Ziomek, de Darkest Hour, los invita a tocar en su casa en Harrisonburg (Virginia). La policía, alertada por el ruido provocado, desconecta los amplificadores justo cuando abordan el tema “Rather Be Dead”. Un amargo final de gira que los lleva a escribir el comunicado “Refused Are Fucking Dead”, donde explican: “Esperábamos poder ser el último clavo en el ataúd del cadáver podrido que era la música popular, pero desafortunadamente la cosificación era demasiado grande para que pudiéramos tener éxito con nuestros débiles intentos de desviar este aburrido discurso”.
La ruptura amistosa por divergencias a la hora de pensar es el mensaje de este fulminante tema straight edge a lo Uniform Choice. Un solo heavy y cambios de ritmo acompañan versos como “No soy superior, solo soy un ser humano, así que perderte realmente me dolió porque no tomaste el tiempo para ver”.
Esta apología veganista a dúo con Tomas Dileva en un tono pop y relajado, aunque con final rabioso marca de la casa, se sale de la tónica musculosa. En este tema se perciben sonoridades que exploran la dirección que tomaría Lyxzén con bandas subsiguientes como The (International) Noise Conspiracy o The Lost Patrol Band.
Un ritmo marcial de querencia metálica bombea como un émbolo en el motor que abomina de la rutina y aboga por la individualidad frente a las costumbres sociales, en líneas como “Hermoso vestido independiente de viernes por la noche / Lava el miedo y la inseguridad / El sustituto mata la libertad”.
Un coro de niños entona “extermina a todos los brutos” con aires del “Another Brick In The Wall” de Pink Floyd, y da paso a un fibroso funk que escupe un mensaje desalentador: “El color del collar triunfa sobre la piel… / La riqueza del Congo estará bien / con el estatus de la Guerra Fría en declive”.
Parece que el derrotismo se apodera de Lyxzén en una de sus canciones más poéticas y nihilistas, con atisbos de indie rock, y que refleja la desesperación y el compromiso por mantenerse a flote entre la marea de conflictos y desigualdades globales. Evoca una suerte de cóctel entre Muse y Noam Chomsky.
La deriva existencial es el eje del tema. Con introducción de música clásica y un chelo que recuerda mucho al de los alemanes Guts Pie Earshot o Tom Cora con The Ex, el tema oscila entre el oleaje de la distorsión y los remansos de tranquilidad que propicia el spoken word de un desorientado Dennis.
“Lo que perdimos en el fuego lo encontraremos en las cenizas”, reza el primer verso de este tema que apunta a la imaginería de Boysetsfire. El tono melódico de esta canción no descuida la rocosidad con su riff principal y muestra a la banda en unas de sus facetas más asequibles y mainstream.
El inicio coral a lo Loreena McKennitt desemboca en un punch rockero a lo “Walk This Way” (Aerosmith) y un estribillo épico, firmando una de sus facturas más sobrias pero resultonas: “Cuando hay sangre en las calles, alimenta el odio / Y sentirás nuestro odio cuando hagamos borrón y cuenta nueva”.
La intro tomada de un directo de Art Blakey & The Jazz Messengers anticipa el marasmo que alterna con barruntos de la new thing, en un magnífico maridaje de jazz y hardcore. Vale que Dead Kennedys lo habían hecho antes en una versión de “California Über Alles”, pero aquí el resultado noquea.
El tema que los catapultó a la MTV y que mejor ejemplifica su crossover de estilos, con sus momentos de remanso y clímax explosivos. Su vídeo, en el que aparecen disfrazados de conejos en el papel de activistas y actúan como enconados luchadores de UFC, no tiene parangón. ∎

Producido por Thomas Skogsberg –responsable de trabajos de Dismember o Entombed– con un sonido crudo y crepitante, no satisfizo del todo a la banda. Aquí encontramos temas como “Pump The Brakes” (elegido como single del álbum), donde asoman las protuberancias del sonido hardline; “The 5th Freedom”, en el que adoptan una actitud beligerante a lo Ray Cappo de Youth Of Today; o el afilado rasgado metálico y casi doom de “Strength”. Es un disco que pasa sin pena ni gloria por abocarse a los tics propios del género y quedar eclipsado por su producción posterior.

Tras firmar para su edición en Estados Unidos por Victory, la casa de sus admirados Snapcase o Earth Crisis, es esta vez Pelle Gunnerfeldt –guitarrista de Fireside o Him Kerosene y productor de Viagra Boys, The Hives o Abhinanda– el que lima las asperezas de un trabajo que supone un salto cualitativo en cuanto a la forma de cantar y enfocar la composición. Es aquí donde aparecen esos desarrollos y estructuras que cimentarán su savoir faire futuro. Con una remozada formación tras la marcha del guitarrista Henrik Jansson, aquí deja su impronta en los surcos Jon F. Brännström, frontman y guitarra de Purusam.

Abducido por el hardcore de San Diego y la amplitud de miras, aquí todo es arte. Desde el guiño a la portada de “Teen-Age Dance Session” (1994) de Rye And The Coalition a las referencias cinematográficas de “Apocalypse Now” (Francis Ford Coppola, 1979), Dennis y los suyos se convierten en una suerte de situacionistas beat de nuevo cuño, en los que la herencia de Mayo del 68 y las prédicas de Ian Svenonius y The Nation Of Ulysses los ungen con la varita mágica de la inspiración. Un disco que no deja un resquicio a la mediocridad y que corta la respiración desde la pieza inicial “Worms Of The Senses / Faculties Of The Skull” –que remite al “Aullido” (1956), de Allen Gingsberg– hasta el telón de cierre con “The Apollo Program Was A Hoax”.

Tarea complicada superar las expectativas tras el hiato de 17 años. Esta vez en el sello de hardcore melódico por excelencia, con la batuta del experimentado Nick Launay (Nick Cave And The Bad Seeds, Killing Joke) como productor y el regreso del bajista Magnus Flagge. Esta colección sigue la senda abierta por su antecesor, aunque el efecto sorpresa se diluye ante la previsibilidad. Cuentan con la colaboración del productor Shellback en “Elektra” y “366” y con la pluma (genialidad) del poeta ruso Osip Mandelstam para redondear “Old Friends / New War”. Un quiero y no puedo que, no obstante, arroja material más que digno.

El ascenso de la ultraderecha en Europa, la salida de Estados Unidos de Oriente Medio, el empuje de Irán, Arabia Saudita y Turquía o las guerras de Nigeria, Yemen y Sudán son el leit motiv perfecto para este airado grito en el que casi todo queda en casa. Desde la producción de David Sandström y Kristofer Steen a las colaboraciones de músicos locales como la cantante de jazz Mariam Wallentin, “Howlin’” Pelle Almqvist (The Hives) o nuevamente el productor Shellback. Canciones como “Violent Reaction”, “Blood Red” o “Economy Of Death” refrendan un disco consistente para cerrar el círculo. ∎