Duelo de guitarras: Jason Victor y Steve Wynn. Foto: Pilar Morales
Duelo de guitarras: Jason Victor y Steve Wynn. Foto: Pilar Morales

Concierto

The Dream Syndicate, el incombustible teatro de la música eterna

Hay costumbres que es mejor no perder. Una de ellas consiste en acudir a los conciertos que Steve Wynn ofrece regularmente por España. En esta ocasión, a propósito del 40º aniversario de “The Days Of Wine And Roses”, álbum de debut de su banda The Dream Syndicate. Un disco de power pop psicodélico que se mantiene todavía fresco como una lechuga y cuya receta ha sabido remodelar durante los últimos años el hombre más activo del finisecular Paisley Underground. Fuimos testigos del inicio de su gira española el pasado 7 de octubre en Murcia; hoy tocan en Cádiz, mañana en Madrid y el miércoles en Bilbao.

Lo primero que nos llamó la atención en el concierto inaugural de la enésima gira hispana de estos canosos californianos fue su espartana puesta en escena. Detalle que se hizo visible poco después con un discreto juego de luces y por la ausencia del colorido que siempre ofrecen las texturas de Chris Cacavas con sus teclados en esta nueva etapa de The Dream Syndicate. Lo recordamos vivamente en su gira inmediatamente anterior, la prepandémica del año 2019. Así que quienes nos prometíamos un formato completo tuvimos que conformarnos, y no es poco, con el gran Dennis Duck a la batería, que junto a Wynn resiste como único miembro original del grupo; el contundente Mark Walton, que se dedicó a rasgar con mucha frecuencia las cuatro cuerdas de su bajo a modo de guitarra; y la eléctrica del infalible Jason Victor, verdadero valor añadido de la banda en directo. Una actuación que tuvo lugar en la mítica sala Miguel Ángel Clares del Auditorio Víctor Villegas de Murcia, ciudad en la que actuaban por primera vez.

Superada esta decepción menor, lo que se avecinaba no era sino un bolo de alto potencial voltaico protagonizado por la todavía atractiva figura de Steve Wynn y los fractales energéticos de Victor, operario en plantilla desde 2012 que de gris solo tiene los rizos o el color de la camiseta. Y, hablando de looks, permanece en la retina la del cantante más desafinado del rock psicodélico, con permiso de aprendices granados como Dean Wareham, de quien resulta indistinguible en piezas como “Hard To Say Goodbye”, elegida para la gira. Un coqueto Wynn que no se deshizo de su sempiterna chaqueta de traje ni en el bis y que exhibió con dignidad sus primeros sesenta gracias a un carisma que bebe de la simpatía, de su español acelerado y de una cuidada imagen que no ahorra en vistosos detalles, como un moldeado digno del mejor Lluís Llongueras.

Cuarenta años de vino y rosas. Foto: Pilar Morales
Cuarenta años de vino y rosas. Foto: Pilar Morales

La actuación se dividió en dos mitades separadas por 15 minutos de descanso, ideales para intercambiar impresiones y/o explorar el puesto de merchandising antes de la avalancha posconcierto, con sendos temas introductorios a modo de calentamiento. Para la primera parte –centrada en el nuevo álbum, “Ultraviolet Battle Hymns And True Confessions” (2022), y en el excelente retorno de hace cinco años que supuso “How Did I Find Myself Here?” (2017)– eligieron “Lonely Woman”, de Ornette Coleman. No se pierdan el encuentro en 1997 del saxofonista con el filósofo Jacques Derrida, publicado por la revista francesa ‘Les Inrockuptibles’, donde explicaba el origen de esta pieza idónea para asegurar un buen encendido de motores. Esta costumbre, la de presentarse con temas ajenos en su versión original, está muy arraigada en el rock para marcar las intenciones del artista. En este caso, una banda con el corazón partido entre las melodías pop y la improvisación del jazz. Los once minutos exploratorios del tema que da título al álbum de 2017, con duelo de guitarras entre Victor y un Wynn contrapuntístico que aparcó momentáneamente su rol rítmico, definen la fuerza tórrida de The Dream Syndicate como banda en vivo, un factor diferencial casi más importante que las canciones mismas.

Para la introducción a la segunda parte, se reservaron los primeros compases de la inevitable “Days Of Wine And Roses” interpretada por Andy Williams, que el tándem formado por Henry Mancini y Johnny Mercer compuso para el drama homónimo dirigido por Blake Edwards en 1962. Si la primera mitad del show desprendió cierto aroma arty, el repaso ordenado, pista a pista, de su referencial primer álbum transmitió una no menos vigorosa inmediatez punk. Tras la televisiva y disonante “Halloween”, Wynn exhortó al público con el previsible “y, ahora, damos la vuelta al disco”. Otros clásicos como “Tell Me When It’s Over” y “When You Smile” proporcionaron el reconfortante bálsamo melodioso a los oídos de una asistencia que tiraba a veterana y que, lamentablemente, solo ocupó el tercio central de la sala.

A pesar de los guiños debidos a The Doors o The Velvet Underground, el proyecto más querido de Steve Wynn demuestra que su longevidad procede, en buena parte, de ese difícil encasillamiento que hemos tratado de explicar en esta crónica y que les aleja del manido Paisley Underground. La astuta adopción de una marca inspirada en La Monte Young y la aristocracia sonora de su Theatre Of Eternal Music ha contribuido, de paso, al atractivo continuado de un proyecto que nunca abandonará el estatus limitante de “banda de culto”, pero que maneja con inteligencia, contención y elegancia los clichés del género, y exhibe poco apego al prejuicio cerrando la actuación con su vieja versión de “Let It Rain”, del primer álbum en solitario de Eric Clapton. The Dream Syndicate no ofrecen una versión luminosa y vitalista de la psicodelia, sino del rock en letras capitales. ∎

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