Las apariencias pueden engañar: de camino a la sala 16 Toneladas, mientras cruzaba el casco histórico de Valencia poco antes del concierto, me crucé con puñados de turistas sexagenarios del norte de Europa –los jubilados holandeses, alemanes, belgas o británicos que atestan las terrazas en las que el simulacro de paella es el plato estrella– que tenían más o menos la misma pinta que se gastan Terrie Hessels, Andy Moor, Katherina Bornefeld y Arnold de Boer sobre el escenario. Nada que ver, obviamente. Porque a simple vista nadie podría adjudicar a The Ex el rol de reformuladores de un lenguaje –el rock de guitarras abordado desde los márgenes– que, en sus manos, suena a ente vivo, plenamente orgánico, en perpetua evolución y alérgico a la nostalgia, pese a que su estampa visual pueda coincidir con la de unos tipos que ven en nuestra costa un retiro dorado en el que tostar su piel.
Dijo el vocalista, Arnold de Boer, que se sentían muy felices de pisar la ciudad tras unos diez años: en realidad son ya trece los que han pasado desde su visita al Loco Club (febrero de 2012), en el que fue –si no me falla la memoria– su tercer bolo valenciano. Al poco, me alegré de haberme situado (de pura casualidad) frente al costado derecho del escenario, porque ahí estaba el gran espectáculo de ese enjambre de guitarras-serrucho con el que los holandeses montan su bendita escandalera: es Terrie Hessels, quien lo mismo le atiza a su instrumento con un plástico circular que me recuerda a la tapa de los boquerones que venden en el supermercado, con una baqueta o con una taza de café. Su muestrario de sonoridades es desbordante. Lo hizo mientras el cuarteto abordaba, respectivamente, “Beat Beat Drums”, “Loss” y “The Apartment Block” (en esta también Andy Moor manipuló su guitarra con un cepillo), tres de los puntales de un vigésimo octavo álbum, “If Your Mirror Breaks” (2025), que bien puede ser uno de los mejores de su carrera –¡a estas alturas!– y que presentaron de cabo a rabo y en el mismo orden de canciones en que ha sido publicado, demostrando una vez más que son la banda anti-remember, en esa interminable cruzada por mostrar un ADN que igual puede fundir los iracundos trenzados de guitarra de la escuela Gang Of Four, la ladina acidez de Wire, el traqueteo motorik del krautrock, los calambrazos noise rock, la polirritmia africana que tanto han explorado o el vuelo libre del free jazz.