asi todas las cosas sagradas empiezan o terminan en un bar. La noche, como la vida, tiene sus movimientos, y C. Tangana los conoce todos. Tempos de subida, miradas perdidas que se quedan colgadas de un recuerdo y se borran con un estribillo, remontada sorpresa, sudor, la penúltima y nos vamos… No importa si has bailado mejor o se ha colado algún traspiés, siempre que la fiesta haya merecido la pena. Todos queremos que nos quieran al final del sarao. El que Antón Álvarez desplegó en el concierto de arranque de su gira “Sin cantar ni afinar tour” en el Palacio de los Deportes Martín Carpena de Málaga daría para un buen epitafio: la gozó. La gozaron.
Cada uno de los 8000 congregados a esta última cena del disfrute –media de edad en torno a los 40 poco asumidos– experimentaron los ritos de la pasión en forma de los mil ritmos que componen ese cóctel sin etiquetas que sirve el artista. “Alboroto, escándalo”, reza la segunda acepción de “tangana” en el diccionario de la Real Academia Española. La que formó El Madrileño en la presentación en directo de su disco homónimo, el más vendido y escuchado de la música española en 2021, estuvo a la altura de los grandes espectáculos internacionales. Una superproducción de altos vuelos en la que se mimó lo grande, pero también la flor que decoraba cada una de las mesas del elegante club estilo años 50 que reproduce la escenografía.
Como en un teatro de sombras chinescas, la figura de Pucho se colocó a cada momento en el lugar exacto para dejar de ser Puchito y proyectarse grandilocuente sobre las pantallas 4K, que multiplicaban su ser absoluto. Solo el que está arriba puede caer, y Pucho lo sabe. Los claroscuros que el disco podía presentar se disiparon en la ceremonia de la alegría de un directo que arrancó con los argumentos contundentes de una marcha cofrade que dio paso a “Still Rapping”: “España calla cuando hablo yo”. El camarero sirvió entonces unos tragos mientras Tangana abría su coctelería, enfundado en un sastre de Gucci de factura impecable y tras unas Givenchy de aire retro que ocultaban la adrenalina del que ha esperado unas cuantas colas.
Un buen maestro de ceremonias sabe lo que necesita su público y el caramelo latino servido en la voz sofisticada de Rita Payés fue el punto de partida de una noche que ya había despegado. Siempre hay una copa de no retorno y aquí fue el bolero “Un veneno”, que comparte en el disco con José Feliciano y Niño de Elche. Para entonces, las contradicciones de los que habían acudido al concierto travestidos en Santo Tomás comenzaban a ahogarse en el movimiento.
Para ser un verdadero barman se necesita algo más que buena materia prima y herramientas. Temas rescatados del folclore y las raíces de lo latino en su más amplio concepto, cantes de ida y vuelta, mucha víscera y unos artífices capaces de interpretar lo que les echen son algunas de las claves que se pueden adivinar. Metan todo eso en una coctelera y aceleren con el son 5.0. de la música actual. Pero falta el resto: la medida, el tiempo, el grado exacto de agitación, C. Tangana. “Este sudor es mío”, apostilló a continuación con “Yelo”.
Sudor compartido sobre el escenario con intérpretes contundentes como Canelita, que brindó un primer pase flamenco de altura. Y como Luis Segura, el papá de la bachata. Con “Por ti he cerrado todos los bares” se entregaba, devoto, el auditorio. No hizo falta la presencia de Nathy Peluso para ponerle materia a la mística del “último romántico” en el tema “Ateo”. Al igual que El Bola hizo de un Eliades Ochoa de ida y vuelta en la mejorada “Muriendo de envidia”.
La ronda de ritmos latinos explotó con el himno machito “Demasiadas mujeres”, que, envuelto con la épica de las cornetas y tambores que tan bien funciona por estas latitudes, terminó recolectando las últimas almas. Sobrado de crucifixiones en los papeles, Pucho –ahora ya no es Puchito, ni Puchín– sonreía desde el centro de la mesa a la que sentó a una decena de apóstoles del compás como quien sabe que tiene escondido un tesoro. Los Habichuela conocen de sobra el resto del Evangelio, la noche va a ser gloriosa de herencia. Se arrancó Antonio Carmona: “no estamos locos, que sabemos lo que queremos”. Y desató el resto de la fiesta con rumbas como “Me maten”, “Ingobernable” y “Los tontos”.
La hora de las confesiones llega justo antes de la penúltima copa. Las mejillas se acercan para que las pupilas no queden demasiado expuestas y se canta al oído el último dolor. Tiró de contención y buen gusto Tangana con su versión de “Aunque tú no lo sepas”, más desgarrador ahora si cabe. “Pa’ qué cojones sirve arrepentirse”, escupió El Madrileño en la última fase de la parranda, despojado ya de la chaqueta de raya diplomática y del traje de niño malo. Un “Viva Málaga la bella” y bulerías para un fin de fiesta en el que ya no quedó nada que cuestionar. Si la noche ha estado a la altura, nadie se pregunta por las copas que bebió.
¿Recuerdan aquello que, supuestamente, se escribía en un periódico de Nueva York sobre Lola Flores? Pues eso, “Sin cantar ni afinar”. No se lo pierdan. Ya saben: A Coruña (26 febrero), Madrid (5 marzo), Bilbao (9 abril), Barcelona (23 abril) y Zaragoza (29 abril). ∎