Mark Cunningham, Kike Bela, Lluís Rueda y Càndid Coll –sustituido por Marc Eugeni y, en la formación actual, por Carles Esteban– se unieron en 2015 en una aventura de sonidos mutantes. Cuando el underground barcelonés se encontró con el underground neoyorquino. De este modo puede definirse el nacimiento de Blood Quartet. Una década pulsando sonidos subterráneos que llegan a la superficie ronroneando con la vanguardia, la influencia del recopilatorio “No New York” (1978), doom jazz, punk, rock, noise, kraut, electrónica y todos los estilos que les puedan interesar, como la alianza con Dongyang Gozupa –trío surcoreano que mezcla la música tradicional de su país con el post-rock y el progrock– en “Terra Ignota” (Foehn, 2025). Uno de los atributos de Blood Quartet es que puede adivinarse de dónde vienen, pero es difícil escrutar hacia dónde van. El requiebro permanente.
Entrevistados por quien esto firma (Rockdelux 376, octubre de 2018) cuando habían publicado su tercer álbum de estudio, “Until My Darkness Goes” (Feeding Tube-Gandula, 2018), Cunningham contestaba de forma sencilla cuando se le comentaban los posibles géneros que conviven en la música del grupo: “Son las cosas que nos llegan en un momento u otro”, y Rueda añadía que “free jazz, punk, rock’n’roll y no wave son sinónimos, cambia si lo descontextualizas”. De declaraciones de este tipo y, por supuesto, de la música que practican, se deduce en todo momento un grado mayúsculo de libertad expresiva. Sus temas son siempre muy orgánicos. A veces no han necesitado editarlos ni poner overdubs: fluyen en el estudio de grabación y así quedan para la posterioridad, como tantas grabaciones clásicas de jazz.
Todo comenzó el 18 de junio de 2015 en el Heliogàbal, la sala de conciertos y recitales de poesía ubicada en el barrio barcelonés de Gràcia. Cunningham (trompeta, guitarra) y Rueda (guitarra) iban a tocar juntos en la presentación de un fanzine. Se les unieron Kike Bela (bajo, sintetizador) y Càndid Coll (batería), y de la fiesta improvisada del fanzine pasaron a convertirse en Blood Quartet. La historia de Cunningham es suficientemente conocida: Mars, Don King y otros proyectos neoyorquinos alumbrados durante la breve pero influyente no wave y, ya instalado en Barcelona, después en Mataró, el dúo Raeo con Gat, la Bel Canto Orchestra de Pascal Comelade y Bèstia Ferida con Adrián de Alfonso y Arnau Sala. En 1997 lanzó un disco en solitario cuyo título parece una premonición, “Blood River Dusk”, y, fruto de diversas colaboraciones en un período en el que ya tocaba con Blood Quartet, publicó en 2020 “Odd Songs” y en 2023 “Blue Mystery”.
Coll, Bela y Rueda habían catado las mieles del noise. Juntos formaron Murnau b., con tres discos editados por Jacquard Recs: “LP” (2012), “J’habite un riant pays” (2014) y “L’orgia barcelonina (o Barcelona es repobla)” (2014). Experimento y referencialidad cultural: un tema en torno a Buddy Bradley, el protagonista de “Odio” (1990-2011) y demás fantasías grunge y comiqueras de Peter Bagge; otro, con influjo de Sonic Youth, centrado en Jack Duluoz, protagonista de varias novelas autobiográficas de Jack Kerouac, además de una versión libre de “Last Mistress”, de Kim Gordon y Bill Nace (Body/Head). También escepticismo (“Angoixa adolescent”), magia (“El nen màgic”, “Moments de màgia artificial”), space rock, no wave y probaturas a la búsqueda de una identidad que, al contacto con Cunningham, tomaría una forma embrionaria (Cunningham + Murnau b.) para poco a poco adaptarse ya a la idea de un cuarteto y no dos partes conjugadas.
Antes de todo ello, Rueda había registrado varios artefactos como Murnau, sin b, y Mardou. Coll tocó en Zeidun y grabó en solitario como Autodestrucció, un poco punk, un poco hardcore. Bela ha sido gestor cultural y partícipe de decenas de proyectos: en enero de este año fue uno de los miembros de la orquesta que realizó la excelente interpretación en el Auditori de Barcelona de la pieza de Terry Riley “In C”. Blood Quartet tuvo una residencia en la fábrica de creación Fabra i Coats de Barcelona, con proyectos ligados a la poesía o el cine. Colaboraron con una canción en el filme “Quiero lo eterno” (2017) de Miguel Ángel Blanca y le pusieron banda sonora a “Las aventuras del príncipe Achmed”, película de sombras chinescas realizada por Lotte Reiniger en 1926. Participaron en “No som res però fa de mal dir. Els amics canten Sirles” (2024), doble álbum de homenaje a la banda barcelonesa de garage, surf y pop-rock Els Surfing Sirles: Blood Quartet versiona “A la fageda” y Coll/Autodestrucció interpreta “Esplai girls”. Son muy exigentes consigo mismos: Bela le explicaba a Xavier Gaillard en una nueva entrevista publicada en Rockdelux, en septiembre de 2022, que destruyeron por completo un disco en el que habían trabajado durante tres años porque percibieron que carecía de alma. En el anterior trabajo de Blood Quartet, “Root 7” (Foehn, 2022), Marc Eugeni sustituyó a Coll, y en “Terra Ignota” es Pau Rodriguez (la mitad del dúo Za!) quien ha grabado la batería.
Los contemplan cinco álbumes y el inminente “Terra Ignota”, una nueva probatura, ahora interrelacionándose con el folclore oriental, para un cuarteto en constante y coherente evolución. ∎

Editado primero en casete y después en compacto, en el corte titulado “String Theory” la guitarra suena abrupta, la batería cortante, el bajo es telúrico y la trompeta enlaza el hard bop con el free jazz aunque el teórico Byron Coley dijera del sonido de Cunningham en este disco que se parece a Chet Baker tocando en la escena ácida francesa de 1968. Magnífica presentación con su lado oscuro (“Dark Energy”, “Luminesce”) y post-grunge (“Gravity Pull”).

El disco retoma cinco temas del disco anterior y va de un cierto lirismo agazapado, como en “Dragon Tree”, a la textura lisérgica de “Blood House”. El fraseo aéreo de Cunningham debate con las guitarras infecciosas de Rueda, el bajo hipertenso de Bela o las voces angulosas de Coll. ¿Avant rock o free jazz electrónico? Qué más da la definición.

Editado solo en digital y grabado en IKLECTIK –un espacio londinense de improvisación musical– el 17 de abril de 2017. Tocan en directo en el estudio y en un concierto, pero en lo segundo, la relación con la audiencia los marca. Repaso a sus dos primeros discos más dos adelantos del que estaban gestando. “Fly Your Eyes”, cíclica, fluida y concéntrica, los define a la perfección.

Sin ser más pulido, el sonido que procuran la grabación y las mezclas de Jens Neumaier (12twelve) es distinto, más tenso que agresivo en palabras de Rueda. Tensión disimulada de balada en “Velvet Love” y el tema que da título al disco. Aceleración en “Surfing Rueda”, noise a lo Sonic Youth con trompeta desquiciada. Electrónica cósmica-canterburiana en “Stress Of Her Regard”.

“7 arrels, 9 ombres” (“7 raíces, 9 sombras”) es el subtítulo del disco, nombre surgido del proyecto que desarrollaron en Fabra i Coats. Canciones tomadas de novelas de J. G. Ballard, Edgar Allan Poe o Walter Mosley (y Lydia Lunch en guiño generacional de Cunningham) a partir de las cuales la música se expande entre lo cósmico y lo orgánico.

“Haze” abre nuevas perspectivas con su combinación de atmósferas propias, el fragmento de una bulería de Niño Gloria de 1929 y las cuerdas percutidas del yanggeum, una de las aportaciones de Dongyang Gozupa. En “Fuego fatuo”, la trompeta teje sus redes hipnóticas sobre un fondo sosegado. Las cadencias de arrastre noise (“Rare Doom 11”, ya interpretada en “Deep Red”), las guitarras y dulcémeles nerviosos (“Cycle”), las métricas contagiosas (“Seoul Groove”, “37th Parallel”) y hasta una ensoñación (“Dragon”). ∎