Leyenda del hardcore punk más emotivo. Foto: Marina Tomàs
Leyenda del hardcore punk más emotivo. Foto: Marina Tomàs

Concierto

Bob Mould: torres de electricidad

El influyente músico estadounidense (Hüsker Dü, Sugar y en solitario) firmó un gran concierto el sábado 8 de noviembre en la sala Estraperlo de Badalona, dentro del ciclo Curtcircuit impulsado por la Associació de Sales de Concerts de Catalunya. A solas con su Stratocaster, tirando de un repertorio cardinal, Bob Mould volvió a demostrar su condición de imprescindible pionero del mejor rock independiente.

Hay conciertos en solitario –formato “confesional”, un artista y su guitarra– que se convierten en noches de batallitas que a veces rayan la terapia desquiciada y plomiza para suplicio del sufrido público, que apoquina una pasta en taquilla para ejercer de involuntario psicoterapeuta de lujo, ¿eh, Ryan Adams? No fue el caso de la musculosa actuación de Bob Mould, historia viva del rock alternativo estadounidense que, a sus 65 años, sigue sin hacer amago de apretar el freno o querer vivir de rentas. Sin ninguna ceremonia, a las diez en punto entró Bob Mould por la puerta de la sala para saltar al escenario –tras la previa a cargo de Che Arthur, con algunas de las canciones de “For That Which Now Lies Fallow” (2024) y de “Describe This Present Moment”, su próximo álbum–, con su guitarra Fender negra en ristre conectada a un macizo amplificador de la misma marca.

“¡Me encanta estar esta noche en Badalona! ¿Quién quiere estar en los Estados Unidos pudiendo estar aquí con vosotros? ¡Pero ya hablaremos de eso más tarde!”, soltó eufórico el icono de Minneapolis antes de arrancar una interpretación furibunda de “The War”, seguida de dos clásicos de Hüsker Dü, “Flip Your Wig” y “I Apologize”, en pura concatenación de ilustrado raca-raca ramoniano.

Fiel a sus principios, siempre. Foto: Marina Tomàs
Fiel a sus principios, siempre. Foto: Marina Tomàs

Ilustrado porque el formato de solo eléctrico es muy complicado, y servidor tenía en mente el peligro de que el feedback formara una pelota de distorsión que se zampase las canciones. Pero no fue el caso: cual Richard Thompson del hardcore punk, Mould hizo gala de una variedad de recursos que lo convirtieron en una orquesta de una sola guitarra, pero sin virtuosismos superficiales: solos a tres notas, octavas tocadas a velocidad, interludios percusivos… En algunos instantes, al tocar clásicos como “Hoover Dam” de Sugar, esperas escuchar una pista de bajo o batería que jamás llega, pero que Mould suplió con una habilidad extraordinaria para redibujar las canciones y llenar los huecos con retruécanos de acordes que fluyeron con sobrenatural naturalidad (parece un anuncio de esos manuales de guitarra que prometen que jamás tocarás un acorde con cejilla, sino que aprenderás a navegar por las notas agudas de todo el mástil).

Mould lleva ya un tiempo girando en este formato en solitario, y su actuación desprendió una urgencia punk, seca y directa que no restó un ápice de fuerza a esas pequeñas piezas perfectamente construidas que reinterpreta. La calistenia musical impecable de la que hizo gala le permite no echar una banda en falta, con el control absoluto del sonido de las cuerdas y el feedback. Incluso las canciones más nuevas –más contenidas en sus versiones de estudio– cobraron una energía inesperada cuando Mould las disparó en ráfagas de tres o cuatro seguidas.

Entrega y pasión. Foto: Marina Tomàs
Entrega y pasión. Foto: Marina Tomàs

Este formato de canción resumida en furibunda miniatura eléctrica permitió a Mould ir directo a puerta y vaciarnos a bocajarro un repertorio de veintipico canciones que resumieron con propiedad toda una carrera de casi treinta discos: abundó en su penúltimo trabajo, “Blue Hearts” (2020), pero hubo recuerdos para Sugar –espléndida esa efervescente “If I Can’t Change Your Mind” de los bises– y sobre todo para Hüsker Dü, llegando a encadenar casi una ristra de seis pedradas de la seminal banda prefiguradora del indie rock, siendo las más celebradas “Something I Learned Today” y la suprema exquisitez agridulce de “Never Talking To You Again” (Dios quiera que esta sagrada melodía de crooner punk se mantenga alejada de las garras de Bunbury, Loquillo o, glups, Raphael).

La voz de Mould es más elástica y expresiva que nunca en directo: no flaqueó ni una sola vez, y pudimos apreciar hasta qué punto luminarias del rock actual como Craig Finn, de The Hold Steady, han mamado de su estilo (por no mencionar los cubos de sudor que el hombre derrochó a diestro y siniestro). Mould se dio un respiro para lamentarse –y cachondearse– un poco del estado de las cosas en su país: “¡Estados Unidos! ¿Qué has hecho? Lo siento, amigos, esto es muy jodido. Estados Unidos no entiende lo que está pasando porque es un país muy joven. ¡Me da mucha vergüenza! Pero a mí no me miréis, que yo soy de la república de California y llevo cantando contra esto toda mi vida”, soltó en un pequeño monólogo entre divertido y resignado. Antes de los bises hüskeros, encadenó una ristra de canciones de su carrera en solitario “sobre el triste estado de las cosas”, entre las que destacaron “Next Generation” y “Daddy’s Favourite”.

Fue una hora y cuarto de rock puro, preciso, emotivo y sin adornos. ¿Breve? No incurriré en el topicazo de lo bueno y breve, pero sí diré que lo sustancioso y denso del potaje eléctrico dejó a todo el mundo lleno y satisfecho, que no harto. Vuelve pronto, Bob. ∎

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