Burt Bacharach, en 1968: el poder y la gloria. Foto: Martin Mills (/Getty Images).
Burt Bacharach, en 1968: el poder y la gloria. Foto: Martin Mills (/Getty Images).

Fuera de Juego

Burt Bacharach, hit maker!

Autor de decenas de temas universales de la música popular fraguados en la elegancia, la sofisticación y una forma precisa de construir las canciones, arreglarlas y adecuarlas a cada voz femenina o masculina, creó algunos de los himnos pop más rotundos de los años sesenta asociándose suavemente con el jazz, el lounge, la bossa nova, el soul, las baladas de crooner, la música cinematográfica y otros géneros. Vivió un intenso revival en la segunda mitad de los noventa, gracias entre otras cosas a su colaboración con Elvis Costello. Falleció el pasado 8 de febrero.

Tuve la suerte de ver en directo a Burt Bacharach (1928-2023). Fue en junio del 2000, en Londres. Había ido para asistir a un concierto digamos que bastante distinto, uno de John Zorn, Bill Laswell, Fred Frith y Dave Lombardo teloneados por Derek Bailey. En el periódico vi anunciado para un par de noches antes un festival en torno a Bacharach y su letrista, Hal David, en el Royal Albert Hall. No era un concierto cualquiera, ya que iba a contar con la presencia de Dionne Warwick, Sacha Distel, Petula Clark, Leo Sayer y Elvis Costello, más Mick Talbot –The Style Council– a los teclados. Sorprendentemente, conseguí entradas pocas horas antes del inicio. En la platea y los anfiteatros se mezclaban señoras y señores bien trajeados de la edad del mismo Bacharach con un buen número de hippies y gente mucho más joven que vestía camisetas de Joy Division, The Cure y bandas hardcore. La buena música no sabe de fronteras, estilos ni generaciones.

Fueron dos actuaciones memorables. Y había algo de justicia poética en esa coincidencia londinense, ya que solo tres años antes Zorn –que siempre ha tenido muy buen gusto para la música ajena– había producido el disco doble de tributo “Great Jewish Music. Burt Bacharach” (Tzadik, 1997), en el que Kramer, Marc Ribot, Lloyd Cole & Robert Quine, Bill Frisell, Yuka Honda & Sean Lennon, Dave Douglas y Mike Patton, entre muchos otros, versionan algunos de sus clásicos: “Close To You”, “Do You Know The Way To San Jose”, “I Say A Little Prayer”, “The Look Of Love”, “What’s New Pussycat?”, “What The World Needs Now Is Love”, “Walk On By”, “Trains And Boats And Planes”, “Alfie”, “Wives And Lovers”, “A House Is Not A Home”, “(The Man Who Shot) Liberty Valance” y “Promises Promises”. No se dejaron ninguna de sus piezas esenciales, solo “Raindrops Keep Fallin’ On My Head”, “Wishin’ And Hopin’” y “Anyone Who Had A Heart” y “I’ll Never Fall In Love Again”, dos de sus maravillosas y pequeñas sinfonías pop con Dionne Warwick, no fueron contempladas en aquella revisión desde las entrañas del avant-garde neoyorquino.

Con Dionne Warwick, en 1964, en el estudio de grabación. Foto: Daily Mirror (Getty Images)
Con Dionne Warwick, en 1964, en el estudio de grabación. Foto: Daily Mirror (Getty Images)

Porque la originalidad de Bacharach para la composición y, sobre todo, los arreglos –suaves y tamizados toques de los instrumentos de viento, sedosas secciones de cuerda, armonías y cadencias pausadas, gratas melodías bajo las cuales laten las letras algo más rugosas de Hal David sobre las relaciones humanas– lo convirtieron en piedra angular de la música popular de la segunda mitad del pasado siglo. Aunque sus detractores –que los tuvo durante años, y más cuando empezó a triunfar en el cine con unas bandas sonoras a la contra– lo pusieran como ejemplo de música para supermercados y ascensores, algo con lo que también tuvieron que convivir Henry Mancini y la mayoría de los practicantes de la lounge music, el género exotica y el easy listening. Hoy nadie pone en duda las aportaciones de Les Baxter, Esquivel, Martin Denny o Arthur Lyman, precisamente por el sonido que crearon y su innata capacidad para experimentar en los primeros tiempos de la estereofonía. A Bacharach se le llegó a comparar con el almibarado Francis Lai cuando en realidad estaba más cerca de la inventiva sensual del jazz de la Costa Oeste, el cool jazz que representan Dave Brubeck, Paul Desmond, Gerry Mulligan, Shelly Manne, Chet Baker, Stan Getz y Art Pepper.

Versionado por gente de jazz, blues, soul, pop y rock, del guitarrista Wes Montgomery a The Beatles –que incluyeron en su primer álbum, “Please, Please Me” (Parlophone, 1963), una versión de “Baby It’s You”–, Bacharach nunca dejó de ser un músico universal: redefinió con sus arquitecturas melódicas e intuitivos arreglos lo que debe ser una canción popular y creó una inmensa colección de temas que pueden ser abordados desde los prismas más variados. No es extraño que además de tributos iconoclastas y de parabienes ortodoxos fuera objeto de remodelación por músicos tan curiosos como el moldavo Leonid Soybelman en “Leonid Soybelman’s Much Ado About… Burt Bacharach’s Walk On By” (Prospect Mira, 1998), consistente en distintas variaciones sobre este clásico del autor ejecutado en clave de punk, folk abstracto y electrónica minimalista, con guitarras, casio y samples. O que estableciera una fructífera colaboración con Elvis Costello. Esta relación surgió de forma natural gracias a la directora Allison Anders y al comediante Mike Myers. La primera los juntó para interpretar un tema en su espléndida “Grace Of My Heart” (1996), película inspirada en los compositores del Brill Building, la gran factoría neoyorquina de canciones en la que se conocieron Bacharach y David en 1957. Myers incluyó en la banda sonora de “Austin Powers. Misterioso agente internacional” (Jay Roach, 1997) una versión de “The Look Of Love” a cargo de Susanna Hoffs y una lectura de “What The World Needs Now Is Love” ejecutada por el mismo Bacharach con The Posies. En la segunda entrega de esta serie de filmes paródicos sobre agentes secretos, “Austin Powers 2. La espía que me achuchó” (Jay Roach, 1999), Costello y Bacharach aparecen tocando “I’ll Never Fall In Love Again” junto a una boca de metro en Londres. Era una elección muy coherente: Bacharach había compuesto tres décadas antes todo el score de “Casino Royale” (John Huston, Val Guest, Ken Hughes, Robert Parrish y Joseph McGrath, 1967), descerebrada parodia del cine de espionaje que intentó poner a James Bond en la picota sin conseguirlo. Entre medio grabaron un disco juntos, “Painted From Memory. The New Songs Of Bacharach And Costello” (Mercury, 1998), del que se desprendería otro álbum, “The Sweetest Punch” (Decca, 1999), con versiones instrumentales del disco anterior arregladas por Bill Frisell y con Costello y Cassandra Wilson cantando en tres temas. Bacharach en panorámico.

Burt Bacharach tocando el piano en su casa de Hollywood.
Burt Bacharach tocando el piano en su casa de Hollywood.

Nacido en Kansas City en 1928, de origen judío, aprendió piano y composición, se acercó al jazz, estudió con Darius Milhaud y supo pronto cuál era su destino en el mundo de la música: componer melodías sofisticadas, aparentemente sencillas, y convertirse en un hit maker, como reconocería utilizando este concepto para el título de uno de sus primeros álbumes. Fue pianista de sesión y de acompañamiento en giras de gente diversa, escenarios ajenos en los que adquirió el suficiente bagaje para despegar en solitario componiendo para otros sin dejar de ofrecer su sello. El encuentro con Hal David fue determinante en su nueva orientación de baladista. ¿Sentimental? ¿Edulcorado? Y un cuerno. Si el pop es arte, que lo es, Bacharach es uno de sus mayores representantes: ritmos risueños, estribillos fáciles de tararear, coros armoniosos y orquestaciones de ensueño a la vez que anotaciones complejas, arreglos vocales repletos de inflexiones y unos textos y subtextos menos hedonistas de lo que cabría pensar. Como el de “A House Is Not A Home”, una de sus canciones más perfectas junto a “Walk On By”, registrada en 1964 por Brook Benton para la columna sonora del filme “Una casa no es un hogar” (Russell Rouse, 1964), y versionada el mismo año por Dionne Warwick: “Una silla sigue siendo una silla incluso cuando nadie se sienta en ella / Pero una silla no es una casa y una casa no es un hogar / Chica, una habitación sigue siendo una habitación incluso cuando no hay nada más que tristeza / Pero una habitación no es una casa y una casa no es un hogar”. El sonido Bacharach impregnado de tristeza. Escuchando sus discos siempre he tenido la misma y curiosa sensación, aquella de tener nostalgia por cosas y épocas que no has vivido.

Grabó pocos álbumes, y lanzó muchos sencillos que permanecieron durante semanas en el top 10 estadounidense: siempre fue autor más de canciones que de discos. Grabaciones instrumentales, cantadas o con orquesta y coros, aunque la disparidad de ediciones en vinilo y después en compacto hace difícil establecer una discografía precisa, ya que se mezclan los temas entre unos y otros: “The Man! His Songs” (Kapp, 1965), “Hit Maker!” (Kapp, 1965), “Plays His Hits” (Kapp, 1966) –del segundo hay una versión de 1997 titulada “Burt Bacharach Plays His Hits” y del mismo año es una nueva edición del tercero con el título de “Hit Maker! Burt Bacharach Plays His Hits”: un auténtico galimatías–, “Reach Out” (A&M, 1967), “Make It Easy On Yourself” (A&M, 1969), “Burt Bacharach” (A&M, 1971) y “Living Together” (A&M, 1973) definen su mejor época. El triple “The Look Of Love”, editado por Rhino en 1998, es indispensable sobre todo para repasar su evolución de 1957 a 1972 y para degustar, además de sus piezas más conocidas, aquellas que compuso para Marty Robbins, Lou Johnson, Perry Como, The Drifters, The Shirelles, Bobby Vinton, Jackie DeShannon o The Carpenters.

De su nada desdeñable cosecha en el presente siglo destacaría “At This Time” (Columbia, 2005), un intento de resituarse con clase y con la participación de Costello, Rufus Wainwright y Dr. Dre. En 2013 publicó sus memorias, “Anyone Who Had A Heart. My Life And Music”. El título evoca un momento de esplendor: la dulce “Anyone Who Had A Heart” fue, en 1963, la primera y exitosa canción que grabó con Warwick –en la edición italiana de discos Fontana, Bacharach aparece acreditado como “Bert”–, versionada al año siguiente por Cilla Black para el mercado inglés y cantada por Petula Clark en francés, español e italiano.

Dejó también colaboraciones ilustres. En 2007, el sello alemán Bureau B publicó la compilación “Marlene Dietrich With Burt Bacharach Orchestra”, veinte estándares norteamericanos, germanos y franceses registrados entre 1959 y 1965, de “Makin’ Whoopee!” a “Lili Marleen”, en los que la batuta de Bacharach sacó todo el brillo posible de las cualidades vocales y escénicas –chanson, cabaret, crooner, comedia, melodrama– de la famosa actriz. Conviene destacar los discos de algunas de las cantantes con las que colaboró asiduamente: el recopilatorio “Dionne Warwick Sings The Bacharach & David Collection” (1994) sería una buena entrada al universo de las canciones de Bacharach, algunas compuestas para que Warwick las interpretara, otras llevadas a su terreno por la cantante.

Burt Bacharach y Hal David ganaron el Óscar a la mejor canción en 1969 por “Raindrops Keep Fallin’ On My Head” para “Dos hombres y un destino”.
Burt Bacharach y Hal David ganaron el Óscar a la mejor canción en 1969 por “Raindrops Keep Fallin’ On My Head” para “Dos hombres y un destino”.

En el cine le fue muy bien. No se prodigó en exceso, pero algunos de los hits más incontestables de su carrera pertenecen a sus bandas sonoras: la comedia “What’s New Pussycat?” –“¿Qué tal, Pussycat?” (Clive Donner, 1965)– contiene el tema del mismo título cantado por Tom Jones. “After The Fox” –“Tras la pista del zorro” (Vittorio de Sica, 1966–, desconcertante comedia sobre un ladrón que se hace pasar por director de cine, escrita por el comediógrafo estadounidense Neil Simon y el padre del neorrealismo italiano, Cesare Zavattini, contó con The Hollies para interpretar el tema principal junto a Peter Sellers. “Alfie” (Lewis Gilbert, 1966), la historia del seductor cockney encarnado por Michael Caine, tiene banda sonora de Sonny Rollins, pero el precioso tema principal, cantado por Cilla Black, fue encomendado al tándem Bacharach-David. “Casino Royale” lució con “The Look Of Love” de Dusty Springfield y “Dos hombres y un destino” (George Roy Hill, 1969) con “Raindrops Keep Fallin’ On My Head” cantada por B. J. Thomas (aunque la versión más famosa es de Sacha Distel). Con esta pegadiza canción siempre he tenido mis problemas. Define muy bien el estilo del compositor, pero su inclusión en una escena en la que los poco creíbles Paul Newman y Robert Redford –como Butch Cassidy y Sundance Kid– pasean en bicicleta con Katharine Ross, en el contexto de un wéstern más o menos crepuscular aunque sin la rabia de un Sam Peckinpah, endulza demasiado el retrato de estos ya de por sí “simpáticos” forajidos. Y el uso de sus canciones en algunas películas mantendría comercialmente muy viva su obra, caso de la secuencia en el restaurante de “La boda de mi mejor amigo” (P. J. Hogan, 1997) con todos los comensales cantándole a Julia Roberts “I Say A Little Prayer” en una versión tan enérgica como las de Warwick y Aretha Franklin.

Regreso a Londres, año 2000. Recuerdo el temblor de la voz de Petula Clark al interpretar “A House is Not A Home”, al actor televisivo Brian Conley imitando a Tom Jones al cantar “What’s New Pussycat?”, la discreción de Elvis Costello al presentar a Bacharach antes de interpretar juntos un tema y el esperado clímax con Dionne Warwick encadenando “Walk On By”, “I Say A Little Prayer” y “Do You Know The Way To San Jose”, casi una síntesis perfecta de la obra de Bacharach, y rematando con “Anyone Who Had A Heart”. Hal David subió al escenario del Royal Albert Hall para saludar. El otro genio en la sombra. ∎

El concierto del Royal Albert Hall, en Londres, del año 2000: homenaje a lo grande.

Hoja de ruta

BURT BACHARACH
“Reach Out”
(A&M, 1967)

Aunque portentoso en los temas ideados para ser cantados por Dionne Warwick o Dusty Springfield, Gene Vincent o Perry Como, los discos con las lecturas instrumentales de su temario, sin voz solista pero con coros, definen también de forma rotunda el estilo cool del autor. “Reach Out”, con su elocuente portada en la que Bacharach aparece capturado en una quincena de fotogramas rotos, es uno de sus mejores trabajos, pleno de diversidad instrumental –trompetas con sordina, saxos, pianos, órganos líquidos, vientos y cuerdas trenzadas, untuosas percusiones, guitarras–, con grandes temas “escondidos” como “Reach Out For Me” y “Are You There (With Another Girl)” y la posibilidad de escuchar, algo más descarnadas, “Alfie”, “What The World Needs Now Is Love”, “The Look Of Love” o una “I Say A Little Prayer” entre lounge y tropicalista.

BURT BACHARACH
“Casino Royale”
(Colgems-Varèse Sarabande, 1967)

“The Look Of Love”, que acompaña la satírica escena de seducción entre Peter Sellers y Ursula Andress, vampiriza toda la banda sonora con su suave acento de bossa nova –Stan Getz grabó una versión– y la extraña melancolía que le confiere la voz de Dusty Springfield. Pero el trabajo de Bacharach abraza aquí la fanfarria militar, la música circense y para la pantomima. También los aires de wéstern, vodevil y music hall en sintonía con el carácter paródico del filme, destacando además el tema de apertura servido por la trompeta de Herb Alpert y su Tijuana Brass.

ELVIS COSTELLO WITH BURT BACHARACH
“Painted From Memory”
(Mercury, 1998)

Auténtico trabajo de orfebrería que suma lo mejor de ambos músicos en temas como el exquisito “Toledo” y el que habían registrado para el filme de Allison Anders, “God Give Me Strength”. En “The Long Division” se luce Bacharach con los arreglos, mientras que en “Painted Memory” es Costello quien brilla vocalmente sobre el perfecto colchón de cuerdas, tenues coros, piano y guitarra acústica que le brinda su veterano socio. “The Sweetest Punch” es otro elogio del detallista ornamento pop. ∎

Como complemento de este Fuera de Juego, Quim Casas selecciona esta playlist con temas tocados por la varita mágica de Burt Bacharach.

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