Florence Shaw: menos es más. Foto: Sergio Morales
Florence Shaw: menos es más. Foto: Sergio Morales

Concierto

Dry Cleaning: la extraña belleza de lo rutinario

La banda británica, convertida desde hace unos años en un verso suelto del post-punk actual, demostró anoche en el Teatro Barceló de Madrid que se puede cautivar al público sin necesidad de aspavientos ni arengas, con una Florence Shaw impasible que guía a la audiencia como si de una cuentacuentos se tratara. Hoy actúa en Valencia y mañana en el festival Soundhood SON Estrella Galicia de Barcelona.

Sonaron las primeras notas del bajo machacón de Lewis Maynard y la batería monolítica de Nick Buxton en “Strong Feelings” y quedó claro desde el principio que la cosa no iba de estribillos coreables ni melodías pegajosas. Nada de grandes despliegues escénicos en el Teatro Barceló, solo el nombre de la banda en letras blancas sobre un fondo negro. Tampoco discursos encendidos ni aspavientos. Florence Shaw apareció impasible sobre el escenario a las 21:35 y recitó el primer verso como el funcionario que te atiende al otro lado de la ventanilla en Hacienda: “Solo un emo, coleccionista de cosas muertas…”.

Y ya. No hizo falta más para conectar con el público, que comenzó a mover la cabeza al ritmo de la música como si fuera un ejército zombi. No me imagino mejor estrofa que la de esta carta de amor improbable sacada de su debut en 2021, para anticipar lo que íbamos a presenciar en la primera de las tres actuaciones que Dry Cleaning ofrece en España esta semana: una extraña lucha entre lo rutinario y lo profundo, entre el desapego y la ternura, entre la apatía y el afecto, que ha convertido al grupo en una especie de verso suelto dentro del post-punk de los últimos años.

Canciones sin excesos. Foto: Sergio Morales
Canciones sin excesos. Foto: Sergio Morales

La noche había arrancado con CORTE!, la nueva banda de Gonzalo Barbero, que presentaba “Música para humanos”, álbum que Sonido Muchacho publicó hace solo dos semanas. Se subió al escenario con mucha más rabia que los británicos y sacó los dientes desde el principio. El madrileño desplegó todo su sarcasmo y frustración, en un preámbulo que resultó divertido y chocante antes de que Dry Cleaning aparecieran para bajar las revoluciones y demostrar que hay otras formas de emocionar y cautivar al público. Prueba de ello fue “Jam After School”, que sirvió para que la vocalista comenzase su particular locución entre los arpegios juguetones y estridentes del guitarrista.

Aparentemente, ella es la protagonista de la noche, con su traje dorado, sus susurros y esos pequeños movimientos de brazos en los que parece que va a romperse. En ocasiones suena como si Kim Gordon hubiera fichado por Joy Division, sobre todo cuando se aceleran, pero lo cierto es que todo funciona por las increíbles líneas de bajo de Maynard, el rey en la sombra de este cuarteto londinense que anoche se convirtió en quinteto para la ocasión. “Vamos a tocar cinco temas del nuevo disco, que saldrá en enero”, anunció Shaw en la única vez que se dirigió al público.

Se refería a “Secret Love”, del que primero adelantaron “My Soul / Half Pint”, una maravilla en la que nos cuenta sus miserias mientras se bebe tranquilamente una cerveza en su bar de confianza. Dolor y apatía en una misma canción, pero cantado –o narrado– sobre un bajo poderoso que te golpea el pecho y te invita a bailar, aunque solo unos pocos lo hagan en las primeras filas. Así son los conciertos de Dry Cleaning, una experiencia a medio camino entre el trance disfrutón y la observación clínica de lo cotidiano, que a veces amenaza con caer en la monotonía, pero que siempre acaba levantando el vuelo.

Cero aspavientos. Foto: Sergio Morales
Cero aspavientos. Foto: Sergio Morales

“Gary Ashby” y “Her Hippo” fueron las mayores concesiones a la melodía y a la melancolía de la noche. Un espejismo pop, con Shaw igual de quieta e inquietante que siempre. Lo cierto es que en España tenemos un precedente parecido: Ariadna Paniagua, de Los Punsetes, la banda que curiosamente actuaba a esa misma hora en local contiguo, la sala But, y cuya vocalista lleva desde 2004 cantando sin mover un solo hueso ni dirigirse al público, mientras sus compañeros despliegan las melodías más pegadizas del rock independiente nacional. Florence, puede decirse, es la Ariadna británica, aunque se mueva un poco más.

No hay duda de que Dry Cleaning juega a conseguir lo máximo con lo mínimo, y parece que les funciona desde que grabaron su primer LP en 2021, “New Long Leg”, y captaron la atención de los medios. Fue en el tramo final del breve concierto donde mayor provecho sacaron a esta fórmula. Primero, con el guitarrista Tom Dowse arengando al público con los puños en alto, como si de un partido de fútbol se tratara, después de interpretar “Viking Hair”. Y, por último, con las canciones más aceleradas y agradecidas de su repertorio, “Don’t Press Me”, “Scratchcard Lanyard” y “Magic Of Meghan”, que se precipitaron sobre Shaw para que luchara por imponer su voz entre tanta guitarra punzante. Una hora exacta después, todo estaba vendido. Ni aspavientos, ni discursos encendidos… ni bises. ∎

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