Lejos de reducir la marcha, durante estos últimos diez años, Bob Stanley (Horsham, 1964), teclista y compositor de Saint Etienne, ha publicado alrededor de 40 colecciones temáticas de canciones, cada una de ellas minuciosamente situadas en su propio contexto histórico. Siete durante el año pasado, entre ellas, el superlativo “Something’s Up! Film, TV & Studio Work 1964-67” (Ace, 2024), su segunda tanda de gemas dispersas de John Barry, o “Fantastic Voyage. New Sounds For The Europe Canon 1977-1981” (Ace, 2024) o “Café Exil. New Adventures In Electronic Music 1972-1980” (Ace, 2020) o “Bob Stanley/Pete Wiggs Present Winter Of Discontent” (Ace, 2023); la mayoría alcanzaron sitio en las listas de lo mejor del año en Rockdelux. En 2025 lleva publicadas, también en el sello Ace, “Liverpool Sunset. The City After Merseybeat 1964-1969” y “American Baroque. Chamber Pop And Beyond 1967-1971”, contraparte de “Tea & Symphony. The English Baroque Sound 1967-1974” (Castle, 2007), una nueva muestra de los intereses dispares de este músico, productor, periodista, coleccionista, empresario, investigador, autor perspicaz y firme opositor a caballero del Renacimiento.
La tentación es asimilar a Bob Stanley con el rango de archivista aun con las facilidades que brinda la era digital. La verdad es que no nos lo imaginamos como Alan Lomax vagando sudoroso por los pantanos de Luisiana con una petaca de bourbon y dos sanguijuelas en la axila. Nuestro compilador favorito se postula de otra forma: “Me gustaría pensar que sí, no andas desencaminado del todo, pero creo que se aproximaría más al trabajo de historiador social. A veces las canciones son relativamente obvias, no oscuras, solo que no han sido presentadas de una manera determinada”. Efectivamente, la mayor parte de estas compilaciones cuentan una historia, o crónica, con hermosas unidades de información llamadas canciones apoyadas por cuidadosos comentarios: “Por eso las notas de portada son tan importantes. Todo va unido en el mismo paquete, es una especie de documento social”. En esta web pueden encontrarse la mayor parte de sus referencias con todo lujo de detalles: títulos, fechas de publicación, créditos, libretos completos escaneados con las notas del compilador… Pero lo mejor, si el bolsillo acompaña, es hacerse con estos lustrosos objetos editados en vinilo y disco compacto por lo general ausentes en las plataformas digitales.

Ensoñaciones británicas ácidas como un sándwich de huevo y berro están siempre presentes en las reveladoras colecciones de folk psicodélico de Bob Stanley. Ace acaba de recuperar este viejo título aclarando alguna cuestión confusa de la primera edición: “Debido a un error tipográfico John Reed salía como recopilador, pero fui yo quien se ocupó de este”. Y también lo fue del posterior “Early Morning Hush” (Castle, 2006). “La nueva edición es una selección subjetiva de las mejores piezas de ambos discos. Fue una era muy especial”.

De casta le viene al galgo: “Muchas de estas piezas me las ponían mis abuelos o las escuchaba de niño en Radio 2, de la BBC, aunque las canciones solo tendrían entre 15 y 20 años. Me encanta esa sensación tan acogedora, como de mantita de posguerra, que transmite la música de antes del rock’n’roll. Nada demasiado desafiante emocionalmente por lo que entiendo que tenía que desaparecer”. Los Lyons Corner Houses eran acogedores centros art déco avant la lettre colmados de delicatessen.

“Me encantan los arreglos de Robert Kirby, más cercanos a compositores ingleses clásicos como Vaughan Williams que a los arreglistas basados en el pop. Kirby era un candidato obvio para la serie de productores-arreglistas de Ace, al igual que Thom Bell, y me parece una locura que a nadie se le hubiera ocurrido hacerlo antes”. Estamos completamente de acuerdo en tal apreciación, porque hablamos del inolvidable arreglista de gente especial como Nick Drake, John Cale, Vashti Bunyan o Shirley Collins.

Una de las pocas incursiones de Bob Stanley en la música continental europea, krautrock aparte, es este evocador episodio donde recupera las turbulencias de Mayo del 68 y el pop introspectivo resultante, no en vano Saint Etienne es una ciudad gala. “El pop yeyé fue una burbuja que no fue a ninguna parte fuera de Francia. La forma en que terminó, casi de la noche a la mañana, no guarda comparación en el Reino Unido o Estados Unidos. Descubrir esta música fue como encontrar unos años sesenta paralelos”.

“Hablar con Thom Bell para perfilar los textos de portada fue el momento culminante de este trabajo. En mi opinión tenía la vida resuelta, pero no era demasiado modesto y sí consciente de ser alguien que podía hacer que las cosas sucediesen. Todo lo tenía en su cabeza, se encontraba muy cerca de ser un genio”. Bell fue uno de los artífices del sonido Filadelfia, la música soul que copó las listas de éxito americanas a mediados de los setenta con sus instrumentos inusuales y orquestaciones exuberantes. Otro título insoslayable.

Nuestro sabueso favorito se alegra cuando reconocemos en “The Tears of Technology” uno de sus mejores trabajos: “Te lo agradezco. Pete y yo veníamos hablando de esta recopilación desde principios de los años noventa. Acabarla fue muy emocionante para nosotros”. También le felicito por la inclusión de Eyeless In Gaza en esta visión tan emocional del synthpop: “Nos encantaban. Les escribíamos cartas de fan y Martyn Bates nos respondía con cintas de Sandy Denny y Laura Nyro. Fue una gran influencia para mí”.

El tino para destilar esencias y reconocer los mejores casos de una tendencia determinada es la virtud basal del inglés. Un ejemplo de ello es esta antología de artistas sureños norteamericanos que descorcha con Lee Hazlewood: “Era maravilloso, y muy divertido. Detesto cuando la gente intenta hacer un ‘Nancy & Lee’ (1968), ya sabes, los dúos chico-chica que quieren parecer oscuros y misteriosos, tipo Isobel Campbell y Mark Lanegan, porque nunca introducen el humor, que es tan importante”. Y necesario.

No podía faltar esta atemporal banda sonora dedicada a la meca británica. Saint Etienne también grabaron el melancólico “Finisterre” (Mantra, 2002) sirviendo a Paul Kelly la música de su documental homónimo: “Viví allí mucho tiempo, significa mucho para mí, su historia, su arquitectura, la lucha constante de sus habitantes contra la City, el barrio financiero. Me alegro de haberme marchado, no quería criar niños en el norte de Londres. El resto del país es también bastante interesante, y mucho menos privilegiado”.

En nuestra reciente revisión de Carpenters explicábamos el origen del hit que da título a este álbum. Su compositor es Paul Williams, “artesano” a sueldo de A&M Records: “Es un hombre merecidamente rico y famoso. Hizo música para The Muppets (aquí “Los Teleñecos”) y ha colaborado con gente como Daft Punk, pero creo que está enormemente infravalorado como letrista. Creo que es un verdadero filósofo”. Stanley da en el clavo de nuevo rescatando este ramo de estándares del cancionero estadounidense de los setenta.

Bob Stanley nos deleitó el año pasado con estas canciones de cuna de la era espacial, metapop analógico sin derechos de autor creado en ciertos estudios del Soho y Mayfair londinenses: “Siempre me ha fascinado esta música, es un mundo de sombras. También muy pop en el sentido de que a menudo se la hace sonar como algo popular, ya sea por imitación de una canción existente o del espíritu del momento. Son bandas sonoras de películas y programas de televisión no realizadas. ¡Ya me dirás si hay algo más mágico!”. ∎