Monarca jorobado y fabulador empedernido, Irieix es la personalidad artística inventada por Lluís Margarit. Electrocantautor de espíritu cabaretero, y un tanto impostor al tiempo que también sentimental, acaba de publicar “Irieix I ‘el Geperut’”, donde nos cuenta las desventuras de quien guarda y/o esconde en su chepa los más íntimos pesares.
No todos los días tiene uno ocasión de charlar con un señor nacido en 1425, intérprete de laúd y, para más inri, inventor de la barretina. Oportunidad relativa, ya que el personaje en cuestión, llamado Irieix, es en realidad una bonita fabulación de Lluís Margarit, artista de 31 años que acaba de publicar su primer álbum oficial, “Irieix I ‘el Geperut’”, editado por Primavera Labels. Un singular ejercicio por parte de un no menos singular electrocantautor que, combinando piezas en catalán y castellano, nos cuenta las desventuras de este monarca chepudo en clave cómico-paródica.
Para comprender quién es Irieix primero debemos saber quién es Margarit. Criado en Granollers, estudió cine y no le fue nada mal: el corto que dirigió como proyecto final, “Calvario” (2019), fue adquirido por HBO en Estados Unidos (y está disponible en Filmin). “No creas que gané mucho dinero con esto”, matiza quien, posteriormente, orientó su carrera hacia la música. “En la secundaria yo tenía un grupo con compañeros de clase como Josep Puigdollers (El Pony Pisador), Pol Clusella (Petit Ibèric) y un par de colegas más. Pero cuando acabé los estudios de cine, aún tenía la espinita de cantar canciones”.
En 2019, pues, Margarit retomó su relación con la música grabando –con el móvil y una somera mezcla –el EP “Notes de veu”, el primer trabajo casero firmado por Irieix. “Empecé a hacer conciertos por los bares. Pol Clusella me dijo que me produciría, y empezamos a sacar singles como ‘Cada matí’ o ‘Veig un futur’”.
Fue así como nació y se fue consolidando un alter ego en el que también hallamos una coordenada íntima: según nos cuenta su propio inventor, “Irieix es el nombre que mi madre quería ponerme cuando nací, pero mi abuela insistió en que era un nombre muy raro y difícil de pronunciar, y al final me pusieron Lluís”. Más allá de este pequeño desquite biográfico, es un personaje cómicamente torturado. Lo canta él mismo en uno de los temas del disco, “Geperut de Notre Dame”: “Tota aquesta gepa són temors que vaig guardant” (“toda esta joroba son temores que voy guardando”). “Irieix va ocultando en su chepa el desamor, el amor, los miedos sociales… Oculta todas las cosas que le pasan y que no quiere mostrar para no sentirse mal. Es alguien que no para de hacer bromas para tapar su realidad”.
El amor duele, amigos, y como apunta nuestro interlocutor“el desamor duele todavía más. Yo creo que lo interesante de este disco es que habla de temas muy universales, pero es guay narrarlos como historietas. Pienso que quizá bebo un poco de Nacho Vegas en el sentido narrativo”. ¿Tiene esto que ver también con su vocación cinematográfica? “Sí”, admite. “En las canciones, y ‘Amor ai amor’ es un buen ejemplo de ello, hay mucho giro argumental. A veces, sobre todo en el ‘urban’, escucho cosas muy simplistas. Yo prefiero plantear las canciones como una manera de explicar historias”.
Es sin duda original la paleta sonora con la que Irieix nos acerca estas historias que ha mencionado: una amalgama en la que conviven metales de fanfarria, atmósferas y tralla electrónica, tumbaos latinos e incluso algún detalle clásico. Todo ello casa con las preferencias musicales del artista, fan confeso de la Guillermina Motta cupletista (“Remena nena”) o el Sisa más asequible (el de “La nit de Sant Joan” junto a los inevitables Dagoll Dagom). La cofundadora de Els Setze Jutges Remei Margarit, Luis Aguilé, el uruguayo Juan Wauters o las mexicanas Las Perlitas afloran también en la conversación, dándonos más coordenadas respecto a su imaginario musical.
Con la producción de amigos como el ya citado Pol Clusella o Juan Feduchi, ha explorado una fórmula en la que “hemos intentado enfatizar una capa de MIDI muy visible y de manera desacomplejada, porque no queríamos que sonara a pop clásico, sino a circo y cabaret…”. Esta opción, desvela, “nos ha permitido utilizar muchos elementos sin caer en algo ni muy solemne ni muy sobrecargado, jugando la carta de la inmediatez; algo como muy casero, que te suena bien y te da una estética muy interesante, permitiéndote jugar mucho más”. Según como se mire, la cosa tiene también un cierto componente de impostura que, por otro lado, él no rechaza en absoluto, sino todo lo contrario: “Es que al final es esto. Al final Irieix es un impostor constante, y no hay nada más impostor que el MIDI trompetero…”.
Todo ello redunda en el pelaje paródico de la propuesta de Irieix, en cuyas canciones, sin embargo, también se adivina una cierta ternura. “A mí me gusta enfocar el proyecto desde una constante parodia personal –desvela el electrocantautor–, ya que creo que es la mejor manera de no aburrirse ni de la propuesta ni de ti mismo. Pero sin duda también aflora un punto más sensible. Al final es inevitable que las canciones te salgan del corazón. Lo bonito es que a fin de cuentas la parodia y la ironía sean como un canal que te permita sentirte bien con estas emociones y sacarlas a la luz sin complejos”.
Escribir desde el corazón como hace Margarit a menudo es un proceso difícil. Requiere de estrategias que, en su caso, nos remiten al bilingüismo del autor, que nos ofrece en este álbum siete temas en catalán y seis en castellano. Lo cual no corresponde a un cálculo de alcance comercial, sino que obedece al proceso creativo.“Simplemente salió así. No es algo meditado pensando en el dinero. Desde luego, nunca he pensado que si canto en castellano lo petaré como Dyango el día que llegue a Sudamérica”, ironiza. Lo que ocurre aquí es que “en castellano puedo decir cosas que en catalán, que es mi lengua, no me salen. Al final lo de componer es una cosa muy automática. Cuando canto en este castellano así, un poco uruguayo, que utilizo, me separo mucho más de mí mismo, y me permito decir ciertas cosas que, incluso, a veces me hacen pensar ‘joder, menuda chorrada acabas de decir’”. Por contra, cuando escribe en catalán siempre le sale “la cosa más sensiblera, de cantautoricillo más triste: ya sabes, esa cosa tan catalana de no querer molestar a nadie”, culmina entre risas Lluís Margarit. ∎