Lo antiguo y lo nuevo. Foto: Sergio Morales
Lo antiguo y lo nuevo. Foto: Sergio Morales

Concierto

Myriam Gendron: el arte de afinar el silencio

Myriam Gendron y su conmovedora voz tomaron anoche el Maravillas Club de Madrid y dejaron claro, dentro del ciclo Sound Isidro, que el folk sigue siendo el canal más poderoso de transmisión y el antídoto contra el olvido. Con una textura que por momentos rozó lo medieval, repasó canciones de toda su obra, concediendo a la velada el estatus de crónica que no se archiva. También homenajeó al recién fallecido Michael Hurley. Hoy tocará en Barcelona (El Molino).

El folk de Myriam Gendron no vino anoche a levantar la voz, sino a bajar la respiración. Las composiciones de la artista canadiense, en el marco de la undécima edición del ciclo Sound Isidro que se celebra entre los meses de abril y junio en Madrid, sonaron durante la velada tan frágiles y suaves que uno sentía que podía estropearlas con un movimiento torpe o simplemente al acercarse a la barra. Se escuchaban como se escucha una confesión: casi sin respirar.

El Maravillas Club fue el escenario, un sitio que ya no necesita presentación en Malasaña. En el número 33 de la calle San Vicente Ferrer, con su mezcla de historia rockera y presente ruidoso, acogió un concierto en un género menos habitual para la sala. En un espacio que se define más por su apertura a la comunidad que por el culto al experto, quien llegara con prisas o prejuicios pisó mal. Lo vivido ayer no admitía ni una cosa ni la otra: la actuación de Gendron requería tiempo, atención y, sobre todo, sensibilidad sin blindaje.

Madrid, que ha vuelto a ese gris raro con lluvias y que no se decide entre un invierno tardío y una torpe primavera, ofrecía anoche el concierto de Jesse Dayton, al que se acercaron muchos de los cada vez más aficionados al sonido de raíces. Eso dejó una audiencia reducida pero genuina para nuestra intérprete, con alrededor de unas 50 personas que no querían perdérsela por nada del mundo, tratándose de su primera visita a España. Antes de entrar en escena, sobre el escenario poco iluminado yacían su eléctrica Gibson, un altavoz Fender, varios pequeños amplificadores, algunos pedales de efectos, una silla… y listo. Así esperábamos su entrada, bajo el disfraz de la confidencialidad, en lo que acabaría siendo un concierto extraordinario.

Folk al hueso. Foto: Sergio Morales
Folk al hueso. Foto: Sergio Morales

Fue imposible no pensar en la figura misma de John Fahey y su maestría con la guitarra, especialmente cuando Gendron apareció en escena ataviada de negro, con un estuche rojo para las púas, y vacilando con el español que había aprendido de pequeña. Nos brindó entonces su primer gran tema de la noche, el instrumental “There Is No East Or West” de su último trabajo, el más afilado y propio “Mayday” (2024), interpretado con otra guitarra acústica Martin que traía en mano. Enseguida llegaron dos de sus canciones más hermosas y conocidas: “Go Away From My Window” –de su segundo trabajo, “Ma délire. Songs Of Love, Lost & Found” (2021), un álbum folk francocanadiense filtrado por la memoria, el exilio y lo femenino– y “Long Way Home”. Con su característico estilo fingerpicking y los ojos cerrados como si se perdiera dentro del propio sonido, fue alternando historias sobre algunos de estos títulos.

Antes de lanzarse con su voz penetrante a “Terres brûlées”, escrita en alejandrino y acompañada esta vez por la eléctrica, nos contó que se sentía especialmente cansada: había aterrizado en España esa misma tarde y había salido de Montreal la noche anterior. Con esta pieza hizo alarde de su profunda habilidad para apropiarse del clasicismo de la antigua canción francocanadiense con arreglos contemporáneos ligeramente chirriantes. Los sonidos de pájaros que había preparado para la ocasión parecían revolotear dentro de la sala. Inmediatamente enlazó con otro tema de su último disco, “Dorothy’s Blues”, inspirada en la obra de Dorothy Parker, cuyos poemas también sirvieron de base para su primer trabajo, “Not So Deep As A Well” (2014). Acto seguido, apareció “Poor Girl Blues” de nuevo en acústica. Con la calma y seguridad que definen su saber estar en el escenario, Gendron nos explicó cómo “Poor Girl Blues” se asienta en dos canciones: por un lado, el blues clásico “Poor Boy Long Ways From Home” y, por otro, “Un canadien errant”, escrita en 1842 por Antoine Gérin-Lajoie y más tarde recuperada por Leonard Cohen. Aquí daban ganas de frotarse los ojos, y no por la lluvia.

Esta no fue la única historia que relató durante la noche. A continuación, en “La belle Françoise (pour Sylvie)”, un homenaje a su madre fallecida antes de la grabación de “Mayday”, la autora explicó cómo le había pedido permiso a Michel Faubert para su interpretación de la antigua balada del siglo XVII. “La belle Françoise” narra la historia de una mujer condenada a muerte que rechaza beber vino o agua ofrecidos por su verdugo. Una canción tradicional profundamente conmovedora que, en manos de Gendron, se convirtió en algo íntimo y desgarrador, especialmente en esa estrofa que dice: “Elle dit sais-tu Mimi que le vin goûte pu rien”, tal y como la llamaba su madre: Mimi. En absoluto silencio y sin presentación, dio paso a “Par un dimanche au soir”, otro clásico traído con distorsión desde su eléctrica, trocando el texto en pura emoción.

En petit comité. Foto: Sergio Morales
En petit comité. Foto: Sergio Morales

Tras caer en la cuenta de que aún no había interpretado ninguna de las pistas incluidas en “Not So Deep As A Well”, despegó enseguida con su Martin para ofrecernos “Solace” y “Recurrence”. Ella misma comentó que había cambiado un poco el setlist que tenía preparado –que había dejado olvidado en la mesa junto a una armónica que no llegó a usar– y nos confesó que el primer concierto de una gira siempre trae una energía distinta, no mejor ni peor, simplemente diferente. Se despidió así, antes del bis, con “Shenandoah (II)”, un tema de origen francocanadiense reinterpretado por ella. A su vuelta y rodeada de aplausos, la noche llegaría a su fin de la manera más especial: rindiendo homenaje a uno de sus autores favoritos, Michael Hurley, cuya muerte, acaecida el 1 de abril, se supo justo ayer. Gendron le rindió tributo con “The Werewolf Song”, con un guiño también a su voz más arrastrada y fantasmal.

En definitiva, las composiciones que auscultamos anoche hacen que Myriam Gendron suene, sí, tradicionalmente folk, pero también maravillosamente contemporánea. Tiene un estilo de tocar tan milimétrico que cada nota caía donde tenía que caer, aunque a veces tanta exactitud en su fingerstyle podía dejarte con ganas de que algo se desmadrara un poco. Lo más fascinante de recorrer las doce canciones que nos ofreció es ver cómo una artista que empezó tocando en el metro piezas de Leonard Cohen ha llegado a publicar tres discos aclamados por la crítica, siendo capaz de entrelazar piezas antiguas con sus propias palabras y composiciones, ya sea en inglés o en francés. No hace falta dominar uno u otro idioma para apreciarlas, porque ella es una guitarrista y cantante extraordinaria, por momentos espectral, cuyo sonido, también en directo, resulta tan ligero como embriagador. Su holismo compositivo es una de las evocaciones más hermosas del pasado, el presente y el futuro que se puedan escuchar nunca. ∎

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