Lyle Barton, Max Luther, Sam Jones y Nubya Garcia. Foto: Alfredo Arias
Lyle Barton, Max Luther, Sam Jones y Nubya Garcia. Foto: Alfredo Arias

Concierto

Nubya Garcia: odisea jazz

La saxofonista londinense desplegó ayer en Madrid y en formato cuarteto un jazz físico, corpóreo y terrenal que descansa en el virtuosismo y en una conversación libre entre sus músicos para presentar su segundo álbum, “Odyssey”. Esta noche actúa en Barcelona.

De todos los nuevos músicos de jazz de la escena londinense, seguidores espirituales pero también en mucha medida formales de Shabaka Hutchings, quizá sea Nubya Garcia la que más se despega de la contemporaneidad y más se alinea con una forma más cinematográfica y paisajística en conexión con Estados Unidos, el legado de John Coltrane o Joshua Redman y su síntesis en Kamasi Washington. Su jazz es el más ortodoxo de los que, desde el Reino Unido, juegan a confundir las etiquetas tradicionalmente asociadas a unos y otros circuitos: sería casi impensable a día de hoy ver al propio Shabaka o a Nala Sinephro en un Jazzaldia, por ejemplo, mientras que Nubya, con su banda, tiene todo el sentido.

Pese a un punto espacial momentáneo conseguido gracias a sutiles pasajes ambient y al órgano sintético de Lyle Barton, el flujo musical de Garcia, al menos en su presentación en el madrileño Teatro Lara –demasiado solemne para un jazz que es más expresivo y extrovertido que reflexivo e íntimo–, siempre tiende a permanecer arraigado en el suelo y goza de una fisicidad alta, incluso en ese triunfal final dub más espiritual. También de un elevado dinamismo, porque las conversaciones entre los cuatro integrantes de la banda pueden partir en la mayoría de ocasiones de relaciones reconocibles, pero siempre tienden a desintegrarse por completo: el saxo de Nubya, que conduce la dimensión más puramente melódica, dialoga con el contrabajo de Max Luther, casi siempre más empeñado en ofrecer adorno y sustento que en marcar verdaderamente el ritmo; la batería de Sam Jones, libérrima, desatada, habla en lenguas incomprensibles y se entiende por puro virtuosismo con el piano y con los sintetizadores de Barton. El lenguaje siempre es el de la perfección y la precisión, nunca el del error y el experimento.

Jazz físico y espiritual. Foto: Alfredo Arias
Jazz físico y espiritual. Foto: Alfredo Arias

La espontaneidad y la intuición parecen guiar en general el desempeño del cuarteto: las construcciones de las tensiones varían con respecto de las grabaciones del disco, y la estructura se comba al servicio de sus necesidades. Para presentar las canciones de su segundo álbum, “Odyssey” (2024), que ocupan el grueso del concierto, la banda de Garcia sube un nivel la intensidad y apuesta por construir una maraña de free jazz que oculta la ausencia de las cuerdas y de la orquesta, presentes en el estudio pero no en esta corporeización en forma de gira. Cuando tocan “Clarity”, la versión elegida para empezar a construir es un inédito exclusivo de la versión japonesa de “Odyssey”. Y cuando dudan mínimamente siempre hay un solo al que agarrarse, puro despliegue técnico para marear a los asistentes, para dejarlos sin palabras.

Triunfal, y muy presente, interactuando largamente con el público y abierta a romper el hieratismo del teatro –no lo consiguió, pero a su favor diremos que la hora, un martes lluvioso de febrero pasadas las diez y media de la noche, no acompañaba–, Nubya Garcia demostró en Madrid, por encima de todo, que el gran público, o el perteneciente a otras escenas más relacionadas con lo alternativo y no pegadas a la ortodoxia jazz, también puede disfrutar a su manera de este tipo de conciertos si estos buscan despegarse voluntaria y conscientemente de un cierto nivel de solemnidad y altura cultural. Esta noche toca en La (2) de la sala Apolo de Barcelona. ∎

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