Las memorias de una artista espiritual y controvertida. Foto: Michel Linssen/Redferns
Las memorias de una artista espiritual y controvertida. Foto: Michel Linssen/Redferns

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Sinéad O’Connor: remembranzas de una artista atormentada

Sinéad O’Connor (1966-2023) falleció ayer. Repasamos en este artículo su trayectoria artística, desde que debutara hace ya más de tres décadas con “The Lion And The Cobra” hasta “I’m Not Bossy, I’m The Boss”, su último álbum.

Es bien sabido que a lo largo de su carrera Sinéad O’Connor ha ocupado muchos más titulares por sus controversias y desequilibrios que por su música. Hay que lamentarlo: con el tiempo ha dado forma a un catálogo muy notable y sugestivamente ecléctico; se ha mostrado a menudo como una artista ambiciosa e intrépida, y, por encima de todo, estamos ante una vocalista sencillamente magnífica.

Los dos primeros álbumes de la dublinesa, “The Lion And The Cobra” (Ensign, 1987) y “I Do Not Want What I Haven’t Got” (Ensign, 1990), son señalados frecuentemente como los más brillantes de su discografía. En su ópera prima bebe del pop atmosférico de Peter Gabriel y de las audacias de Prince, referentes que marida con su pasión por el folk irlandés. Y ahí está, subyugadora, esa voz: hogar de una plétora de colores y matices, cauce por el que afloran tanto la ira más violenta como una vulnerabilidad porcelánica. La extraordinaria “Troy” condensa a la perfección su asombrosa ductilidad vocal. El disco funcionó muy bien comercialmente, pero nada hacía presagiar el colosal éxito que cosecharía su sucesor, merced a la versión por antonomasia, la del “Nothing Compares 2 U” de Prince, resultona canción romántica que O’Connor sublima leyéndola como una elegía a su madre. Con el de Minneapolis mantuvo en aquellas fechas un encuentro al que la cantante dedica más de diez páginas de “Remembranzas” (“Rememberings”; Libros del Kultrum, 2021), su flamante y revelador libro de memorias; una reunión tensa salpicada de momentos hilarantes (asegura que, mientras esperaba en la cocina del genio púrpura a que este hiciera acto de presencia, le ordenó los productos de limpieza: maravilloso). Más allá del hit, las melodías célticas en clave hip hop de “I Am Stretched On Your Grave”, el pop oblicuo de “The Emperor’s New Clothes” y baladas de toda clase –orquestales, de guitarra y voz, a capela– conviven en un álbum que, como el anterior, exuda dolor por todos los surcos, el dolor que acarrean las relaciones familiares y amorosas o, en “Black Boys On Mopeds”, el provocado por las políticas de Margaret Thatcher; aunque, importa precisarlo, el sufrimiento se manifiesta aquí de forma más contenida que en su torrencial debut.  

Un instante que marcó toda una trayectoria. Foto cortesía de Libros del Kultrum
Un instante que marcó toda una trayectoria. Foto cortesía de Libros del Kultrum

En 1992 vio la luz “Am I Not Your Girl?” (Ensign), colección de estándares del jazz y del pop interpretados con el acompañamiento de una fastuosa big band que,en ocasiones empequeñece a Sinéad hasta casi ahogarla, algo imperdonable. Además, en contraste con la lección de cómo adueñarse creativamente de un original que había impartido con “Nothing Compares 2 U”, estos covers son demasiado fieles a sus modelos, rara vez les insuflan nueva vida. El disco concluía con una inquietante filípica contra la Iglesia; la noche del 3 de octubre, una semana después de su publicación, O’Connor despedazó una fotografía del Papa Juan Pablo II ante las cámaras del programa “Saturday Night Live”, para indignación de miles de telespectadores norteamericanos. En sus memorias responde a quienes afirman que este escándalo arruinó su trayectoria: “Creo que lo que hizo descarrilar mi carrera fue tener un disco en el número uno y que romper la foto me devolvió al camino correcto”.

No es de extrañar, por tanto, que en “Remembranzas” se detenga en el primer largo que lanzó tras el episodio del Papa, “Universal Mother” (Ensign, 1994), más que en ningún otro. En este trabajo, leemos, plasmó las enseñanzas que había adquirido en la escuela de bel canto de Frank Merriman, en Dublín: “Me impresionó mucho lo que comentaba a propósito del canto. Se describía a sí mismo como un liberador de voces, no como un profesor de canto, y describía el canto como un estudio espiritual, cosa que, en su presencia, así sentía. […] Frank liberó algo más que mi voz: me liberó la mente”. “Universal Mother” no ha sido tan elogiado por la crítica como “The Lion And The Cobra” y “I Do Not Want What I Haven’t Got”. No obstante, en este disco austero y elegante uno halla abundantes perlas, como la intrincada “John I Love You” o la tiernísima “My Darling Child”. También soberbia es “Fire On Babylon”, cinco pavorosos minutos alusivos a los malos tratos que Sinéad y sus hermanos recibieron de su madre, que detalla descarnadamente en las memorias. En “Famine” rapea sobre la Gran Hambruna Irlandesa del siglo XIX, uno de los hitos en la historia de las conflictivas relaciones entre Inglaterra y su país. Relaciones a las que volvería el año siguiente poniendo voz a “Empire”, lograda incursión en el dub de la mano de Bomb The Bass, y, en 1997, en la preciosa balada “This Is A Rebel Song”, tema estrella del EP “Gospel Oak” (Chrysalis). Habría que esperar al año 2000 para que llegara un nuevo álbum, “Faith And Courage” (Atlantic), un remozamiento en las aguas del R&B del momento del que podría prescindirse si no fuera por “Jealous”, delicatessen de pop etéreo cortesía de Dave Stewart, productor y coautor del tema. 

En los márgenes del pop. Foto cortesía de Libros del Kultrum
En los márgenes del pop. Foto cortesía de Libros del Kultrum

De un disco en el que, además del cerebro de Eurythmics, dejan su huella productores de la talla de Brian Eno, Wyclef Jean o Kevin “She’kspere” Briggs (Destiny’s Child), cabía esperar una repercusión comercial mayor que la de los trabajos anteriores de la cantante, que había sido cada vez menor, pero no fue así. Antes al contrario, “Faith And Courage” supuso un descalabro que terminó de situar a Sinéad en los márgenes del mundo del pop. Desde ellos entregaría en la primera década de este siglo tres álbumes muy meritorios. El primero, “Sean-Nós Nua” (Vanguard-Hummingbird, 2002), lo integran revisiones de piezas del repertorio tradicional irlandés, bellas endechas como “Peggy Gordon”, “Paddy’s Lament” o “The Moorlough Shore”, que O’Connor versiona reverencialmente y con gran autoridad. En 2005 dio a conocer otro disco de covers, pero bien diferente: “Throw Down Your Arms” (That’s Why There’s Chocolate And Vanilla) está dedicado al reggae de los 70, la época dorada de una música que le entusiasmaba desde la adolescencia, como cuenta en “Remembranzas”. Grabadas en Kingston y producidas por los legendarios Sly Dunbar y Robbie Shakespeare, sus versiones de “Vampire” (Lee Perry), “Downpressor Man” (Peter Tosh) y otros clásicos del género suenan tan convincentes como las incluidas en “Sean-Nós Nua”; qué mejor prueba de su versatilidad como vocalista. La Sinéad songwriter regresó en 2007 con el doble “Theology” (Koch), un álbum de canciones espirituales inspiradas en su mayor parte en el Antiguo Testamento; en el primer CD las interpreta en formato acústico y en el segundo, con banda al completo y orquesta. Una obra inusitada y un tanto irregular (a ella le encanta: “Es el único disco que me llevaré conmigo al cielo con la esperanza de que compense los malos tragos que hago pasar al prójimo por la mierda que soy el resto del tiempo”, escribe en sus memorias), en la que destaca “Whomsoever Dwells”, estremecedora adaptación del salmo 91, su favorito, el que veinte años antes dio título a su primer LP. 

Las paradojas de una artista singular. Foto cortesía de Libros del Kultrum
Las paradojas de una artista singular. Foto cortesía de Libros del Kultrum

En la pasada década, antes de su vía crucis por diversos sanatorios mentales de los últimos tiempos –también referido en el libro–, O’Connor publicó dos largos, “How About I Be Me (And You Be You)?” (One Little Indian, 2012) y “I’m Not Bossy, I’m The Boss” (Nettwerk, 2014), en los que, como había hecho en los 80 y 90, canaliza sentimientos crudos y vehementes en contagiosas canciones pop. Ello la condujo de vuelta a las listas de éxitos, aunque, por supuesto, lejos de las cumbres a las que había ascendido en sus comienzos. El segundo de estos trabajos postreros es el más ambicioso musicalmente: además de sus características baladas intimistas, en él explora estilos tan dispares como el blues (“The Voice Of My Doctor”), el funk (“James Brown”) o el pop de guitarras (“Take Me To Church”). Pero, por la capacidad de conmover de buena parte de sus temas, uno prefiere “How About…”, que incluye composiciones como “Reason With Me”, en la que se pone en la piel de un drogadicto; o “Back Where You Belong”, la aflicción de la pérdida musicada con primor. Son de esas canciones que calan hasta lo más hondo, hasta donde se cobijan las lágrimas. Las mejores canciones. ∎

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