Concentración pop. Foto: Marina Tomàs
Concentración pop. Foto: Marina Tomàs

Concierto

The High Llamas: entrando y saliendo

El pasado viernes comenzaba en Barcelona, en la sala 3 del Razzmatazz, una gira española de los renacidos The High Llamas que los llevó el sábado a Valencia y el domingo a Madrid, cerrando hoy lunes con una actuación en el Dabadaba de San Sebastián. Fue un concierto en petit comité y con el formato actual –guitarra, bajo, batería, teclados y voces– que suple a conciertos de antaño con sección de cuerdas y vientos. Concepción instrumental distinta para una música que ha absorbido nuevos matices sin dejar de lado ninguno de los que conformaron su estilo desde 1991.

Delicatessen pop. Casi entre amigos, con reducida asistencia de público, pero lo que sin duda se pierde en ganancia económica, se gana en complicidad, calidez, confianza, cercanía y relación casi directa de los músicos con su público. En el reducido escenario del Razzmatazz 3 se congregaron The High Llamas al completo, el irlandés Sean O’Hagan y otros dos miembros de la primera formación del grupo, el teclista Marcus Holdaway y el bajista Jon Fell, más el batería Rob Allum, que se incorporó a partir del segundo álbum, “Gideon Gaye” (1994). El nivel de edad de los cuatro maduros músicos bajó con la presencia, fundamental, de la cantante Olivia O’Hagan, hija de Sean. No sé si Olivia es una de las hijas que escucha Tyler, The Creator, Solange, hip hop y trap, como le revelaba O’Hagan a Carlos Pérez de Ziriza en la entrevista publicada en Rockdelux el 7 de abril, pero sea así o no, su voz frágil y suave encaja como anillo al dedo en las armonías compuestas por su padre.

Fue el del pasado viernes un concierto modélico y bien modulado, el primero de una minigira española que concluye hoy en San Sebastián. No tardaron ni tres temas –el primero del set fue el contagioso “Berry Adams”, al que siguió “Toriafan”– en interpretar “Hey Panda”, la canción principal del disco homónimo con el que volvieron a la actividad en 2024. El nuevo R&B se ha incorporado a su sonido, pero los juegos vocales –con varios coros o en los duetos delicados entre padre e hija, ella casi susurrando por debajo, él con la voz muchas veces a punto de quebrarse–, la influencia de Beach Boys y Burt Bacharah en las armonías, los ecos lejanos de Stereolab –donde militó O’Hagan y siguió colaborando tras la creación de The High Llamas–, la métrica pausada de la sección rítmica y las entrecortadas aventuras al piano eléctrico siguen dominando el temario sabio, lúcido y también un punto lúdico de O’Hagan y compañía. Avant pop, soft rock, ingeniería acústico-analógica, pop de cámara, lounge, indie rock… todos los conceptos son válidos, aunque ninguno los define.

Sean O’Hagan, Olivia O’Hagan, Jon Fell y Marcus Holdaway. Foto: Marina Tomàs
Sean O’Hagan, Olivia O’Hagan, Jon Fell y Marcus Holdaway. Foto: Marina Tomàs

La interpretación de “Sisters Friends”, del último álbum, en el que Olivia substituyó a las mil maravillas a la vocalista que grabó la pieza con O’Hagan en estudio, Rae Morris, fue una buena muestra de esa ornamentación de pop orfebre e imperecedero que conecta a los Llamas con Bacharach o el Brill Building. En una maravillosa cadena se sucedieron “Fly Baby Fly”, “Cookie Bay” y “Dorothy Ashby”, el tema-homenaje del disco de “Can Cladders” (2007) que toma su nombre de esta arpista de jazz, autora del seminal “Afro-Harping” (1968). O’Hagan cantó de forma sentida que la obra de Ashby es música perdida y encontrada, traída sobre un arpa desde otro día.

El final llegó con “Jackie”, sin sus resonancias brasileñas, pero igual de deliciosa y contagiosa. Tanto es así que, tras abandonar el escenario, el público demandó que volvieran tarareando el estribillo de esta canción. Instantes antes, O’Hagan ya había animado a la audiencia a sumarse al tema. En el bis hubo espacio para dos canciones más, “Dressing Up The Old Dakota” y, en clara despedida definitiva, “Checking In, Checking Out”. Entrando y saliendo, principio y fin de una noche excelente. ∎

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