Lisabö, siempre un acontecimiento. Foto: Óscar García
Lisabö, siempre un acontecimiento. Foto: Óscar García

Festival

Aloud Music, veinte años no son nada

El titular de la crónica es un decir, claro: veinte años sí son mucho. Y más si uno lleva tanto tiempo trabajando desde la pasión, la independencia y el amor por la música, luchando contra las numerosas imposiciones de la industria y el capitalismo y manteniéndose fiel a una filosofía admirable, a prueba de cínicos y escépticos. El cumpleaños del sello Aloud Music merecía una fiesta a la altura, y eso es exactamente lo que fue el minifestival que montaron en la sala Para·lel 62 de Barcelona la tarde-noche del sábado 11 de noviembre.

El plan era sencillo pero ambicioso: cinco bandas, cinco conciertos y siete horas de música en directo de altísima intensidad, dando apenas unos minutos de respiro entre concierto y concierto para asimilar lo visto y escuchado.

La tarde no pudo empezar de mejor manera. Los maravillosos Doble Capa –ojo, con disco producido por Steve Albini, que es fan– montaron su show en el centro de la platea con dos focos, la batería de Arianne y los pedales de Mario en el suelo. Hacen una pareja perfecta: ella desborda carisma y potencia con las baquetas, y lo que hace él con su cigar box guitar es simplemente una locura. Su blues-rock-punk convenció a todo el mundo y puso el listón muy alto para los cuatro grupos que les siguieron. Entrañable el momento en que ella pidió que se acercara su hermano a darle un abrazo y descubrimos –los que no lo sabíamos– que era ni más ni menos que Sergio Picón, cofundador y alma mater de Aloud.

Doble Capa: viva el blues-rock-punk. Foto: Óscar García
Doble Capa: viva el blues-rock-punk. Foto: Óscar García

Quizá debido –en parte– al subidón de tan fulgurante arranque, el bajón con el show visual de los ingleses Nordic Giants fue considerable. Su rock épico-atmosférico-sinfónico no encajó para nada con el tono general de la noche y, por lo captado en los rostros generales al terminar, no pareció que convenciera demasiado a los presentes. Quizá en otro sitio y en otro momento… pero no esa noche; y no entre Doble Capa y (lo:muêso). El regreso del cuarteto de Premià de Mar era uno de los alicientes del cumpleaños del sello. Lo contaba Sergio Picón en este informe Rockdelux –y luego el propio afectado lo recordó dirigiéndose al público entre tema y tema– que el guitarrista Juanma Medina tocó con cuarenta de fiebre el día de la despedida de la banda en 2016, y que casi no lo cuenta. Así que su show fue también la manera de celebrar la vida y reparar ese mal momento. Siete años sin dar conciertos son muchos años. Y se notó. No tanto por la actitud de la banda, impecable, transmitiendo en todo momento ilusión y energía (impagable la permanente sonrisa en la cara de Carlos Navarro), pero sí por un sonido algo apagado, falto de rodaje; y también por unas canciones y un estilo que era vanguardia en 2005 pero que no han envejecido demasiado bien. Hubo, eso sí, fiesta abajo, con numerosos amigos celebrando el retorno; y también es cierto que en el segundo tramo sonaron con más empaque y soltura que en el arranque.

(lo:muêso), el reencuentro. Foto: Óscar García
(lo:muêso), el reencuentro. Foto: Óscar García

El nivel había ya subido unos enteros, pero llegó al máximo de sus posibilidades con los dos últimos conciertos de la noche. En un inesperado cambio de última hora (estaba anunciado que tocarían últimos) tras (lo:muêso), aparecieron Viva Belgrado en el escenario y en menos de dos minutos quedó clarísimo que son una banda tremenda. Abrasivos, apabullantes y absolutamente compenetrados, plantearon su set con dos mitades muy claras: una primera con versiones rápidas y cortas de At The Drive-In –cuando atacaron “One Armed Scissor” se desató la locura y el pogo en la pista– y una segunda con temas propios rescatados de sus cuatro discos hasta la fecha. Si en los covers estuvieron finos, con su repertorio lo bordaron a un nivel que seguramente muchos no esperaban. Especialmente memorable el momento “De carne y flor”, de su álbum “Flores, carne” (2014), y alucinantes el juego de guitarras y los gritos desesperados de Cándido Gálvez.

Viva Belgrado: la abrasión. Foto: Óscar García
Viva Belgrado: la abrasión. Foto: Óscar García
Y llegaron Lisabö. Tocan tan poco y son tan increíblemente buenos que cada vez que aparecen en escena se palpa la sensación de acontecimiento. Siempre que han pisado la Ciudad Condal he intentado ir a verlos y la última vez, en mi caso, fue en octubre de 2019, dentro del AMFest, en Fabra i Coats. Con ellos tengo que hacer una confesión: nunca soy capaz de saber si una canción suya es de un disco o de otro, incluso si la he oído antes o no. Creí reconocer el primer tema de “Animalia lotsatuen putzua” (2011), “Oroimenik gabeko filma”, pero no estoy seguro de si era ese o no. ¿Tocaron temas nuevos? Diría que sí, su sexto álbum sale en tres semanas, pero puede que me equivoque. El concierto fue soberbio, eso sí que no admite discusión, pero al principio se percibió que algo no iba del todo bien: los decibelios habían bajado considerablemente desde el concierto de Viva Belgrado, y ese contratiempo puede ser un problema grave para disfrutar con la banda guipuzcoana. No parecía que ellos lo notaran, pero nosotros sí. No hubo más remedio que acercarse hasta las primeras filas para añadir el volumen de sus monitores a nuestros tímpanos y así gozar como queríamos. Una vez ahí, todo como siempre: o sea, fantásticamente bien. Bajos en diálogo permanente, baterías a pleno rendimiento –contaba Sergio González en esta entrevista que, aunque lo parezca, casi nunca tocan lo mismo– y Karlos Osinaga y Javi Manterola desde los extremos maltratando las cuerdas de sus guitarras y cantando (y gritando) las palabras de Martxel Mariskal a pleno pulmón. En el último tema se hicieron acompañar de un invitado inesperado: el gran Jaime L. Pantaleón (12twelve, AtletA, Cuzo, Gambardella, etc), que añadió más ruido al ruido y más intensidad a la intensidad. Ganas de que vuelvan ya, mañana mismo si puede ser. ∎

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