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El viaje de Thurston Moore: comunidad, banalidad radical y ruido

Thurston Moore nunca ha ocultado que su vida artística se sostiene en torno a una obsesión: la electricidad como forma de expresión y la comunidad como espacio vital. Líder de Sonic Youth y referente indiscutible de la contracultura neoyorquina, su presencia en Barcelona –el pasado martes en la librería Finestres– llegó con la solemnidad de quien arrastra biografía y leyenda a partes iguales. La editorial Contra lo presentó en la Ciudad Condal con su monumental “Sonic Life”, un libro que repasa medio siglo de ruido, poesía y distorsión.

Thurston presentó su vida sónica en Barcelona. Foto: Òscar Giralt
Thurston presentó su vida sónica en Barcelona. Foto: Òscar Giralt
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ntre el gentío que se agolpaba en la librería Finestres d’Art i Còmic de Barcelona apareció la imponente figura de Thurston Moore, precedida por la de su editor, Dídac Aparicio, quien se encargó de introducir el acto de presentación de “Sonic Life” (2023; Contra, 2025). Explicó que el encuentro estaba inicialmente previsto para principios de julio, pero un “problema con los controladores aéreos” impidió que el líder de Sonic Youth pudiera acudir a la cita.

El editor advirtió también que la inesperada ausencia de última hora de Ignacio Julià –biógrafo y amigo del grupo neoyorquino disuelto en 2011– se debió a un contratiempo de salud (“aunque está bien”, puntualizó). Ello rebajaba en parte la expectativa de la velada, ya que la voz de Julià es una de las más autorizadas para presentar de cerca a Moore. Fue sustituido por Sergi de Diego Mas, divulgador y melómano, “uno de los grandes expertos en Sonic Youth que hay en el mundo” (sic), quien cumplió con solvencia, aunque su exceso de entusiasmo como fan hizo que el planteamiento resultara menos incisivo y derivara hacia un tono más promocional que crítico.

Ese mismo perfil de devoción incondicional definía también al público presente: mayoritariamente veteranos que crecieron con la banda –boomers en su mayoría, algún millennial desubicado y hasta jóvenes que reivindican como propio un pasado que en realidad no queda tan lejano–, junto a activistas de la escena local como el músico Jordi Irizar (batería de Doble Pletina), quien a finales de los noventa publicó varios números de un fanzine íntegramente dedicado a Sonic Youth, ‘Sonic To Your Skull’. Irizar rescató aquellos ejemplares para entregárselos a Thurston Moore, que los recibió con un entusiasmo genuino, en sintonía con el hilo conductor de la velada: la reivindicación de la pasión artística, el fervor y la libre expresividad. La sala, por lo demás, estaba poblada de camisetas, vinilos y libros en busca de una firma, prolongando así el ritual de la devoción fan.

Sergi de Diego Mas abrió la conversación leyendo un fragmento de “Sonic Life” que resume bien la génesis de la inquietud artística de Moore: el piano de su padre –“adquirido con el esfuerzo de toda la familia”– representaba el compromiso con el sonido y la composición que él respiró en casa desde niño. Pero lo que anhelaba no era solemnidad, sino “electricidad”. Esa atracción por el zumbido y la distorsión marcó desde el inicio su espíritu a contracorriente. No en vano, su primer profesor de guitarra acústica le enseñó a tocar “Kumbaya” mientras él soñaba con riffs saturados. Acabó tomando prestada la guitarra Fender Stratocaster de su hermano para mudarse a Nueva York, donde empezó a experimentar con guitarras baratas que “no sonaban bien”, pero adquirían una fuerza brutal al intercalar objetos bajo las cuerdas y forzar desafinaciones. “Eso me apartó de tocar una guitarra real. Nunca me convertí en un guitarrista real, apenas puedo tocar ‘Louie Louie’”, bromeó.

Lo que sí le atrapó fue la distorsión, la electricidad como lenguaje propio: años después aún evoca cómo disfrutaba conectando una radio al amplificador y jugando con las frecuencias. “Hay continuidad ahí: electricidad y emisiones. ¿Tiene una explicación mística o cien por cien práctica?”, deslizó el moderador, entre sonrisa y convicción.

Recuerdos de una leyenda. Foto: Òscar Giralt
Recuerdos de una leyenda. Foto: Òscar Giralt
Moore recogió el guante recordando cómo, de adolescente, le fascinaba una vieja radio de onda corta de la Segunda Guerra Mundial. No solo buscaba emisoras de rock por la noche, creyendo que “si dormía con ella bajo la almohada absorbería conocimiento”, sino que también sintonizaba bandas de Europa del Este o de África. “Lo más alucinante eran los sonidos entre emisoras: parecía un sintetizador analógico; ruido extraño que podías tocar”, explicó. Con esa estética, los bleeps y los rumores graves componía lo que entonces consideraba “piezas”. Al llegar a Nueva York, descubrió a Suicide y el teclado sobreamplificado de Martin Rev con Alan Vega, a Pere Ubu e incluso a Brian Eno con sus trucos, y entendió que esa estética podía trasladarse a la guitarra. “Nunca quise ser un músico de sintetizadores o electrónica. Quería que la guitarra tuviera esa libertad”. Ese trayecto, hecho de ruidos intersticiales y de la voluntad de electrificarlos, fue el germen del que poco después nacería Sonic Youth.

La entrevista adquirió entonces un tono más revelador al situar a Moore en el epicentro de la escena neoyorquina de finales de los setenta y primeros ochenta, cuando el downtown era sinónimo de comunidad. Aquella “banalidad radical” del underground –que hacía posible que una banda se llamara Television como quien elige un electrodoméstico, en contraste con los nombres pomposos del rock clásico– definió una forma de entender el arte que lo marcaría para siempre. Entre revistas como ‘Rock Scene’ o ‘Punk Magazine’, clubes como el CBGB, el Mudd Club o el Tier 3, y festivales como el Noise Fest en White Columns, se fraguaba un ambiente donde nadie era aún famoso y todos compartían calles, edificios y proyectos. Moore lo recuerda como una energía casi única, o “psicogeográfica”, como apuntó el moderador: música, poesía, pintura y ruido cruzándose sin jerarquías, con la voluntad de oponerse a la grandilocuencia del rock de estadio. En ese contexto, también fue decisivo el descubrimiento de Patti Smith: primero como periodista musical escribiendo sobre The Beach Boys, y poco después como poeta capaz de decir las cosas de un modo que él jamás había imaginado. Esa vibración de comunidad artística, a veces narrada con un exceso de name dropping que en el libro puede resultar epatante, constituye sin embargo el núcleo de su trayectoria vital: el motor que lo impulsó a formar Sonic Youth y el mismo impulso que todavía hoy lo mueve.

Thurston y el moderador, Sergi de Diego Mas. Foto: Òscar Giralt
Thurston y el moderador, Sergi de Diego Mas. Foto: Òscar Giralt
En este punto, el moderador apuntó que “Sonic Life” se suma a una ya extensa trayectoria literaria de Moore, iniciada hace veinticinco años con “Alabama Wildman” (Verse Chorus Press, 2000) y continuada con poemarios como “A Is For Aural” (Ecstatic Peace Library, 2010) o el reciente “A Is For Silence” (Ecstatic Peace Library, 2020). El propio músico explicó que la escritura siempre fue para él un espacio paralelo al de la música: un lugar donde experimentar con el tiempo y la forma, al margen de la duración estandarizada de una canción. “Quería escribir en largo formato –dijo– igual que en la música me interesa lo extenso, romper las estructuras”. La investigación del libro, detallada casi como una arqueología personal, lo llevó a bibliotecas, microfilms y diarios ajenos (como los de Lee Ranaldo), tejiendo un relato en el que poesía, música y memoria confluyen en un mismo gesto creativo.

En el turno de preguntas, la referencia a “Youth Against Fascism” –la canción de Sonic Youth– trajo la conversación al presente. ¿Qué opinión le merece la juventud actual? Moore se mostró tajante: “La cultura joven se enfrenta a grandes dilemas. Si tu inclinación es hacia una democracia socialista, sin miedo a intelectualizar, te enfrentas a mucho poder fascista”. A su juicio, ese poder, siempre latente en Estados Unidos, se ha normalizado en pleno siglo XXI, incluso en la singularidad de Nueva York. Ante ello, reivindicó la importancia del arte sensible como voz crítica, aunque reconoció que el verdadero contrapeso debe llegar desde la política. “Siempre fui muy de izquierdas, no por el poder en sí, sino por un liderazgo que fomente el intercambio humanitario”, remarcó.

 Jordi Irizar le entregó a Thurston sus fanzines ‘Sonic To Your Skull’. Foto: Òscar Giralt
Jordi Irizar le entregó a Thurston sus fanzines ‘Sonic To Your Skull’. Foto: Òscar Giralt
Quizá por la amplitud de referencias –como ocurre en el propio libro–, la conversación terminó deslizándose hacia divagaciones personales y anécdotas, sin abordar de frente cuestiones más íntimas, como la disolución de Sonic Youth o sus relaciones personales. El poso, sin embargo, dejó claro que Moore concibe la literatura como prolongación de su música: una manera de seguir nombrando, con palabras y distorsión, un mismo impulso vital. ∎

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