Libro

Gunther Schuller

Los comienzos del jazz. Sus raíces y desarrollo musicalAcantilado, 2023

En la música, los más aventurados buscan puentes. Puntos de conexión. En esa línea de pensamiento, entre la mal llamada música clásica, según algunos, y el jazz existen distintos niveles de encuentro que afectan al ritmo, la forma, la armonía, la melodía y el timbre –entre otros elementos– de los respectivos géneros.

En el prólogo, el norteamericano Gunther Schuller (1925-2015) indica las líneas maestras de este estudio. “¿Qué hace que el jazz funcione? ¿Qué lo diferencia de otras clases de música? ¿Por qué le resulta tan estimulante a tanta gente? ¿Cómo lo consiguió?”, se pregunta el músico, compositor y docente que estableció la third stream, que no es otra cosa que ponerse el salacot y hacer de explorador y observar en la jungla musical en qué convergen esos lenguajes –clásica y jazz– tan distintos pero no tan alejados. Históricamente, muchos jazzmen acreditan estudios musicales reglados en los que el jazz no tenía lugar.

Quien haya visto y oído en acción a dos pianistas vieneses como Joe Zawinul (1932-2007) –autor de “In A Silent Way” (1969), pieza y álbum de título homónimo de Miles Davis– y Friedrich Gulda (1930-2000), excelente intérprete de Mozart, entenderá a la perfección que la fusión de talento, experimentación y academicismo es posible si se desea de manera enardecida tumbar moldes obsoletos y estereotipos. Y Schuller estaba en esa pomada. Tocó, compuso y escribió “Los comienzos del jazz. Sus raíces y desarrollo musical” (“Early Jazz. Its Roots And Musical Development”, 1968; Acantilado, 2023; traducción de Francisco López Martín y Vicent Minguet ). En castellano existe una traducción anterior con un título similar, “El jazz, sus raíces y su desarrollo” (Editorial Víctor Leru, 1973). Luego hubo una segunda parte, “The Swing Era. The Development Of Jazz 1930-1945” (1989).

El jazz destacaba por su africanismo. Su intrincada polirritmia es un signo distintivo hasta que se blanqueó, entre otras cosas, por la influencia de la formalidad europea; llegaron los años cincuenta y el jazz abrazó los derechos civiles. Un pianista con un talento singular hizo de puente entre ambos mundos, sin ser un jazzman en sentido estricto. George Gershwin tenía un hermano, Ira, que firmaba las letras de las canciones. Los hermanos Gershwin abrieron un camino que un grande de la música del siglo pasado como el escritor que nos ocupa –que adoraba “Summertime”– ya intuía que tenía recorrido.

El narrador considera que distintos compases improvisados de Louis Armstrong, Art Tatum, Sonny Rollins u Ornette Coleman podrían ser equivalentes a Strauss, Debussy o Schönberg. Con respecto a las improvisaciones, el autor recomienda que las grabaciones son el método más fiable. Al mismo tiempo, advierte que en muchas ocasiones los jazzmen no tocaban dos veces igual la misma pieza. Ni la descripción y el análisis de los hechos musicales ni la anotación de extractos de grabaciones sirven para ofrecer la experiencia completa. El lector también tiene que escuchar”. A esa teoría se suma otro emérito como Ted Gioia, que en “El canon del jazz. Los 250 temas imprescindibles” (2012) recomienda determinadas tunes del mismo intérprete. Pero en distintas versiones.

Para Schuller, el pináculo de la música es la composición. Jelly Roll Morton, a quien reivindica sin reservas como el primer compositor de jazz; Duke Ellington, deliciosos e instructivos los capítulos asignados, y Thelonious Monk forman su trío de ases en ese campo. A propósito de Ellington, a quien dedica el libro, Schuller dice: “Al final del período abarcado por este libro –principios de la década de los años de 1930– Ellington todavía no había compuesto muchas de sus obras más importantes. Sin embargo, los elementos básicos de su estilo estaban plenamente desarrollados para entonces, y en el gran período que siguió”. Y donde hay compositores, están los arreglistas, y con ellos habitan las big bands. Espectacular la erudición de Schuller, entendida aquí como homenaje a las grandes formaciones del Sudeste de Estados Unidos, una vez establecido que el polo de atracción en aquellos años era Nueva York.

“Los comienzos del jazz. Sus raíces y desarrollo musical” es un libro para leer despacio, con tiempo por delante y con el ánimo rebosante de swing. Es un ensayo que invita a volver a él una y otra vez, no es una novela ligera. El autor también tiene presentes a las mujeres. De Bessie Smith, otro estupendo relato, asegura que “estableció la tradición del blues, tanto en sus elementos estilísticos como en sus componentes cualitativos, como ningún otro cantante” (sic). En ese punto coincide con Peter Stanfield en “Body And Soul. Jazz And Blues In American Film 1927-1962” (2005) y con Jackie Kay en “Bessie Smith” (1997). La meticulosidad del escritor alcanza las notaciones, el documentadísimo glosario y la selección discográfica. Schuller se sumerge en el jazz con hambre apasionada, disipando en el proceso prejuicios culturales, raciales y de clase. El autor parece decir “escuchen” entre explicaciones, argumentos de peso, pentagramas y vívidos recuerdos.

El ensayista tuvo el privilegio de leer el siglo XX. Abrazó el jazz como una expresión escénica de primer orden del que también fue protagonista. “Un público nuevo exigía una música nueva. De ejecución más armoniosa y dotada de un contenido musical más amplio y sofisticado. Los tallos de una forma musical propiamente estadounidense habían arraigado y buscaban un terreno más extenso”. Gunther Schuller tocaba la trompa y con la Brass Ensemble Of The Jazz And Classical Music Society predicó con el ejemplo, componiendo parte de “Music For Brass” (Columbia, 1957), participando en la grabación y escribiendo las notas interiores del álbum. “Third Stream”. Una etiqueta determinante para la historia del jazz. ∎

Etiquetas
Compartir

Contenidos relacionados