¿Todo Bob Dylan? ¿Otra vez? Veamos. Tenemos el colosal y enciclopédico (y escandalosamente desfasado) tomo de “Letras completas” (2004); el primer (y único volumen) de “Crónicas” (2004); y el ensayo sui géneris “Filosofía de la canción moderna” (2022). También, que no falte de nada, los casi 150 libros dedicados a glosar la vida y milagros del bardo de Duluth; el hermético (aunque revelador) “Tarántula” (1971)... El botín, ya ven, es considerable, así que, ¿de verdad? ¿Todo Dylan? ¿A estas alturas de la vida?
La respuesta, rotunda e inequívoca, es que sí. Porque “Bob Dylan. Mixing Up The Medicine” no se parece a casi nada. Es un museo portátil y un big bang ensayístico; las Sagradas Escrituras y los rollos del Mar Muerto de Mr. Robert Allen Zimmerman, La Biblia Dylan, con todo el peso de la leyenda aplastando muñecas imprudentes: casi tres kilos de cartografías dylanianas, barra libre memorialística y festín de tesoros del Bob Dylan Center de Tulsa (Oklahoma), centro encargado de custodiar y el archivo del de Minnesota. ¿Los borradores manuscritos de “Visions Of Johanna”? Ahí los tienen, junto a una tarjeta de visita de Otis Redding y la cartera que el más escurridizo de los trovadores eléctricos llevaba en el bolsillo en 1966.
¿El fax que Leonard Cohen le envió en 1999 con un esbozo de “A Thousand Kisses Deep” y en el que él empezó a escribir “Things Have Changed”? ¿La pandereta que le inspiró para componer “Mr. Tambourine Man”? ¿Fotografías de sus primeras sesiones en el estudio A de Columbia Records? ¿Una felicitación navideña de Paul McCartney? ¿Una carta de George Harrison con los números y ganancias de “The Concert For Bangladesh”? El pleno es casi total: cualquier cosa que se nos pueda ocurrir, cualquier aspecto más o menos relevante (o no; tanto da) de la vida del Nobel errante, aparecerá antes o después en esta descomunal y definitiva “biografía a la inversa” (así la han bautizado Mark Davidson y Parker Fishel, encargados de investigar, cribar y redactar el libro) que viene a ser como la extensión narrativa y libresca del propio Bob Dylan Center. Si el autor de “Like A Rolling Stone” fuese una exposición antológica, esto sería su imponente catálogo razonado.
En este viaje a través y alrededor de la escurridiza leyenda dylaniana, de las luces y sombras de más de seis décadas de “movimiento perpetuo de la ilusión”, los objetos son cruciales, sí, pero aún más reveladores son todos esos ensayos con los que Lee Ranaldo, Greil Marcus, Alex Ross, Lucy Sante, John Doe y Amanda Petrusich, entre muchos otros, invocan y desmenuzan el espíritu creativo de Dylan. También aquí la memorabilia es importante, ya que a todos ellos se les pidió un texto a partir de un elemento del Archivo Dylan “que los atrajera, los hechizara, conmoviera, desconcertara o estimulara”.
El resultado, sumado a las cerca de mil imágenes de un centenar de fotógrafos (muchas de ellas no publicadas) y a un exhaustivo y detallista recorrido biográfico que va de las primeras fotografías de sus padres en las cataratas del Niágara al reciente “Rough And Rowdy Ways” (2020), es, ahora sí, un “Moby Dick” mercurial y eléctrico. Un baile de máscaras en el que todo es verdad y todo es mentira; una biografía de ficción en la que uno va pasando páginas intentando cazar sin éxito al fantasma de la electricidad que aullaba en los huesos de “Blonde On Blonde” (1965).
“Un artista debe tener cuidado de no llegar nunca del todo a un lugar en el que piense que ha llegado a algún sitio. Tiene que comprender siempre que está en un estado de transformación constante, y mientras puedas quedarte en esa esfera, no tendrás mucho problema”, que dijo el propio Dylan en 2005 en una de las muchas citas que salpican esta Gran Enciclopedia de sí mismo que, ya lo advierten Davidson y Fishel justo antes de emprender el vuelo, quizá no brinde respuestas fáciles, pero sí que ofrece, desperdigadas en más de 600 páginas, las preguntas correctas sobre Dylan y su música. ∎