A Lawrence debieron pitarle los oídos a base de bien. Se habló de la posibilidad de que estuviese presente en esta conversación con Will Hodgkinson, pero algo no funcionó. Fue lo mejor que podía ocurrir, ya que el propósito era indagar un poco más, sin tapujos ni descortesías, en la odisea callejera a la que lleva entregado desde que aterrizó en Londres hace varias décadas –tiene ya 63 años– este Ulises moderno sin Penélope, Quijote obstinado sin Sancho Panza –¡perdón, Will!–, Falstaff desnutrido sin príncipe Hal. La logística tampoco es el fuerte de Lawrence, que no tiene internet, duerme en el suelo y sobrevive a base de “té lechoso”. No es de extrañar que desaparezca en invierno como una criatura urbana en extinción.
Hodgkinson es autor de otros prodigios editoriales como “In Perfect Harmony. Singalong Pop In ‘70s Britain” (2022), en cuya primera página reza la siguiente dedicatoria: “To Lawrence, for the inspiration”. Pero la historia de este titán resiliente –ríanse de Pedro Sánchez o del Dúo Dinámico– que aún recibe una ayuda del Estado con la que paga el alquiler siempre quedará incompleta: será imposible verlo plantar un árbol, tener un hijo –hace 20 años que no conoce mujer– y, en lo que concierne escribir un libro, solo intentó “apropiarse” un poco de “Superestrella de las calles. Un año con Lawrence” (Contra, 2024), de cuyos derechos le ha hecho partícipe Hodgkinson en un gesto de honradez y generosidad sin precedentes.
Tras las felicitaciones debidas –fue elegido mejor libro-pop de 2024 por ‘Mojo’, ‘Uncut’ o Rough Trade, que reeditó 200 copias añadiendo una entrevista especial; quedó tercero en el repaso anual de Rockdelux–, entablamos diálogo con el periodista ya en pantalla, superatento y con un aparente toque de rímel como corresponde a esta otra estrella de los medios londinenses. Tras interesarse por la traducción española del libro, me pregunta si llegué a ver la cama de Lawrence en mi visita de hace unos cuantos años para entrevistarlo para Rockdelux…
La traducción de Ibon Errazkin es la mejor posible, Will. Puedes estar tranquilo. Respecto al apartamento de Lawrence, no pudimos ir más allá del pequeño cuarto donde guarda sus cosas. Allí estuvimos repantigados sobre una especie de tronco de plástico durante más de siete horas, sin probar bocado ni beber una sola gota, previo viaje al bar de la esquina, el famoso Fix, para hacer pipí.
(Se ríe). Cuando leí tu mensaje no podía parar de reír… En la otra habitación, donde no te dejó entrar, tiene un pequeño sofá de una marca italiana muy famosa, Ligne Roset, todavía cubierto de plástico. Cuando le pregunté si lo acababa de comprar, me dijo que hacía doce años que lo tenía pero que no soportaba la idea de quitarle el precinto.
¿De quién fue la idea de escribir el libro?
Pensé hacerlo ya en 2000-2001, pero sabía lo difícil que puede llegar a ser Lawrence. Estuvo enganchado a la heroína, no cogía el teléfono, quedábamos y no aparecía, tampoco abría la puerta… Pensé que mi vida era demasiado corta para todo eso. Pero ya está mucho mejor y en 2022, Pete Selby, mi editor, me preguntó si estaba interesado. Nos reunimos y Lawrence propuso la idea de que alguien le siguiera por ahí en plan Kate Moss con una condición: no hablar de su pasado. Le dije que eso era imposible porque a nadie le interesaría algo así y, además, si charlas de forma natural con alguien, lo normal es hablar de tu vida.
¿Tuviste muchos problemas con él?
Todo iba muy bien, pero al cuarto o quinto capítulo insistió en leer lo que había escrito como hizo contigo (en 2012 me pidió que le enviara por carta la transcripción de la entrevista antes de publicarla). Cuando le dije que no, empezó a enfadarse y a decir por ahí (imita ligeramente su timbrecillo con acento de Birmingham) “¡no me va a dejar leerlo, es injusto!”. Pero yo quería formarme mi propia imagen del personaje.
¿No le dejaste leer nada?
Solo al terminar el manuscrito. Se enfadó mucho con el primer capítulo porque pensó que lo estaba ridiculizando, pero después le gustó y solo pidió pequeños cambios. Pero sí, la idea original de seguirle por la calle fue suya; mía la de retratar a un personaje sin éxito que nunca renuncia a perseguirlo. Es así de simple, pero me encanta... Cuando somos jóvenes todos tenemos sueños de grandeza, como tocar en una banda, ser futbolista, o lo que sea, pero cuando eso no sucede la mayoría nos casamos, tenemos hijos y llevamos vidas normales. Lawrence siguió con el mismo objetivo, y lo encuentro fascinante porque es como un héroe, pero caído, y en absoluto un hombre perfecto.
Es un arquetipo romántico, dickensiano, de novela picaresca. Los pícaros son capaces de sacrificarlo todo por su libertad, ignorando, si es necesario, las riquezas que encuentran por el camino…
¿Has leído “Hambre”, de Knut Hamsun? El protagonista está dispuesto a comerse un dedo antes de buscar un trabajo convencional. Es artista y jamás debe hacerse burgués… La gran contradicción de Lawrence es que anda por ahí sin dinero, le gritan los chavales en las paradas de bus, un borracho lo confundió con una señora delante de mí… Todo esto le pasa a menudo y lo odia porque quiere ser rico, prefiere no usar el transporte público, quiere ir en limusina, quiere esto, quiere aquello… pero cada vez que tiene la oportunidad no de ser rico pero sí “normal”, lo rechaza. No de forma deliberada, pero sabiendo que ha de continuar con su misión… Sí, representa un arquetipo, un poco como Don Quijote, o Christian en “El progreso del peregrino” (la novela alegórica de John Bunyan publicada en 1678). O puede que un personaje religioso… uno de los santos, ya sabes, Simeón el Estilita (uno de los Padres del Desierto, asceta inventor del cilicio)… Saben que van a sufrir pero no abandonan su convicción. Pero Lawrence es completamente ateo…
Ese camino de ascetismo lo lleva a no probar bocado… ¿Cómo lo hace sin enfermar?
No lo entiendo. Aquella entrevista que hicisteis, ¿cuándo duró, seis horas? Y no comisteis nada…
No…
Nosotros nos tirábamos días enteros caminando por todas partes, largos paseos por las afueras de la ciudad… Yo me moría de hambre y a él no se le ocurría parar en ningún sitio para tomar algo.
Tampoco soporta ver comer a la gente…
Lo odia. Una amiga mía que es actriz estaba interpretando una obra bastante lejos de Londres. Lawrence fue a verla por su cuenta y después le escribió una carta que decía: “Caroline, felicidades por la obra, muy bien, has estado genial… pero ¿por qué tiene que comer la gente sobre el escenario? ¡Eso hay que pararlo!”… Lo que cuento en el libro es verdad, solo tomaba regaliz y dulces… En Glastonbury estábamos mi mujer y yo haciendo un pequeño pícnic. Ella le ofreció unos bizcochos pero Lawrence, dándole las gracias, los metió en una bolsita de plástico de esas herméticas y se los guardó. No soporta que le vean comer. Tiene un problema con eso... Miedo a la comida y a todo lo que tenga que ver con lo natural… También es célibe, básicamente.
Parece vivir en una película.
Es curioso, cuando hablábamos sobre el libro salían inevitablemente todas estas cosas terribles que le pasaron. Llegó a estar sin techo, vivió en un albergue, fueron momentos terribles. Me decía que solo eran capítulos de una película, los más bajos, pero solo eso. Todo lo ve como si su vida fuese un filme y él su personaje principal… Fíjate cómo lo vive: cuando una vez le preguntaron en las charlas que damos a veces cómo se sentía caminando conmigo, grabadora en mano, respondió que le gustaba porque así la gente pensaría que era famoso.
Pero es como lo del sofá caro, prefiere quedarse al margen…
Esa es la clave, José. Yo diría que, más que querer ser una estrella famosa del pop, prefiere representar ese papel. No me lo imagino tocando en un gran estadio, se pone muy nervioso. Él dice que podría con la presión, pero se lo impide querer tenerlo siempre todo bajo control. Ha tenido la oportunidad de hacer conciertos más grandes y los ha rechazado.
Siempre será una estrella underground.
Salvo en Londres, donde van unas 200 personas a verlo, en el resto del país es un artista minoritario, apenas asisten 50. Pero está empezando a creer, ya lo reconocen más y eso le gusta. Sabe que la gente lo quiere a pesar de ser una persona que siempre acaba enfadada con todo el mundo: músicos, novias, sellos discográficos… Pero, como sabes, también puede tener mucho encanto… Quizá con 63 años pueda llegar a ser una pop star, al fin (sonreímos los dos).
También tiende a imitar a sus héroes. Bowie tampoco comía nada.
Sí, pero se equivoca. ¿Te acuerdas de Paul Kelly? (Hodgkinson es el hombre que acompaña a Lawrence en la escena de la tienda de sombreros hacia el final de “Lawrence Of Belgravia”, el documental de Kelly. Todo un caballero inglés). Una de las normas que quiso imponer en el documental fue que no debía filmarlo caminando y hablando a la vez. Lawrence odia a Madness y vio que hacían eso en algún sitio. Entonces Kelly le dijo que había otra sobre Sex Pistols donde Johnny Lydon hacía lo mismo. La respuesta de Lawrence fue “Ah, ¡entonces de acuerdo!” (Hodgkinson agudiza de nuevo el timbre).
¿Solía estar saludable cuando quedabais?
No sé cómo lo hacía porque no comía y fumaba todo el tiempo. Está muy delgado y como envejecido, pero parecía sentirse bien, con energía para ir a todas partes. Sufría con las cuestas, no le gustaban, pero en llano era incansable… Respecto a las drogas, estoy seguro de que ha dejado la heroína definitivamente porque lo conocí cuando estaba enganchado. Puede que aún tome metadona, no lo sé. Con él nunca sabes qué es físico o psicológico. Por ejemplo salir de gira es bastante duro para él porque odia estar lejos de casa, se pone nervioso, no le gustan las habitaciones de hotel, ni ir a casa de la gente, esas cosas…
¿Has dejado muchas cosas fuera del libro?
Nunca intentó censurarme, aunque, por ejemplo, no quería que hablara con los otros miembros de Felt. Yo estaba decidido a hacerlo, pero me di cuenta de que no hacía falta. Lo que tenía entre manos era más una novela que una biografía, así que me centré en las novias. Lawrence era lo interesante y no necesitaba dar entrada a tantas voces diferentes. Pero descarté una cosa: Lawrence tuvo otra novia.
¿Sarah Cracknell?
Sí, la cantante de Saint Etienne. Estaba decidido a hablar con ella, pero Martin Kelly (su marido, hermano de Paul Kelly y gerente del sello Heavenly) me advirtió de que no diría gran cosa, así que desistí. ∎