Confiesa Ambrose Akinmusire su debilidad por los búhos, motivada por la permanente tendencia a la observación de esta ave nocturna. Análoga capacidad a la que él mismo ha venido desarrollando e invirtiendo en su propio crecimiento desde que se curtiera junto a los Five Elements de Steve Coleman antes de cumplir la veintena, debutara con “Prelude” (2008) y llamara la atención de ejecutivos del sello Blue Note con cuya legendaria etiqueta firmó el más que prometedor “When The Heart Emerges Glistening” (2010). Después, la crónica del trompetista ha venido dibujando una línea de continua progresión que ha asumido con todas las consecuencias los ropajes de avezado rastreador. De las composiciones con cuerdas y voz de “The Imagined Savior Is Far Easier To Paint” (2014) saltó a la colaboración con Kendrick Lamar en “To Pimp A Butterfly” (2015), sin perder enlace vital con el jazz más vivo y dinámico en el excelente directo “A Rift In Decorum. Live At The Village Vanguard” (2017). Sus últimos trabajos –“Origami Harvest” (2018) y “On The Tender Spot Of Every Calloused Moment” (2020)– lo situaron en una escala ascendente y versátil a la vez que subrayaban su conexión con el movimiento Black Lives Matter y con asuntos como la desigualdad racial y los dañinos efectos de la fulgurante gentrificación en comunidades cercanas.
El interés por gestionar las oleadas de sobreinformación que nos asaltan y por crear un “espacio seguro” y autónomo desde el que articular su música desemboca ahora en este “Owl Song”, su estreno en la marca Nonesuch. El disco abre la trilogía que Akinmusire ofrecerá a través del sello durante 2024, donde cada álbum mostrará diferentes enfoques de composición, instrumentación y producción. Aunque el pasado año también entregó un arriesgado trabajo en solitario titulado “Beauty Is Enough” (2023), es este “Owl Song” el disco que mejor comparte su estado creativo, canalizado en esta ocasión a través de depuradas composiciones escritas específicamente para un trío integrado por la batería de Herlin Riley y la guitarra del gran Bill Frisell, con quien ya había trabajado en algunos directos, y registradas en solo dos días, 7 y 8 de marzo de 2022. La clave del disco radica en la capacidad de la terna para mantener distancias con la partitura en aras de una mayor aunque austera independencia expositiva. Una táctica que el trompetista de Oakland, California, ya ensayó en plena pandemia, sin atender en exceso al guion y por consejo del veterano Bennie Maupin, junto al joven batería Timothy Angulo.
Esa búsqueda de la esencia, de las precisas proporciones entre espacio y tiempo, guía este gran álbum, aparentemente simple pero sobriamente profundo. La arquitectura de sus ocho piezas se construye sobre expresas dedicatorias –“Mr. Frisell”, la sincopada “Mr. Riley”, así como los dos partes de “Owl Song” –, pero, sobre todo, desde un diáfano alegato, por momentos casi etéreo, como en “Henya”, en el que el trío habla con una sola voz, indagadora y serena, nada altisonante, perfilada y conmovedora. ∎