Seis discos seis. Así, al modo taurino que tanto defiende Andrés Calamaro, podríamos resumir esta inabarcable reedición de “Honestidad brutal” (1999), el disco que recoge su época más tóxica, de una productividad casi suicida que se prolongaba sin descanso por días y días con sus correspondientes noches. Un envidiable derroche de talento espoleado por una ingente cantidad de drogas de calidad y una energía incontrolable que se impregnó en cientos de canciones a lo largo de esa temporada en la que sus límites creativos se difuminaron y se llevaron al extremo.
La historia de la gestación de “Honestidad brutal” –escogido mejor álbum español del año 1999 en Rockdelux– es digna de ser conocida, aunque sea a grandes rasgos. Calamaro había dejado Los Rodríguez en 1996 y un año después regresaba a su carrera en solitario con “Alta suciedad”, quinto trabajo a su nombre. Las radiofórmulas le sonreían y su popularidad se había consolidado definitivamente en nuestro país. Tras la gira de presentación de aquel disco, tocaba componer una nueva tanda de canciones, entrar al estudio y hacer que la rueda del show business siguiera rodando. Para tal fin había comenzado a componer en su ya legendario piso de la madrileña calle Pez, pero entonces llegó el suceso traumático que desataría a la bestia y elevaría su creatividad hasta lugares a donde pocos pueden llegar: su divorcio de Mónica García.
El argentino más madrileño decidió rodearse de una banda de músicos afines en estilo y toxicidades y, cual vampiros, se sumergieron juntos en una bacanal de creatividad y excesos durante nueve meses que los llevó por quince estudios de grabación distintos en tres países diferentes. Aupado por la excitación del no descanso y de la creatividad sin freno, Calamaro no dudó en sacrificar su salud para intentar llegar a la raíz de la canción, al arte máximo del rock’n’roll. Se dijo que aquella locura de grabaciones sin cortapisas le costaron a su compañía discográfica cuarenta millones de las antiguas pesetas (unos doscientos cuarenta mil euros), pero el coste en la salud de los implicados debió de ser mucho mayor. En cualquier caso, se ha escrito ya quizá todo lo que el cantante y los demás protagonistas de aquellas jornadas interminables han permitido que supiéramos. Toca, pues, hablar de “Honestidad brutal Extra Brut”.
Habría mucho que decir sobre esta reedición generosa y excesiva. Si el original es uno de los mejores discos de rock en español de todos los tiempos (aunque también contenga tango, punk, blues, bolero, reggae… recuerden algunas de sus canciones: “Te quiero igual”, “Tu parte de adelante”, “Maradona”, “Cuando te conocí”, “Paloma”, “Victoria y Soledad”… treinta y siete en total), el material que quedó fuera y que ahora por fin podemos escuchar es, en su gran mayoría, igualmente impresionante. Más de seis horas de canciones sobre las que cualquier cosa que pueda escribir aquí se quedará corta porque hay que escucharlas y sentirlas. Si para Calamaro esta grabación fue como el Vietnam de “Apocalipsis Now”, esto es su “Redux” particular, su versión extendida. Una absoluta pasada que completa de manera magistral al disco original.
Entre los descartes aquí ya rescatados hay verdaderas joyas (“Colegio de animales”, o “Graciela”, por mencionar solo un par), pero también tomas en directo rescatadas de su gira por España como telonero de Bob Dylan en 1999, blues con lo que hay que tener (“Desconfío”, “Blues del pie”), las mezclas de Joe Blaney –productor del disco original– que no vieron la luz (con un punto de vista totalmente diferente de las canciones), colaboraciones hasta ahora inéditas con Alejandro Sanz, Jaime Urrutia o Andy Changó, entre otros… Hasta los parlamentos iniciales, cuando los hay, son puro arte.
Hace algún tiempo creé una lista en Spotify para mi propio disfrute bajo el nombre de “Calamaro el puto amo”. Lo es. El puto amo. Y lo es por salvajadas como esta. Qué canciones, cuánto talento. Qué barbaridad. ∎