Los crucigramas que entrelazan a Brian Wilson con el minimalismo, a Brian Eno con Simon & Garfunkel, a Mercury Rev con el minimal techno o los ritmos levemente africanos están resueltos con una finura de orfebre aplicado, sin costurones ni remiendos que distraigan. Las canciones están secuenciadas sin apenas interludios ni tiempos muertos: subirse al carrusel de “Merriweather Post Pavilion” es iniciar un viaje al frondoso vergel de la música pop con los oídos limpios y el corazón palpitante. Tiene ese punto de inocencia infantil y de descubrimiento que se reserva a los exploradores sin mapas pero con intención de hacer historia (
“Si pudiera abandonar mi cuerpo durante un minuto” es una de las primeras frases que se escuchan en el disco; más adelante se preguntarán
“Am I really all the things that are outside of me?”: abran compuertas).
Programan ritmos robóticos y hacen palmas, doblan voces y soplan dijeridús, pedalean sobre órganos y engordan bajos de baile (im)posible. Suenan etéreos y terrestres, espaciales y caseros, dulces y perversos. La tecnología es para ellos un juguete mágico que nunca anula las reglas del juego. Cuando se arriba al puerto de
“Brothersport” y a su orgía repetitiva e hipnótica, no queda más remedio que recurrir al
repeat y subir de nuevo al andén de
“In The Flowers” (¿suena un motor?, ¿el bostezo de un dinosaurio?) y babear con
“My Girls” y sus violines, con
“Also Frigthened” y su anestesiado ritmo de vals, con
“Summertime Clothes” y su base de techno primitivista (con cuerdas), con
“Guys Eyes” y su cámara de ecos gemelos entre percusiones y voz, con
“Bluish” y sus frágiles cenefas de sueños californianos… Una fiesta sin fin, una montaña rusa de alegría auditiva. Animal Collective están en órbita. Hoy por hoy, y hasta que otro demuestre lo contrario, el mejor y más inmenso grupo de pop contemporáneo. ∎