El título del quinto álbum de Austra vendría a traducirse como “¡Arriba ese ánimo!”, una referencia de Katie Stelmanis, la líder de este proyecto electropop, a la obsesión de la sociedad por hacerte venir arriba cuando estás abajo, como si fuera tan simple y como si no fuera saludable procesar según qué sentimientos a un ritmo pausado. Lo que la dejó de bajón fue una ruptura amorosa inesperada: según ha explicado en nota de prensa, a principios de 2020, su pareja se despertó un día, dijo que no era feliz… y no volvió a verla más.
Stelmanis hizo lo mejor que puede hacer una artista en estos casos: ponerse a pensar en su breakup album, subgénero con gran capacidad para producir clásicos. Saliéndose de la narrativa curativa más habitual, se pasa el disco regodeándose a placer en su obsesión, su desesperación, su rencor. ¿Arriba ese ánimo? Ella no sigue la orden, pero como mínimo impulsa sus exorcismos con los ritmos más contagiosos y hedonistas que nunca haya aplicado a sus canciones.
No es la primera vez que bailamos con Austra, ni mucho menos: escúchese (una y otra vez) la industrial “Beat And The Pulse”, del revelador “Feel It Break” (2011), mejor que bien empleada en la película “Simon Killer” (Antonio Campos, 2012). Pero este es claramente su álbum más uniformemente bailable, un confeso intento de nuevo “Ray Of Light” (1998), aunque el amor por la vida y el universo que mostraba Madonna en aquel álbum no es fácil de encontrar aquí.
Apoyada por Kieran Adams (Diana, The Weather Station) en la producción, Stelmanis se lanza a un viaje medio cyberdélico ya desde el inicio con “Amnesia”, un buen arranque algo lastrado por un perezoso estribillo de una sola línea repetida. Mucho mejor es “Math Equation”, más cerca de Kylie (sobre todo, de “Can’t Get You Out Of My Head”) que de Madonna, depurado tecno-pop con versos cortantes dirigidos a la ex: “Dijiste que necesitaba tener mis propias amigas / Así que las encontré / Y tú te las follaste”. También sólido es otro single, “Siren Song”, revisión del mito de Orfeo con influencias melódicas de ABBA y unos breaks como salidos de la caja de herramientas de Hybrid.
La habitual influencia de Björk asoma en “Fallen Cloud”, con esa melodía de dulce divagar tan propia de la islandesa, y reaparece en las percusiones microscópicas (al más puro estilo “Vespertine”) de “Blindsided”, esa demoledora canción sobre el choque de quedarse sin amor de la noche a la mañana, o los toques juguetones (“Oh, whoops! Whopsies!”) de “Think Twice”, casi una especie de outtake perdida de “Debut” (1993).
No es el clásico disco de ruptura con lenguaje de terapia, pero parece que bailar, soltar algunas perlas y relativizar y reírse de sí misma (ya desde esa portada con la sonrisa más forzada) ha servido a Ms. Austra para empezar a sentirse mejor. Escucharlo también tiene efectos depurativos, estés o no metido en un hoyo similar al de la narradora. Es el disco más fácilmente disfrutable de su autora y muy posiblemente el mejor. ∎