Si Dinosaur Jr. fueran un meme, sería el de los dos perros akita aka “Swole Doge vs. Cheems”. En un extremo, el dogo hipertrofiado, que se corresponde con los remolinos instrumentales en que pueden enzarzarse J Mascis, Lou Barlow y Murph. Al otro lado, la versión desamparada del can, que hace acto de presencia cada vez que Mascis se lamenta con su timbre constipado, el rostro siempre enterrado en su cabellera cana. Y es que no existe ningún otro grupo que personifique de manera tan natural (no me atrevería a tildarla de “inconsciente”, pero sí de “espontánea”) la dualidad entre un lenguaje musical vocacionalmente avasallador –el indie de ascendencia rockista y huracanada– y el retrato lírico de una masculinidad herida y vulnerable.
“Sweep It Into Space”, duodécimo álbum del grupo –y quinto tras la reunificación del trío original en 2005– superpone estos dos conceptos para formar una imagen más diáfana que en cualquier obra anterior del grupo. Las disputas a mano abierta entre sus miembros ya hace tiempo que pertenecen a la prehistoria, y aunque al verlos juntos uno sea incapaz de creer que hayan intercambiado más de cinco frases en toda su vida, nos consta que, hoy, los Dinosaur forman algo parecido a una familia. No debe ser casual que su nuevo disco amanezca con “I Ain’t”, donde las coordenadas de fiesta eléctrica habituales en la banda encajan un himno bromance donde Mascis declara sin ambages que no puede seguir adelante solo.
A este disfuncional espacio de cuidados se le ha sumado ahora Kurt Vile, fan, invitado y coproductor de “Sweep It Into Space”. Encantado en su rol de “cuarto dinosaurio”, el slacker tranquilo se mezcla en el caldo chisporroteante –como en “I Met The Stones”, donde el grupo repite el gag, siempre efectivo, de disfrazarse momentáneamente con una careta heavy–, pero también anima a sus mayores a abrir las ventanas melódicas, realzadas en las ocurrencias acústicas de “I Ran Away” y “And Me”. Con todo, es posible que el grupo hubiera llegado a ese mismo punto sin su ayuda: la dulcísima “Garden”, compuesta por Barlow, apela a un lugar de inocencia primordial, y en “Take It Back” cobra protagonismo un mellotron digital. La intromisión de este cuerpo extraño en los fundamentos estéticos del grupo es idea del propio Mascis, que cogió las riendas de la producción del álbum cuando la COVID-19 cortó la posibilidad de proseguir las sesiones con Vile.
El hecho de que Dinosaur Jr. hayan sido capaces de finalizar sin mayor alteración un (estupendo) disco en plena pandemia dice bastante sobre la solidez actual del proyecto. Casi tanto como que el momento de mayor déjà vu –“Hide Another Round”– no transporte inmediatamente a los días de “Freak Scene” y “Little Fury Things”, sino a “Over It”, del ya tardío “Farm” (2009). Quizá se deba a que el regreso del grupo descorchó una inesperada segunda fase imperial que se sigue expandiendo, discreta pero implacable, a golpe de gustosos embrollos sónicos. ∎