Álbum

Fennesz

MosaicTouch, 2024

En el año del vigésimo aniversario de “Venice” (1994), el trabajo más recordado de Fennesz, lejos de dormirse en los laureles el austriaco empezó a trabajar con “Mosaic”, otro disco acuático según la visión habitual de Jon Wozencroft sobre la obra de su amigo. Este artista gráfico puede considerarse el segundo miembro oficioso del proyecto –a lo Peter Saville/New Order– como autor de las portadas de sus discos para Touch Records –del que es fundador–. Por otro lado, “Mosaico” es un término aplicable al arte o la biología, que implica la coexistencia de pequeñas partes –teselas, manchas, células– relacionadas entre sí, pero diversas en apariencia y contenido. Aplicado a la música de Fennesz, ese mosaico de decisiones acaba configurándose en la fase de mezcla, que el vienés considera parte esencial del proceso compositivo –siempre asume ambas tareas–, momento en el que las piezas van adoptando su forma definitiva mediante cambios y experimentación. Se trata de una idea escultórica de la música también aplicable a otras disciplinas como la escritura o el cine.

Fennesz ha mostrado en alguna entrevista su actual interés por los ritmos africanos, lo que supondría una vuelta a los orígenes no de su carrera –Maische era una banda de post-rock–, sino de la música misma, si no fuese porque “Mosaic” apenas aclara esa influencia, ni siquiera en “Personare” –señalada por el autor–, con resultados más inquietantes que polirrítmicos. A cambio puede ser la pieza más potente del disco, no muy lejos, en su capacidad de atracción, de “Love And The Framed Insects”, corte de inusual compás 7/4, pero uno de los más melódicos (y melancólicos) del álbum, faceta proveniente del gusto confeso de Fennesz por el pop. Y hablamos de Adriano Celentano –de quien asegura poseer un autógrafo– o The Cure.

No se percibe un cambio de tercio radical como en “Bécs” (2014), pero temas como “Goniorizon” contienen sonoridades más cristalinas. La fábrica del corte es la superposición de seis riffs –término pendiente para la insigne RAE, que sí recoge ostinato– de guitarras de rock duro creando una red de texturas solapadas que recuerdan al “(No Pussyfooting)” (1973), de Fripp & Eno, mostrando con ello la ductilidad de la música en general y de los tratamientos electrónicos en particular. Junto a la anterior, “Heliconia” es la pista más larga –nueve minutos–, acuátil –para regocijo de Wozencroft– y reconociblemente guitarrística de “Mosaic”, especialmente en su segunda mitad, con la misma sonoridad que recabó David Sylvian, colaborador puntual de Fennesz, para su álbum “Blemish” (2006). Guitarras y pedales siguen siendo las herramientas principales, junto al laptop. No en vano, el austriaco se pagó la universidad tocando polcas en bodorrios.

“Mosaic” es, de nuevo, uno de esos álbumes mágicos, liminales o entre dos mundos tan característicos de Fennesz, con algunas incorporaciones estilísticas sutiles pero patentes, aunque solo sea en cuestión de variedad de paisajes, menos abstracto –o más accesible, como una banda sonora– que trabajos anteriores, también con espacio para respirar, aunque sea bajo el agua, y la excepción de la envolvente “Patterning Heart”, que te invita a surfear sobre sus olas sinusoidales –como Harold Budd y Cocteau Twins en “The Moon And The Melodies” (1986)–, ajeno a todo lo que se hace por ahí –pipiolos como KMRU o Ulla seguramente le deban una ronda–, basándose, como siempre, en la improvisación y en la investigación con corazón. ∎

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