“Send A Prayer My Way” es el primer álbum colaborativo entre dos –no tan– nuevas forajidas: Julien Baker –Memphis, autora ardiente de “Little Oblivions” (2021), recientemente en las premiadas boygenius junto a Phoebe Bridgers y Lucy Dacus– y Torres –Orlando, Mackenzie Ruth Scott es su nombre real, multinstrumentista con seis álbumes en su haber–, una alianza country gestada hace casi una década cuyo fruto ve ahora la luz en forma de doce canciones perfectibles, de esas que resurgen cada cierto tiempo desde un fondo repertorial que no por mil veces repetido resulta sencillo de replicar. Ya hemos hablado en estas páginas de los duetos country clásicos, como el de “Sylvia” –la perrita de Torres se llama así–. La novedad es que hablamos ahora de dos chicas bregadas con sobreros vaqueros, hebillas brillantes, chalecos de cuero y asertivos tatuajes en las falanges dorsales.
Recomendamos ver –ahora se dice “disfrutar de”– la actuación de Baker y Scott en el programa nocturno ‘The Daily Show’ tocando “Bottom Of A Bottle” con su banda completa –pedal steel guitar, batería, violín–, coloridos decorados y trajes de psicodelia cósmica americana a lo Flying Burrito Brothers, cantando “perdí los nervios y me refugié en la esquina del bar; perdí la fe y la deposité en una estrella solitaria; perdí a mi mujer y me fui a nadar en un río de Four Roses”, para entender un poco mejor su viejo mundo. No es que el esquema “pecado-culpa-redención” sea privativo del country. De hecho, la canción recuerda a “Underneath The Bottle”, de Lou Reed, aunque el arreglo de violín remite a los canadienses Fraser & Debolt, aquella olvidada pareja de culto cuya mística emocional les encaja bastante bien.
La canta Torres en su tono contralto un poco al estilo de Lucinda Williams –cuyo álbum “Happy Woman Blues” (1980) es una epifanía también colmada de violines del oeste– apoyándose en las armonías vocales de su intensa y menuda colega. El intercambio de papeles será la tónica general en “Send A Prayer My Way”. “Sugar In The Tank”, primer single digital de adelanto, fue protagonizado en cambio por Baker. Una canción perfecta para bailar con los pulgares bajo el cinto en la que sus compositoras apuestan, aparentemente, por el camino más fácil de cara al público estadounidense, una impresión que se desvanece a medida que escuchas el disco entero donde lo que prevalece no son las ganas de emborracharse en el honky tonk –la estampa de alguien cansado tras una dura jornada en un trabajo de mierda se te queda impregnada–. El álbum de debut de esta refrescante pareja artística es una demostración de ortodoxia country en su faceta más reivindicable, la de la autoría subversiva, orgullosamente redneck –aunque se quede en los trastes de las guitarras–, salvífica, desafiante, misericordiosa, humorística y muy bien arreglada.
Es el country que practicaban, en sus diversas variantes y personalidades, gente como Loretta Lynn, Gram Parsons, Mickey Newbury o Guy Clark. “Downhill Both Ways” – “Has aprendido qué significa vivir, cuando ves que todo el mundo es tan desgraciado como tú; y ya no quiero ser una cínica, pero creo que prefiero quedarme dormida”–, con Baker al mando, tiene ese punto existencialista. Pero no todo es oro lo que reluce en “Send A Prayer My Way”, siendo mejor la intención que el resultado en la metafórica “No Desert Flower”; “Tape Runs Out” contiene la melodía de siempre aunque, a la vez, una de esas letras que canta Baker para helarte la sangre: “A nadie le gusta escuchar que no es suficientemente bueno, menos cuando ya sabes que es verdad; compraste barato y pensabas que podrías arreglarlo, pero ahora sabes que no hay nada que hacer”; “Off The Wagon” suena a Red House Painters sin el genio poético de Mark Kozelek. Pero “Send A Prayer My Way”, un álbum que se ha hecho de rogar durante años y meses, hay que valorarlo en su conjunto, incluida esa portada que tanto recuerda en tipografía y compostura a “Cowboy and The Lady” (1969), de Lee Hazlewood y Ann-Margret.
Julien y Torres suenan como dos ángeles caídos que han encontrado el paraíso del country para expresar una visión de ese mundo raro que les ha tocado vivir, las muletas que se necesitan para seguir adelante y la belleza de su fatalidad –escuchen “Dirt”–. Es la misma tradición de pecadores infalibles que Hank Williams o Townes Van Zandt. Queda mucho por aprender –“Tuesday” muestra que se progresa adecuadamente–, pero ¿cómo no rendirse ante esta forma de rezar? Rezar como poesía pura y dura. ∎