Disco destacado

Patti Smith

HorsesArista-Sony, 2025

¿Qué se puede añadir a lo que se haya dicho ya de “Horses”, el LP de debut de Patti Smith y uno de los pilares más recios de toda la historia del rock? Poco y mucho. “Horses”, publicado en noviembre de 1975 –entre el entusiasmo crítico y una tibia repercusión popular– cumple medio siglo de vida y su importancia cultural no solo no ha menguado: aumenta con cada año que pasa. Punk antes del punk, inyección revitalizadora en los músculos del rock, supo reflejar toda la ebullición artística del Nueva York de los setenta, esa que incendiaba los tugurios del downtown y que marcó un antes y un después en la historia cultural del siglo XX.

El avispado Clive Davis se quedó prendado de la energía en directo de Smith y su grupo en la caverna del CBGB y no dudó en llevársalos al roster de Arista, el sello que había fundado en 1974. Grabado en los estudios Electric Lady neoyorquinos, John Cale se encargó de la producción (tras descartarse la opción de Tom Dowd). Hubo, cuentan, fuertes discrepancias entre el ex Velvet Underground y Smith: el primero quería un disco “profesional” y con retoques que amplificaran las canciones; la segunda únicamente estaba interesada en reflejar la potencia cruda que lograba transmitir sobre los escenarios. Fuese cual fuese el pacto al que se llegó, lo cierto es que “Horses” resuena inmediato y sin interferencias embellecedoras. Esto es rock en hueso dispuesto por una Smith en estado de gracia y una banda –Jay Dee Daugherty (batería), Lenny Kaye (guitarra), Ivan Král (bajo) y Richard Sohl (piano)– totalmente identificada con la visión de la protagonista.

“Horses” fundió como (casi) nunca se había hecho previamente rock y poesía, casó a Rimbaud con Jim Morrison, a Burroughs con Jimi Hendrix, a Camus con Janis Joplin, a Verlaine con Brian Jones. Desde la icónica portada con la fotografía en blanco y negro de Robert Mapplethorpe y ese inicio con el piano de Sohl y la fraseJesus died for somebody’s sins, but not mine” –preámbulo a su asalto al “Gloria” de Van Morrison/Them–, todo en “Horses” es una milagrosa liaison entre pasado y futuro, entre veneración por los ancestros y la necesidad de crear a borbotones sin ningún tipo de ataduras.

Eterna gloria, gloria eterna al Patti Smith Group. Foto: Frank Stefanko
Eterna gloria, gloria eterna al Patti Smith Group. Foto: Frank Stefanko

Hay sazonados de reggae –“Redondo Beach”, “Kimberly”–, narraciones épicas con raíces en el free jazz –“Birdland”– y el rock’n’roll –“Land”– y lirismo sin moderación –“Free Money”, “Break It Up” (con la guitarra de Tom Verlaine), “Elegie” (con las seis cuerdas de Allen Lanier)–. Hay, por encima de todo, una imperiosa necesidad de hallar un nuevo lenguaje que expresara los anhelos que siempre han acechado al ser humano.

La edición de 50º aniversario incluye el álbum original remasterizado y un segundo CD o vinilo con las demos originales de “Gloria: In Excesil Deo” y “Redondo Beach” –ya escuchada en el recopilatorio de 2002 “Land (1975-2002)”–, además de tomas alternativas de “Kimberly”, “Break It Up” y “Birdland”, versiones primerizas de “Distant Fingers” –acabó en “Radio Ethiopia” (1976)– y “We Three” –terminó en “Easter” (1978)–, las inéditas (y nada desdeñables) “Snowball” y –sorpresa relativa: se podía localizar en bootlegs no autorizados– “The Hunter Gets Captured By The Game”, el hit que Smokey Robinson le entregó en 1967 a The Marvelettes.

Tras cuatro LPs que marcaron, con altibajos, la década de los setenta, Smith hizo mutis por el foro para vivir en familia junto al MC5 Fred “Sonic” Smith hasta que reapareció en 1988 con “Dream Of Life”. Desde entonces, especialmente en directo, la de Chicago ha puesto en práctica el evangelio que imprimió en los surcos de su LP de debut, entretejiendo en ceremonias liberadoras los ligámenes entre rock y poesía, entre lo sagrado y lo profano, entre lo que fue y lo que es posible que sea. “Horses”: sortilegio eterno, palabra de dios(a). ∎

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