Álbum

Perro

¿Te acuerdas?Sonido Muchacho, 2024

¿Que si nos acordamos? Y tanto que sí. Hacía seis años que Perro no publicaban nada, desde “Trópico lumpen” (2018), y casi uno de su puntual aparición en el Canela Party, festival en el que encajan como un guante. De hecho, la estética de su parroquia en los conciertos que están ofreciendo presentando este disco –pienso en el de Valencia, al que acudí– tiene mucho en común con la del público canelero. No solo es fácil acordarse de Adrián, Guillermo, Fran y Aarón, respondiendo a la pregunta que descerraja el título, sino también echarles un poquito de menos. Más aún cuando este cuarto álbum, grabado, producido y mezclado a medias entre la banda y Marco A. Velasco en los estudios El Mirador de Alhama de Murcia, merece figurar entre lo mejor que han hecho. Sus propiedades permanecen intactas y su sonido reverdece sin perder un gramo de vigencia. Las guitarras espídicas, los textos aparentemente surrealistas, los estribillos que te noquean, el fragor de una música eminentemente física.

Se advierte desde el descorche: “Escucha pariente”, que me trae a la mente a Superchunk, Archers Of Loaf y toda aquella joven armada de Chapel Hill de los años noventa, es un clásico instantáneo que añadir a su arsenal de himnos, a la altura de “La Reina de Inglaterra” (2013) o “El sereno” (2018). “Gracias, de nada”, igual de exultante, tiene un estribillo que me recuerda a sus amigos Cuello, aunque ellos la sazonan con un interludio que se arrima a la cadencia de la bossa nova y la rematan con un final atronador. “Coches chungos, trompos guapos” incide en la velocidad de crucero y se torna algo más amenazante, y justo después de que la melodía quedona de “Y si no revienta” nos recuerde que de vez en cuando conviene –por una cuestión de salud– bajar ligeramente el ritmo, irrumpe “Me vas a perder” con ese rodillo motorik tan característico de sus primeros trabajos.

Alguien te mira” denota la vis más compleja y expansiva del cuarteto murciano, sin llegar tampoco a ser precisamente experimental: propulsada por ese bajo circular que me retrotrae al de Yo La Tengo en “Pass The Hatchet, I Think I’m Goodkind” (2006) –que por algo se iba hasta los más de diez minutos–, se explaya hasta los cinco. Es el corte más largo. “Ejercicio de fe” se inclina hacia el post-punk y en “Me duele España” exhiben su faceta más guasona y bailable: los sintetizadores cobran protagonismo y su letra se puebla de personajes y situaciones delirantes de nuestra actualidad, dando la razón a quienes a veces creen que nuestra piel de toro es un extraño experimento piloto de la NASA. Tan solo las dos últimas canciones, “Mañaco” y “Dragones y mazmorras”, se me antojan algo reiterativas, como si estuvieran exprimiendo ideas que ya han surgido antes, en algún punto de estos 38 minutos (once cortes) que siempre –uno más o uno abajo– me han parecido la duración perfecta para un disco de pop. Más aún si es tan notable como este. ∎

Etiquetas
Compartir

Contenidos relacionados