King Gizzard And The Lizard Wizard, guinda lisérgica. Foto: Pablo Macías
King Gizzard And The Lizard Wizard, guinda lisérgica. Foto: Pablo Macías

Festival

Canela Party is different

El festival malagueño ha crecido no solo en capacidad de convocatoria, sino también en ascendiente entre la parroquia de fieles al credo del rock independiente. En su decimoquinta edición ha convocado a casi 24.000 personas –entre el 23 y el 26 de agosto– que han disfrutado de un cartel estimulante y una ejemplar organización, sobreponiéndose incluso a la cancelación momentánea de la última jornada por causas meteorológicas de fuerza mayor.

Canela Party empezó siendo –en 2007, en Málaga– una fiesta organizada por los integrantes de The Skirmish Society. Esta banda de hardcore quería tocar con otros grupos amigos, disfrazarse y lanzar confeti. Partiendo de una estética musical deudora del género –ampliada al espectro del rock alternativo made in USA en general, así como del independent patrio–, la fiesta primigenia se fue afinando cartel tras cartel de manera bastante precisa, manteniendo un equilibrio lógico entre artistas noveles y veteranos, sobre todo en el momento del gran salto adelante que dieron hace justo un año. La falta de apoyos en la capital los llevó a exiliarse a Torremolinos, en la Costa del Sol. Y así, el recinto ferial del municipio malagueño acogió la edición de Canela Party más grande jamás celebrada, con Dinosaur Jr. y Ty Segall en cartel, entre otros. Fue en 2022.

Pese al éxito de público, su apuesta ha pasado por no crecer y dar prioridad a la comodidad de sus asistentes. Seguir siendo un pitote con cabezas de cartel de nivel: este año King Gizzard And The Lizard Wizard, Osees, Panda Bear & Sonic Boom. Cómodo para todos, divertido y sostenible. Con un tope de aforo en el recinto: 5000 personas. Por lo demás, el cartel del Canela Party 2023 se ha fijado en la oleada de post post post-punk británico, con Dry Cleaning, black midi, Shame y Porridge Radio en la nómina de premiados. Igualmente ha prestado cariño especial a bandas de largo recorrido como Karate, Cave In, The Notwist o Les Savy Fav, sin olvidar la savia novísima representada por Nilüfer Yanya, joe unknown, Sorry, Noga Erez o Snail Mail. En el capítulo nacional, el festival mantiene su línea punk-pop festiva, con habituales como Perro y Biznaga o las incorporaciones al canelismo de Repion, Los Yolos o Pantocrator.

El sábado 26 de agosto, durante la cuarta y última jornada, la de la gran fiesta de disfraces, cuando todo iba como la seda, hubo que desalojar el recinto debido a las fuertes rachas de viento registradas en la zona, pero la reacción de los asistentes fue positiva, relajada, festiva. Después de dos horas de parón, los organizadores reprogramaron contrarreloj a grupos y artistas para acortar la jornada de conciertos ante la amenazante situación meteorológica. Hábilmente dieron prioridad al cabeza de cartel, King Gizzard And The Lizard Wizard, resituando al resto de artistas y cerrando un set de DJ con BRAVA en la zona de restauración. Crack Cloud, Triángulo de Amor Bizarro y Sofia Kourtesis fueron sacrificados probablemente hasta el año que viene porque, conociendo la trayectoria de la cita, está cantado que serán rescatados para el próximo cartel. Los del gran pitote son así. IG

Miércoles, 23 de agosto

Alien Tango

El murciano Alberto García presentó su primer largo acompañado de una banda con la que se comunica en inglés. “Es que vivo en Londres y son de allí”, explicó. Sus “clásicos de un universo paralelo”, en sus propias palabras, comenzaron a despegar a la altura del falsete cibernético de “B.F.F.”. “Una regurgitación anfetamínica de la historia de la psicodelia pop y rock con el riesgo de una pastilla de Avecrem, por su sabor comprimido”, me decía Lolo, del grupo Hazte Lapón, a mi lado entre el público. “Kinda Happy, Kinda Sad”, que da título a su álbum, fue otro de los highlights con su sonido electrolatino pasado por Frank Zappa. “Y ahora, una que nunca hemos tocado y que nunca volveremos a tocar”, anuncia misteriosamente. Es una versión de “Bombay”, de El Guincho, tan simpática como destartalada, que dedica a la selección femenina de fútbol. Como canta en “Pulpo frito”, “lo bueno está solo por llegar”, sobre todo si se toma más en serio a sí mismo. PP

Alien Tango, clásicos en un universo paralelo. Foto: Eduardo Jarrubio
Alien Tango, clásicos en un universo paralelo. Foto: Eduardo Jarrubio

Jonathan Bree

El neozelandés y su family inidentificable empezaron el show con un retraso leve –la puntualidad fue la nota general, eso sí– exhibiendo sus dotes de intérprete de atractivo singular. Alineación clásica para un evento pop con dos bailarinas-cantantes que pretendían suplir a Princess Chelsea y un despliegue estático pero amable donde lo peor, sin duda, fue que piezas como “Miss You” o “Pre-Code Hollywood” –producciones del legendario Nile Rodgers– se vieran despojadas de una magia, al parecer, imposible de reproducir en directo; al menos no con esta banda o de esta forma. Tampoco ayudó que se colara el ambientazo del área de restauración en momentos delicados como “City Baby”. IG

Jonathan Bree: falta de magia. Foto: Eduardo Jarrubio
Jonathan Bree: falta de magia. Foto: Eduardo Jarrubio

La Trinidad

La Trinidad apostó todo al rojo apocalíptico, opresivo, en la jornada inaugural de un festival que los ha visto crecer. La estética Trans Am de los dosmil no chirría con las intenciones de su segundo LP, “Sheriff Playa” (2023), una vuelta a bandas muy influyentes en los grupos de ese período: rollo no wave underground ochentas como Bush Tetras o Liquid Liquid, aquello del disco sin ser disco. Lo hacen gracias a una solvente sección rítmica –faltó punch rockero, las guitarras estuvieron un tanto sepultadas–, a los coqueteos jamaicanos en “La vieja Europa” y a invectivas contra las clases medias aspiracionales. Para su líder, el discurso lo es todo: hasta pidió la dimisión de Rubiales. IG

La Trinidad: todo en rojo. Foto: Eduardo Jarrubio
La Trinidad: todo en rojo. Foto: Eduardo Jarrubio

Nilüfer Yanya

“Ahora usted está completamente rodeado de COLEGAS”, reza en una lona lateral del escenario Fistro impresa con una gráfica retromoderna plena de autoironía, muy Canela Party, que ha realizado Pol Rodellar, bajista de Mujeres además de diseñador. Completamente cierto. Más a esta hora de la noche, ya en prime time, cuando sale puntual Nilüfer Yanya con su banda. Tocan básicamente “PAINLESS” (2022), un disco complicado de defender en festival, repleto de medios tiempos con arreglos sutiles difíciles de trasladar al directo. Su espléndida voz, de amplios matices, no luce hasta que la suben desde la mesa. La línea entre lo elegante y lo frío puede ser muy delgada, sobre todo en pasajes que casi parecen de concierto unplugged... con cuatro músicos enchufados en el escenario, saxo incluido. Pasado ya el ecuador, el público se entusiasma por primera vez con su enérgica versión de “Rid Of Me”, de PJ Harvey. Quizá ya es tarde y ni siquiera “the dealer”, el single más claro de “PAINLESS”, termina de rematar el bolo porque el tempo es más lento que en disco. La inglesa, bautizada Nilüfer en honor a otra cantante pop (turca), tiene dos álbumes excelentes y la timidez me parece una virtud personal, pero es mal asunto para un show en directo. Seguro que con más rodaje y menos nervios conseguirá brillar sobre las tablas tanto como en estudio. PP

Nilüfer Yanya: exceso de timidez. Foto: Eduardo Jarrubio
Nilüfer Yanya: exceso de timidez. Foto: Eduardo Jarrubio

Panda Bear & Sonic Boom

Dos grandes músicos marcando la diferencia. Traían un disco relevante bajo el brazo, “Reset” (2022), que consiguieron poner en escena de manera más potente, envolvente y expansiva que en el “original”. No es mérito menor teniendo en cuenta el material vetusto envuelto en esta empresa. Por ejemplo, “Gettin’ To The Point” o “Go On” sonaron enormes, verdadero arte contemporáneo. Y ello a pesar de (o precisamente por) todos los riffs sampleados de vinilos sesenteros, de Eddie Cochran a The Troggs (lo que no es tradición es plagio). Material apropiado y reseteado en “otra cosa” gracias a una mentalidad y unos instrumentos contemporáneos. Véanse las letras “posmodernas” de Noah Lennox (Panda Bear) o los modos de combinar lo primitivo (claves de percusión, palmas manuales) con lo electrónico, marca Animal Collective. Los visuales de psicodelia CGI fueron otro apoyo esencial para la “inmersión” colectiva. Pete Kember (Sonic Boom), auténtico viejo zorro, hizo del “error” hallazgo creativo, exagerándolo en lugar de disimularlo en la mejor tradición indie: sus voces desafinadas en “Everyday” reverberaban a propósito hasta convertirse en un drone más. En general, las armonías vocales fueron majestuosas en el mejor concierto de la jornada, en opinión de este cronista. Modélico, como la organización del festival. Aplausos. PP

Panda Bear & Sonic Boom: majestuosos. Foto: Eduardo Jarrubio
Panda Bear & Sonic Boom: majestuosos. Foto: Eduardo Jarrubio

Pinpilinpussies

Ane Barcena y Raquel Pagès abrieron el escenario Fistro viniéndose arriba desde los primeros guitarrazos, ganando con cada cambio de ritmo, uniformadas y muy coordinadas, tanto que a mitad del set se intercambiaban los instrumentos, divirtiéndose fuerte. Detrás de ellas, el gesto icónico de Giovanna Pala para un siglo XXI que todavía nos debe mucho (a nosotras). Así, “Makarena” –con la apropiación del mayor himno feminista involuntario ever, en euskera– iba calentando al personal hasta el inevitable pogo. Desgarro vocal grunge y primer momento canelista de la jornada, con Ane entre el público ejerciendo de guitar heroine sobre sus rodillas. IG

Pinpilinpussies: guitarrazos. Foto: Eduardo Jarrubio
Pinpilinpussies: guitarrazos. Foto: Eduardo Jarrubio

Repion

Puesta de largo en formato trío para Repion, que en su tercer largo –homónimo– han echado el resto con temazos como “Qué soy yo para ti”, mostrando sus virtudes. A saber: baterías competentes y entendimiento vocal entre las sisters Marina y Teresa Iñesta, amén de, canciones, cosa que para esta que escribe es fun-da-men-tal. “Tú/Mi colonia” o “Barrio Somavilla” pueden evocar a Iván Ferreiro y Built To Spill, respectivamente (la guitarrista lo es también de Mikel Erentxun, de modo que la conexión mainstream ni extraña ni disgusta). Antes de alguna incursión en un lejano EP (“una antigualla”, dijeron), intensificaron el show con “Monstruos de río”, con la depresión como eje temático en lo que viene siendo una impronta generacional. “Brillante” fue el broche. IG

Repion en el carril mainstream. Foto: Eduardo Jarrubio
Repion en el carril mainstream. Foto: Eduardo Jarrubio

Rocío Márquez y Bronquio

¿Puede una obra de arte musical completar su recorrido en directo? Si la respuesta es afirmativa estaríamos ante un proyecto, “Tercer cielo” (2022), que ha cumplido. Con creces. Rocío Márquez estremeció desde que puso sus pies en un escenario sobrio, recogido, donde cada detalle importaba, hasta el mantón coplero. Bronquio demostró, en comandita con la onubense, que la química orgánica existe, de ahí que con “Niña de sangre” desatara el frenesí, que para eso estamos en tierra de verdial. Jaleos pregrabados, palmas espontáneas del respetable, un pandero en “Droga cara”, los graves que se incrustan en el pecho, la flamencura vocal y filtrada, con momentos para el hit “De mí” y el jerezano cubriendo a su paisana 41V1L. Parando con una seguiriya el latido de un festival tan fiestero como este. Si Rocío ha provocado irritación en los puristas con su garrotín “Un ala rota” a golpe de beat es que ha dado en el clavo. IG

Rocío Márquez, en el clavo. Foto: Eduardo Jarrubio
Rocío Márquez, en el clavo. Foto: Eduardo Jarrubio

Jueves, 24 de agosto

black midi

La conexión UK se mantendría con uno de los platos fuertes de la noche del jueves: los jovencísimos black midi. Tras el impresionante show, su cantante Geordie Greep –un Scott Walker del siglo XXI, viejoven de libro– aún tuvo ganas de arengar a la peña para que no se perdiera en el escenario Jarl a Shame (detalle de camaradería que en esta era ultracompetitiva los honra, en mi opinión). El endemoniado pasen y vean de “Welcome To Hell” fue el arranque elegido para un set muy equilibrado entre sus tres largos, incluido el sencillo “Talking Heads”, con la lógica preeminencia de “Hellfire” (2023) y un viaje que, en vivo, se alza cual apisonadora en la que el virtuosismo de cada componente alcanza el paroxismo con tan solo clavar la mirada en Morgan Simpson (“Sugar/Tzu”), cuyas baquetas corren a la velocidad de una luz sin duda especial. “Eat Men Eat” nos descubre una banda que no da tregua ni siquiera cuando evoca a Robert Wyatt. Pero es que “Speedway” le da una vuelta muy loca a los Stereolab de “Dots And Loops” (1997). Hablamos, en suma, de un trip febril que finiquitaron con “953”, que subió a más de uno y una los grados de temperatura corporal. IG

black midi, subiendo la temperatura. Foto: Soledad Villalba
black midi, subiendo la temperatura. Foto: Soledad Villalba

Dry Cleaning

Que Florence Shaw, Lewis Maynard, Tom Dowse y Nick Buxton están en su momento no lo dudará nadie, en especial después de la salida de “Stumpwork” (2022). Se respiraba en el aire, en realidad. Cuesta a estas alturas detectar en el saturadísimo radar actual una banda con tal personalidad, con una frontwoman dedicándole “Gary Ashby” a su bolso de maquillaje perdido (“I’m so sad today”, dijo). Y eso que no es la melancolía lo que recorre la obra de los británicos, sino más bien un cóctel de spleen, spoken word y electricidad bajo control con hallazgos-sorpresa que enganchan sin remedio (“Her Hippo”, “Scratchcard Lanyard”). Qué bajón, por tanto, quedarse a medio gas en “No Decent Shoes For Rain” pese al guitarrista de apoyo. Cosas del directo que, incluso con estas pequeñas frustraciones, sabía a encuentro deseado… Florence y yo lo sabíamos. IG

Dry Cleaning: su majestad Florence Shaw. Foto: Soledad Villalba
Dry Cleaning: su majestad Florence Shaw. Foto: Soledad Villalba

joe unknown

“Who the fuck is joe unknown?”, rezaba el único visual que ilustró el set del británico. ¿Guiño al famoso documental sobre Jackson Pollock? Who knows. Sale dispuesto a comérselo todito y a conectar con quienes están “realmente jodidos” (sic), con algo de cultura hip hop –pero no mucho, que dirían en “First Dates”– y el spoken word como lenguaje expresivo en el que parece moverse con comodidad. Alentó a una suerte de pogo, como si hiciera falta: a estas alturas de la jornada la gente estaba entregadísima, no solo con los singles de rigor –“Sirens” o “Silent”–, sino con el súbito homenaje a System Of A Down –en fin…– para celebrar su cumple, con el que desató un karaoke colectivo. Fiestón. IG

Fiestón con joe unknown. Foto: Soledad Villalba
Fiestón con joe unknown. Foto: Soledad Villalba

Karate

Era lógico que, dada la filiación hardcore, el cuore de este festival, se diera una cita como la de Karate, uno de esos “grupos de grupos” si se echaba un vistazo a la feligresía congregada. Al caer la tarde, y tras escuchar temas imprescindibles de los bostonianos como “There Are Ghosts” o “Gasoline”, el espasmo contenido, las baterías de ensueño, iban generando esa cosa llamada emoción en los asistentes. Hubo prioridad absoluta para trabajos de los noventa y principios de siglo: “First Release” sonó soberbia en un concierto digno de ovación. La tuvo. IG

Karate, soberbios. Foto: Soledad Villalba
Karate, soberbios. Foto: Soledad Villalba

Los Yolos

Un carismático cantante con camiseta de Meteoro –que le queda corta– se mueve con gestos enérgicos entre su banda. Con Los Yolos aparece lo inquietante freudiano cuando lo familiar se vuelve extraño: son como escuchar a bandas de la nueva ola ochentera a través de un largo túnel al final del cual solo hay más oscuridad. Chavales de hoy hablando de temas contemporáneos con lenguaje musical de un pasado que no vivieron; canciones semicrípticas en las que no falta la actitud macarra, el humor dadaísta y los cambios desconcertantes. “Tratar de descansar”, que tocaron nítidamente, comienza siniestra y sigue como Aviador Dro o La Unión circa 1984, pero la letra encierra ansiedad genuina a lo Joy Division. La cosa es que estos barceloneses del Raval se lo toman muy en serio, como demuestran con un directo PERFECTO. Bajista de púa implacable, caja de batería suelta para sonar más seca, guitarrista versátil. En “El peso del tiempo” son capaces de aunar a Parálisis Permanente con fascinantes giros funk a lo Radio Futura-Ciudad Jardín, que retornan en “Cool World”. “Todo podría ser más fácil / pero falta comunicación / entre tú y yo”, dice la letra. “Todos tenemos miedo / pero no sabemos muy bien de qué”. Podría aplicarse al desencuentro final y el gesto punk del batería como respuesta. La revelación de esta segunda jornada. PP

Los Yolos: revelación canelita. Foto: Soledad Villalba
Los Yolos: revelación canelita. Foto: Soledad Villalba

Noga Erez

La productora y música Noga Erez se ganó al público en cuanto pisó el escenario, pese al agobio añadido de cierto amago de protesta a favor de Palestina que se produjo en la puerta del festival. La de Tel Aviv –que deslumbró con “Off The Radar” (2017) y ha colaborado con la mismísima Missy Elliott en “NAILS”– se concentró sobre todo en “KIDS” (2022), con una propuesta de pop ecléctico y contemporáneo que, visualizada en escena con sus coreografías minimalistas y marciales, sofisticación y arreglos por doquier –más no poco flow–, convenció y venció. Conflictos aparte. IG

Noga Erez: llegar y convencer. Foto: Soledad Villalba
Noga Erez: llegar y convencer. Foto: Soledad Villalba

Pantocrator

Sin miedo a protagonizar un concierto a media tarde, con el solano castigando esas cabezas, Pantocrator van sobradas de temazos y poca vergüenza. Pese al lío del repertorio se emplearon bien con su última entrega, de minutaje breve, en modo irónico permanente: el conceptual, sui géneris y adictivo “Sálvame”(2022). Power pop que se garageriza en temas como “Teléfono de aludidos”, no decae un solo momento y con las dos jefas, eso sí, cascando bastante –“¿dónde está el hombre confeti?”– entre canción y canción. El público vespertino, encantado. IG

Pantocrator, sin vergüenza. Foto: Soledad Villalba
Pantocrator, sin vergüenza. Foto: Soledad Villalba

Pony Bravo

“Yo no le temo a los rayos / porque tienen luz y brillo / lo mismo que mis caballos”. Una especie de letanía hipnótica hizo de presentación de una banda que suena mejor que nunca, con una propuesta que si en 2008 era pertinente, en 2023 parece más contemporánea si cabe. A falta del siguiente paso, los sevillanos atesoran un repertorio infalible y engrasado –“El rayo”, con la que abrieron; así como “Niña de fuego” o “El político neoliberal”– que se fue deslizando peligrosa y oportunamente –this is Costa del Sol– hacia el italo disco, con guiñazos al “Vamos a la playa” de los turineses Righeira. Como no podía ser de otro modo, eligieron el mejor día para tocar “Totomami”, con el affaire Rubiales casi a punto de explotar. Enfilando la recta final con “La rave de Dios”, la guerra intergeneracional cultural se detuvo un ratito. Todo dios bailaba. IG

Pony Bravo: esa rave. Foto: Soledad Villalba
Pony Bravo: esa rave. Foto: Soledad Villalba

Shame

“¿Qué pasa, motherfuckers?” (sic), gritó a modo de saludo el vocalista Charlie Steen para agradecer a continuación la arenga previa de black midi antes de ir directamente al turrón. Iniciaron el set con “Fingers Of Steel”, la contundente apertura de su álbum “Food For Worms” (2023), que el público recibió como si fuera ya un himno generacional. Con Steen te tienes que reír, porque apareció vestido con camisa blanca metida por dentro de un pantalón de chico bueno, pero a la segunda canción ya estaba descamisado. Por supuesto, en cuanto pudo se tiró al público, nos interpeló (“don’t be shy”), hizo un nuevo crowdsurfing y no dejó de animarnos al pogo, mientras el bajista Josh Finerty corría de un lado a otro del escenario todo el tiempo (para haberse matado). A la altura de “One Rizla” el público está encendido. “Mire a su derecha, esta persona que está a su lado EXISTE”, leo en la gráfica de la lona lateral del escenario Jarl. Lo dice por lo que lo dice, pero yo presto atención a alguien que baila a mi derecha. Se ha percatado de que estoy tomando notas y me pregunta por qué; se llama Lucía y ha venido desde Madrid. Le pregunto su impresión del concierto. “¿La verdad? Me han dado muchas ganas de dar palmas”. La respuesta puede parecer ingenua, pero ese es justo el caso con Shame: que estos veinteañeros ingleses se lo creen con la suficiente convicción –y con la psicología inversa del nombre de su banda, lo que no tienen– como para renovar el espíritu rock con todos sus tópicos. En la recta final acometen “Gold Hole” como una máquina apisonadora. PP

Shame: máquina imparable. Foto: Soledad Villalba
Shame: máquina imparable. Foto: Soledad Villalba

Squid

Más que “tocar canciones”, vimos al quinteto de Brighton “fabricando” música en el escenario, en la tradición jazz. Lo hicieron, eso sí, ajustándose a las estructuras, composiciones y letras de sus grabaciones en disco (y con menos “progresismos” que black midi, encantados de haberse conocido dos horas antes durante su concierto). La lógica está en el origen de sus canciones más recientes, compuestas a partir de una gira previa durante la cual se permitieron muchos experimentos y luego grabadas en estudio. Squid brillaron en particular en temas como “Swing (In A Dream)”, de final explosivo, y “Undergrowth”, ambas de su último álbum, “O Monolith” (2023). Y estuvieron precisamente monolíticos ejecutando “G.S.K.” y la célebre “Narrator” de su primer álbum, “Bright Green Field” (2021), con Ollie Judge muy jefe, cantando tras la batería desde la que marcaba el ritmo como un metrónomo a sus compañeros. Convencieron a un público al que cautivaron con su rock experimental de origen post-punk, que integra sin prejuicios la electrónica ruidosa y el folk industrial con la actitud free jazz y los hallazgos del krautrock (el fantasma de Neu! sobrevoló el escenario en varias ocasiones). Todo ello a pesar de la complejidad “abstracta” de la propuesta y de la hora de la noche. Acabaron al filo de las dos y media para dar paso a un vertiginoso joe unknown. PP

Squid y su fábrica de canciones. Foto: Soledad Villalba
Squid y su fábrica de canciones. Foto: Soledad Villalba

Viernes, 25 de agosto

Bala

Los dos minutos de “Agitar” bastan para introducirnos en el espectáculo de Bala, que casi resucitan a Layne Staley en “Rituais” y que claramente saldaron su deuda grunge con la versión de “Territorial Pissings”, de Nirvana, en pleno ecuador de un directo único en el país. Es cierto que de la limitación del formato dúo salen airosas, la batería es un portento y la guitarrista, a fuerza de meter ruido y desgarros vocales –compartidos–, cumple con su objetivo: vencer sin bajar el pistón, que para eso estaban en horario estelar. IG

Bala: batalla ganada. Foto: Pablo Macías
Bala: batalla ganada. Foto: Pablo Macías

Biznaga

“Qué alegría estar en Málaga”, saludó el cantante y guitarrista Álvaro García. “Un set corto, me dicen, como las buenas cosas”. En los visuales presidía un coche ardiendo, seguidos por cierto videoclip. “Lo han dado por muerto y no llegó a nacer”, cantó desgañitado, y el futuro cancelado en la hauntología según Derrida y Fisher resonó como un mazazo en la brutalísima “Una historia de fantasmas”. El chorro de sonido continuó sin pausa en “Contra mi generación”, bien compenetrada en coros y batería. A mi lado María Schultz, bajista y vocalista en bandas madrileñas como Fario, me comenta que de Biznaga le gusta cómo han reivindicado lo regional. Tipo “Madrid nos pertenece”. Aunque los fundadores de la banda son ambos malagueños –el cantante no ha perdido su acento–, es cierto que residen desde hace años en la capital. “Tienen también que ver con Carolina Durante”, añade María. Sí, pero Biznaga son más intelectuales y su ironía no resulta tan evidente. “Una ciudad tan buena / para morir / como otra cualquiera”, atronó entonces desde el escenario. No te digo nada y te lo digo todo. La capacidad para digerir lecturas del bajista Jorge Navarro, candidato razonable a mejor letrista del rock español actual, y vomitarlas con un lenguaje adecuado a la estructura de canciones post-punk me parece admirable, igual que su forma de abordar temas como la precarización neoliberal o los problemas intergeneracionales de clase. O por qué el espíritu punk del 77 sigue siendo tan pertinente en 2023. Hubo dedicatorias a lxs trabajadorxs del Canela Party –“lo hemos visto crecer”, “más festivales así y menos como los que ya sabéis”– y más hostias de rock sublime: “Espíritu del 92”, “Domingo especialmente triste” o “Líneas de sombra”. “Juventudes comatosas / juventudes abolladas”, chillaba Álvaro en “Cómo escribimos adalides de la nada”, otro guantazo de seda forjado en hierro. Sensacional. PP

Biznaga, algo sensacional. Foto: Pablo Macías
Biznaga, algo sensacional. Foto: Pablo Macías

Las Ligas Menores

Con dos LPs a sus espaldas y un kilometraje de festivales muy serio –que va del Lollapalooza argentino a Coachella, pasando por Bilbao BBK Live–, los bonaerenses Las Ligas Menores aterrizaron en el escenario Jarl de Canela Party con una propuesta que en un FIB noventero no habría desentonado nada. Pero es que el festival malagueño nunca hará ascos al negociado del dream pop, liderado aquí con aplastante seguridad por Anabella Cartolano (a la que Pepo Pérez inmortalizó en un dibujo espontáneo que luego ella misma pudo ver durante el show de Porridge Radio). IG

Las Ligas Menores y sus sabores noventeros. Foto: Pablo Macías
Las Ligas Menores y sus sabores noventeros. Foto: Pablo Macías

Mausoleo

Con parte del público refugiado en la isleta de sombra del lateral del escenario Fistro y su afición valenciana entregada delante, Mausoleo abrieron fuego frente al sol castigador con muchas ganas y esas pintas quinqui imposibles que hacen furor hoy. Trío post-punk con toques de hardcore melódico más tradición rockista siniestra –la voz principal es ligeramente morrisseysta, como podía apreciarse en “Epifanía”, uno de los temas de su último EP–, fueron enganchando una canción tras otra, casi sin interrupción, con el angst juvenil como leitmotiv: “La vida me escupe, la suerte me engaña, la gloria me esquiva, la muerte me agarra”. Cerraron con su último sencillo, “Verte ser”, y dejaron un reguero de agradecimientos. IG

Mausoleo, angustia juvenil. Foto: José A. Albertos
Mausoleo, angustia juvenil. Foto: José A. Albertos

Nick Waterhouse

Después del guantazo punk progresivo de Osees, girar la vista hacia el escenario Jarl para la cita con Nick Waterhouse resultaba oportuno, deseable. “The Fooler” (2023), sexto álbum del californiano, contiene todos los medios tiempos posibles para bailar pegados hasta el final de los tiempos… que, en el caso de Waterhouse, terminaron en los años cincuenta –y sesenta– del siglo pasado. La banda –compuesta por contrabajo, baterista, teclista y guitarrista de apoyo– estuvo impecable en general pero también en particular si pensamos en composiciones tan delicadas como “Hide And Seek” o “(No) Commitment”: sonido fifties donde nuestro hombre emula a Roy Orbison que da gusto. Mientras los festivaleros, muy entonados a estas alturas de la noche, rocanroleaban como en pocos sets, el show discurría elegante, sin caer en cliché alguno. La autenticidad existe. IG

Nick Waterhouse: masaje vintage. Foto: Soledad Villalba
Nick Waterhouse: masaje vintage. Foto: Soledad Villalba

Osees

John Dwyer es un obrero del rock’n’roll y eso, en el contexto estadounidense, son palabras mayores. El jefe de Osees –con disco publicado hace escasos días: “Intercepted Message”, lo más cercano al pop que pueden hacer estos mendas– dio en el Canela el único show en nuestro país este verano, generando a priori una expectación que sería superada con creces. La tralla, todavía más evidente con el tándem de baterías formado por los miméticos Dan Rincon y Paul Quattrone, secundada por teclados y bajo, tenía en la Gibson de Dwyer –no cambió de guitarra ni una puta vez– el punto justo de suciedad y experimentación divertida para desatar un delirio colectivo del que todavía nos estamos recuperando. IG

Osees, en el punto justo. Foto: Pablo Macías
Osees, en el punto justo. Foto: Pablo Macías

Perro

Banda fetiche del festival, Perro recibió el encargo de clausurar la jornada del viernes con el lema “Murcia es África”, coñas varias y un repertorio donde se atrevieron con un par de temas nuevos (“Escucha pariente” y “Coches chungos trompos guapos”). Sin olvidar, solo faltaría, “La Reina de Inglaterra” o “El sereno”, para lucimiento del dúo de baterías y fans de los murcianos y su krautpop Ionesco. Aunque no tuviesen el mejor sonido de la noche, había ganas de meterse con el público (¡no pararon!) y de divertirse. IG

Perro: diversión murciana. Foto: Soledad Villalba
Perro: diversión murciana. Foto: Soledad Villalba

Porridge Radio

Más post-punk británico reciente. Cumplieron con creces Dana Margolin y su banda, con la teclista y corista Georgie Stott como coprotagonista de gafas coloridas, combinando canciones de su último álbum con repertorio previo, más sólido. Como “Give/Take”, muy potente en directo, o la emotiva “Good For You”, con un sonido cálido lleno de matices. En “Jealousy” la quebradiza voz de Margolin sonó más Nico que nunca (una Nico que sabe cantar con más registros), lo cual supone remontar el río hasta el manantial original del que mana (casi) todo esto, obviamente The Velvet Underground. Margolin, sonriente y muy a gusto a lo largo del concierto, preguntó si alguien tenía un tampón. También contentó a los fans con las explosiones de guitarras lo-fi de “Sweet” o la efectista “The Rip”, bien ejecutada y coreada por el público. Eché de menos “Circling”, pero fueron recogiendo con “Back To The Radio”, de lo mejor de su último álbum, cuyo crescendo circular puso el vello de punta al personal. PP

La solidez de Porridge Radio. Foto: Soledad Villalba
La solidez de Porridge Radio. Foto: Soledad Villalba

Snail Mail

Formación básica de guitarra, bajo y batería para llevar al directo el proyecto de la cantautora Lindsey Jordan. Abrió con una conmovedora “Pristine”, de su ópera prima “Lush” (2018), indie rock muy del gusto mayoritario del Canela Party. La estadounidense tiene 24 años ahora pero parece aún más joven; empezó a tocar como Snail Mail con 15, lo que reafirma la impresión de precocidad. Dicho sin rodeos, sobre el escenario parece una niña, lo que contrasta con la madurez de sus composiciones. Hubo quien vino al Canela Party 2023 expresamente para verla, me consta, y hubo quien se quejó de una sonorización plana. En cualquier caso, no fue culpa de Jordan ni de su banda, que tocaron con entrega y profesionalidad. Hubo también sitio para otras grandes piezas de su debut largo, como “Heat Wave” o “Full Control”, y de su estupendo second coming, “Valentine” (2021), más ecléctico en registros. Caso de la canción titular, que cerró el set con su estribillo de guitarra explosiva. PP

La entrega de Snail Mail. Foto: Pablo Macías
La entrega de Snail Mail. Foto: Pablo Macías

Sorry

Lo siento, pero no. Así podría titular esta cronista lo que hicieron Sorry en el recinto ferial de Torremolinos. Ni el “Willkommen” del musical “Cabaret” ni la camiseta de The Modern Lovers que lucía Asha Lorenz hacían presagiar el bolo que venía. Inciso: hablando de atuendos, mención especial al pantalón adidas negro corto lucido por miembros de varias bandas en el cartel; pareciera que venían de la playa directos a enchufarse al ampli. Volviendo a Sorry, se entiende que en 2023 el line-up se haya decantado por los novísimos británicos, categoría en la que entrarían estos londinenses, pero o no tuvieron su día, o el repertorio elegido no fue el más propicio, o no hay más cera que la que arde. Y eso que, cobrando protagonismo su faceta más electrónica, hacia el final, levantaron el vuelo. Too late. A Lorenz se la vio incómoda desde el minuto uno, mientras que su compañero Louis O’Bryen hacía intentos, sin gracia, por conectar un poquito con un español raquítico. IG

Sorry: mal día. Foto: Pablo Macías
Sorry: mal día. Foto: Pablo Macías

The Notwist

Pese a la desquiciante pasión por la novedad, parar la maquinaria para echar la vista atrás y rencontrarse con los bávaros The Notwist puede ser una buena idea. Su show –nocturno, muy trabajado, humilde– estuvo yendo a más todo el rato, con parada lógica en “Neon Golden” (2002): “Pick Up The Phone”, “This Room”, “One With The Freaks” y “Pilot” sonaron en ese orden. Mucho kraut gracias a un batería zurdo, de exhibición en piezas como “Kong”, aunque sería pobre e injusto ceñirnos tan solo a la socorrida etiqueta: aquí había voces filtradas, arreglos de saxo y melódica, duelo de sintes, finales cuidadísimos, líneas de bajo sucias (“Agenda”, rescate noventero), transiciones rave e incursiones en su trabajo más cercano en el tiempo: “Ship” o “Into The Ice Age” pertenecen a “Vertigo Days” (2021). ¿Qué más se les podía pedir? IG

The Notwist: kraut de lujo. Foto: Pablo Macías
The Notwist: kraut de lujo. Foto: Pablo Macías

Sábado, 26 de agosto

Alavedra

Xiri, Dani, Ret y Genís abrieron el escenario Jarl en la jornada party: el día de la fiesta de disfraces. Iban de legionarios catalanes (sic), aunque costaba trabajo no mirar lo que tenían detrás. A saber: imágenes proyectadas de Manel y Puigdemont tocando la guitarra, entre otros iconos de la catalanidad. Las canciones estaban listas para ser coreadas por fans de todas las edades y circunstancias… hasta por los que se disfrazaron de Rubiales y Jenni (él, al grito de “¡piquito, piquito!”). Resulta difícil no rendirse ante el pop resultón de la muy Pixies “La excusa perfecta” o “Amor salud trabajo”. No te salvarán la vida, pero sí un día de mierda, y eso no es poco. IG

Alavedra te salvan el día. Foto: Pablo Macías
Alavedra te salvan el día. Foto: Pablo Macías

Carpenter Brut

El vendaval que se desató en Torremolinos la noche del sábado obligó, entre otras cosas, a adelantar la actuación de los franceses Carpenter Brut, prevista casi para cerrar la noche. Con una puesta en escena epatante, el proyecto de Franck Hueso –heavy metal de sintetizador, en resumidas cuentas– podía resultar fascinante y cargante a partes iguales. Difícil concluir en una impresión, con un espectáculo situado entre el crescendo sintético y dramático (“Day Stalker”), la invitación a mover el cuerpo y lo que se divisaba en el escenario, con un guitarrista y un batería que, aunque sonaran fuerte, parecían de atrezo: el solo preceptivo del segundo nos sacó de dudas al respecto. Eso sí, con la cover bien que levantaron el pabellón: “Maniac”, de Michael Sembello, es apuesta segura aquí y en casa de mi prima. IG

Carpenter Brut: synth dramático. Foto: Soledad Villalba
Carpenter Brut: synth dramático. Foto: Soledad Villalba

Cave In

Puede ser que, además de los artistas cancelados, quienes más pagaran el pato de la reprogramación fueran Cave In, grupo que empezó su andadura en el Massachusetts de 1995. Se les veía un poco desubicados, cuando no contrariados, mientras Carpenter Brut remataba lo suyo en el escenario Jarl. Sin embargo, una vez empezaron el show se acabó la cara larga. Lo que teníamos ante nosotros era metalcore y post-hardcore de una formación que cuenta con otro veterano de esa escena –Nate Newton, de Converge– y que demostró ser menos monocorde de lo que pudiera preverse, en especial cuando la voz cambiaba de mando. Así, a ratos podían llegar a ser melódicamente muy interesantes, jugando con la versatilidad de la pedalera alt-rock para un festival al que se refirieron como “Canela fiesta”. Cogieron el rollo. IG

La versatilidad de Cave In. Foto: Pablo Macías
La versatilidad de Cave In. Foto: Pablo Macías

King Gizzard And The Lizard Wizard

King Gizzard And The Lizard Wizard representan ese ideal de libertad absolutely free escurridizo, de ahí que puedan permitirse un set saltando de un trabajo a otro, haciéndose sus propios mashups. Porque ellos lo valen. Así lo hicieron con “Gaia” y “Motor Spirit”, cual Angus Young espídicos, comandantes de su propia aeronave. Que vuela, con turbulencias o sin ellas, entre el metal progresivo (“Converge”) en conjunción con el Verano del Amor. Con rato para el cachondeo, el mismo que exhibieron durante un show que se recortó ligeramente y que resultó comprimido a la par que concentrado. “Am I In Heaven?”, tan Grateful Dead al principio, cobraba bajo los disparos de confeti –seña de identidad de este festival– un significado singular, tanto como singular es esta hermandad que transita entre la psicodelia progresiva y el rapeo flower power (“The Grim Reaper”) sin prejuicios. A estas alturas, en un día tan accidentado como el del sábado, con tanto disfraz conceptual hecho trizas y flotadores y tiburones de plástico volando, la guinda lisérgica del sexteto –“Rattlesnake”– supo a canela en rama. IG

King Gizzard And The Lizard Wizard: sin prejuicios. Foto: Pablo Macías
King Gizzard And The Lizard Wizard: sin prejuicios. Foto: Pablo Macías

La Paloma

La Paloma hicieron el gamba. Literalmente, porque salieron con el disfraz de gamba que se vende en internet. En los visuales, fotos de gambas y de gente con disfraz de tigre –de gamba, quiero decir– incluidos ellos mismos en la playa. “Sigo aquí” cayó la primera con voz algo afónica, tal vez porque esos días se lo habían estado pasando demasiado bien. “El adversario” fue coreada por el público y en “No es una broma” aprovecharon un verso (“cae una lluvia fina y débil”) para preguntarnos al terminar la canción: “¿Está lloviendo?”. Sí, goterones dispersos, pero el problema era la ventolera de terral que se estaba levantando. “¿Ha dejado de llover?”, preguntaron luego. Sí. “Eso es que cantamos bien... Perdonad la broma de cuñado”. Su directo suena menos alternativo que en disco a pesar del supuesto aparato noise; en ese terreno fueron de menos (peor) a más (mejor). Preferibles cuando se arriman más a Dinosaur Jr. que a Oasis (“Tiré una piedra al aire”). En el apartado letras, su rollo emo se acerca peligrosamente a Taburete. Cerraron con “Bravo Murillo”, muy celebrada. PP

La Paloma: esas gambas... Foto: Pablo Macías
La Paloma: esas gambas... Foto: Pablo Macías

Les Savy Fav

Estaba cantado que colocar a Tim Harrington, líder de Les Savy Fav, en las tablas del escenario Jarl tenía su peligro, en el mejor sentido de la palabra. A Harrington le dio tiempo a hacer de todo, acompañándose de una escalera a la que se subía cada dos por tres, paseándose entre el público hasta llegar a la plataforma donde se encontraban las personas con movilidad reducida, arrojando cosas a los asistentes, desplegando una larguísima alfombra roja para poder caminar sobre las cabezas de disfrazados y no disfrazados… En definitiva, estando entre gente dispuestísima a vivir la experiencia máxima del pitote, como los propios organizadores describen este festival. En este sentido, Les Savy Fav –con hitazos como “Let’s Get Out Of Here”, como banda engrasada que son, con Harrington haciendo de las suyas– era el grupo ideal para clausurar los directos del día grande de Canela 2023. Y así lo hicieron, a lo grande. IG

Les Savy Fav: experiencia completa. Foto: Pablo Macías
Les Savy Fav: experiencia completa. Foto: Pablo Macías

Lime Garden

Como manda la etiqueta del sábado en el Canela Party, Lime Garden salieron disfrazadas. De Kiss. “Mira qué relajadas tocan, así da gusto”, me comentaba Isabel Guerrero. Con toda la razón, y su guasa y buen rollo se transmitieron al auditorio. Es el mismo desparpajo con el que este cuarteto de británicas pasan de un género a otro en su autodenominado “wonk pop”: desde el indie “clásico” (“Sick & Tired”) al surf rock, el art pop (legado Talking Heads) o el disco-noise (“Pulp”). Aún era temprano, las siete y pico de la tarde, pero me pusieron a bailar enseguida con “Bitter”. Otro momento delicioso fue “Marbles”, auténticas canicas de colores rebotando hacia nosotros. La promesa de un verano infinito. PP

Lime Garden: besos de colores. Foto: Pablo Macías
Lime Garden: besos de colores. Foto: Pablo Macías

Mujeres

El trío de Barcelona, banda recurrente en el Canela Party en ediciones previas, apareció con un disfraz alucinante de Minecraft. Abrieron contundentes con “Cae la noche”, que es lo que literalmente estaba ocurriendo (más humor marca Mujeres). La parroquia, dando botes desde el minuto uno con su garage-punk-pop auto irónico. El disfraz de Minecraft incluía una máscara cuadrada de cartón, tan cachonda como incómoda porque les impedía la visión lateral, así que a la tercera canción Yago Alcover, voz y guitarra, dijo entre risas y sudor: “No puedo más”. Fue la señal para que los tres se la quitaran. Con “Rock y amistad” siguieron los coros de un público entregadísimo; anunciaron nuevo álbum para octubre y de él tocaron la cuasi surfera “No puedo más”. Tras “Tú y yo”, la batería de Arnau Sanz se desmonta, indicio del nivel de aporreamiento. Después de recolocarla, “Un sentimiento importante” marca la apoteosis del concierto, con Pol Rodellar tocando su bajo a hombros de crowdsurfing. El mismo Pol es el encargado de parar después para darnos la mala noticia. El vendaval arrecia y hay cosas aquí que se pueden caer y matarnos”. No exagera porque los line array de altavoces, los focos y la pantalla se bambolean peligrosamente. La organización, con buen criterio, suspende el evento en espera de que el viento amaine. Caras desoladas por la frustración del Gran Pitote; un amigo me dice “estoy en shock”. Lástima que terminó el festival de hoy... o tal vez no. Lo que sucedió después de esta parada les sorprenderá. PP

Mujeres entre amigos. Foto: Pablo Macías
Mujeres entre amigos. Foto: Pablo Macías
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