“*Happiness Not Included” es un milagro discográfico. Y lo es por diferentes motivos. Los sexagenarios Marc Almond y Dave Ball no dejan de ser supervivientes de una era hedonista que ya se ha llevado a demasiados colegas de generación. Otra razón es, sin lugar a dudas, la contención que Almond ha mostrado siempre hacia un proyecto que considera terreno de Ball. Condicionó la propuesta de un nuevo álbum por parte de BMG a la calidad de los temas que su viejo compañero le presentara sin imaginar –quizás jugando sobre seguro– que el mago de Blackpool tenía la cartuchera repleta de balas por haberse pasado la vida entera componiendo para Soft Cell incluso en dique seco.
La primera maqueta que grabó el dúo con la voz de Almond fue “Science Fiction Stories”. Su quinto álbum retoma esta misma temática aprovechando el estado de las cosas durante su concepción, que fue entre 2020 – Ball tenía preparadas cerca de 25 melodías antes del confinamiento– y mayo de 2022, fecha de su publicación después de innumerables retrasos, como los motivados por la escasez de producción de vinilos. Conscientes del perfil fosilizado de su público, el dúo mantiene el formato físico incluso para los tres singles extraídos de momento, entre ellos, el conocido “Purple Zone”.
Este single, que alcanzó recientemente el número 1 en las listas británicas de ediciones no digitales, ha sido incorporado a “*Happiness Not Included” en la versión que grabaron en el último momento junto a Pet Shop Boys. El vinilo contiene, sin embargo, la versión original de la banda –ya estaba prensado antes de la colaboración–, conservando una sonoridad más acorde a la sobriedad del resto de cortes y convirtiéndolo de paso en “pieza de coleccionista”. A pesar de las vicisitudes, el disco muestra a una pareja de creadores concentrados en la necesidad de completar un círculo mal cerrado hace veinte años con el mediocre “Cruelty Without Beauty” (2002).
Otra pega que encuentra Almond al enfrentarse con el “reto Soft Cell” es dar con el estado mental idóneo con el que aparcar su habitual vertiente romántica. “Heart Like Chernobyl”, tema central que también ha inspirado la portada del álbum, es una buena muestra de ese papel irónico y crítico que Almond sabe adoptar, yo creo que sin demasiada dificultad –otra cosa es que le apetezca–. Las canciones de Ball son bandas sonoras sobre las que el menudo cantante de Southport –un poco orondo últimamente– despliega a discreción su concentrada bilis, como en el vitriólico tema que da nombre al álbum, o a expensas de personajes frustrados como el de “Bruises On All My Illusions”. Algo más condescendiente es la remembranza de sus encuentros warholianos de 1981 con “Polaroid”, uno de los mejores temas del trabajo –Almond aparece fugazmente en la serie documental de Netflix sobre los diarios de Warhol hablando de homofobia -.
“*Happiness Not Included” –que inicialmente se iba a titular “Future Nostalgia”, pero Dua Lipa se les adelantó– es un álbum de trazos distópicos pero no oscuro –la pegadiza “Nostalgia Machine” tira de sarcasmo festivo–, analógico pero con una electrónica de sutil puesta al día, conciso en extensión –las clásicas versiones extendidas de Ball están apareciendo poco a poco en las caras B de los singles–, donde Almond se esfuerza en cantar sin florituras unas letras cuidadas al máximo que se escuchan con gozo y asombro –“I’m not a friend of God, I know how the Bible ends, I won’t be there repenting, and that’s why we’re not friends”–. Un álbum meritorio que termina con la crepuscular “New Eden”, su mejor pieza, plena de melancolía y esperanza. Muy irónicamente, por cierto. ∎