Aún con las bendiciones de “Wall Of Eyes” (2024) muy recientes, The Smile, el grupo nacido para curarnos el mono originado por Radiohead, prosigue con el acelerador compositivo a una velocidad desenfrenada y repleto de grandes momentos. Los mismos que definen una realidad imperativa: no estamos ante un divertimento pasajero de Thom Yorke y Jonny Greenwood, sino ante algo mucho más serio, aunque esto ya había quedado más que claro desde que comenzó esta aventura con la publicación de “A Light For Attracting Attention” (2022), su memorable primer álbum.
Y ahora llega “Cutouts”, trabajo continuista respecto a su anterior LP, aunque abarcando incluso más lenguajes estilísticos en una torre de Babel que, en cualquier caso, suena a lo que Yorke y los suyos les da la real gana.
Se podría hablar de free pop, post-punk de vanguardia, ambient pop, psicodelia electrónica, pop progresivo e incluso jazz-rock y otra decena más de etiquetas para entender la imposible catalogación de un grupo que, ahora mismo, está más cerca de una versión solemne y pop de rupturistas de la era post-punk original británica como This Heat que de los propios Radiohead.
Los resultados de este trabajo no dejan de ser la consecución de un intenso work in progress del cual están brotando algunas de las flores extrañas más memorables que nos ha proporcionado el pop de este siglo: solo por el trabajo de épica sombría agazapado en un crisol de atmósferas tan Beatles como el que desprende “Instant Psalm”, la existencia de este nuevo retoño estaría más que justificada.
Más allá de esta piedra de toque, el resto de la excursión nos transporta a toda clase de emociones que siempre luchan por sobrepasar el intimismo de su abstracta armadura instrumental. El objetivo siempre es el mismo: alcanzar pináculos de heterodoxia pop en canciones ajenas a corsés métricos y toda clase de límites que les impidan sonar previsibles. Como si Yorke, Greenwood y Tom Skinner hubieran mutado en una suerte de improvisadores natos, influidos por la forma de trabajar de Miles Davis y Teo Macero entre finales de los sesenta y principios de los setenta.
Lo que sorprende de dicha metodología es la puntería con la que rompen los cordajes armónicos de un estribillo o de cómo tocan el cielo en modo kosmische alemana sintetizada por medio de un milagro como “Foreign Skies”. Desde el otro extremo, contamos con ADN zeppeliano en “Colours Fly”, dinámicas tecno-jazz-funk en “The Slip” y emotivos cordajes cinematográficos en “Tiptoe”, entre otras delicias.
Ya sea a través de la pausa hilada con las multitexturas creadas por Greenwood o del frenesí rock velocípedo de “Zero Sum” y “Eyes & Mouth”, siempre suenan empujados por la necesidad de seguir indagando en las múltiples opciones que les ofrece su cada vez mayor fondo de armario. Solo de esta forma pueden surgir discos tan ricos en matices como necesarios de varias escuchas para poder ser conscientes de todas las pequeñas muñecas rusas que se esconden tras cada delay, arreglo arábigo o sinte espacial con los que han puesto voz y nombre a cada una de estas diez formas de demostrar el verdadero significado de clásico = moderno. En efecto, estamos ante una nueva demostración de imaginación sin fin de unos tipos que, en cualquiera de sus diferentes formas, llevan casi una década sembrando la discoteca pop de ingenios de todos los sabores imaginables. ∎