Fue llegar y besar el santo: con
“La symphonie des éclairs” (2023),
Zaho de Sagazan (Saint-Nazaire, 1999) se convirtió, casi de la noche a la mañana, en una revelación y en uno de los valores más potentes de la escena musical francesa. Su arsenal de pop retrofoturista con enlaces a la gran tradición de la
chanson y su arrolladora personalidad –que pudimos comprobar
en el pasado Primavera Sound, sin duda uno de los momentos álgidos de la edición– la llevaron en volandas al festival de Cannes 2024 –reverenciando a Bowie (y a Greta Gerwig, presidenta del jurado) vía “Modern Love”– y a la ceremonia de clausura de los Juegos Olímpicos de ese mismo año en la capital francesa. También arrolló en los premios Victoires de la Musique, en los que se embolsó cuatro galardones.
Mientras la bola –en conciertos y venta de discos– crecía, se reeditó el disco como
“La symphonie des éclairs. Le dernier des voyages” (2024) con varias canciones añadidas, entre ellas
“Old Friend”, una colaboración con Tom Odell en la que el británico se rendía ante la gala (
“Hello there Zaho, it’s your old friend Tom / I am very proud of the person you’ve become / Where I am weak, oh, you seem strong / See into your soul when I listen to your songs”).
Y esta “sinfonía de los destellos” parece que tiene cuerda para rato. De Sagazan ha regrabado el álbum –con cambio de orden y algún inédito (recupera la colaboración con Odell)– en este
“La symphonie des éclairs (Orchestral Odyssey)”, acompañada por la Orchestre National de Lyon (dirigida por Dylan Corlay; el directo en el auditorio de la ciudad
puede verse en ARTE). Dividida en cuatro movimientos, esta “odisea orquestal”, con la voz de la protagonista como hilo conductor, insufla nueva y exuberante vida a grandes canciones como
“Mon inconnu”,
“Langage”,
“Je rêve”,
“La fontaine de sang” –que abría el disco original–,
“Tristesse” y la titular. Un verdadero
tour de force que demuestra que la compositora y cantante no se achica ante nada y que evita la grandilocuencia, a veces estéril, de este tipo de experimentos. Ya sea rodeada de cuerdas y metales (y ondas Martenot), en modo europop electrónico o exprimiendo sus dotes de
chanteuse, Zaho de Sagazan es una estrella –un estrellón– de los que no se ven todos los días. ∎