sus 76 años, Nick Lowe afirma sentirse joven. “Todavía tengo mucha energía y puedo actuar”, dice. “En los ochenta, cuando mi carrera como estrella del pop terminó, decidí reinventarme y encontré una nueva forma de componer, de grabar, de presentarme, y pude aprovechar el hacerme mayor. Cuando era joven, me gustaban los artistas mayores. Pensé que si lo hacía bien, aunque me hiciera mayor, podría gustar a los jóvenes”.
Impulsado por esa mocedad que siempre lo mueve, Lowe no deja de publicar discos ni de actuar en directo para presentarlos. Esta semana toca en Madrid (13), Valencia (14) y el festival Feroe de Barcelona (15) junto a la banda que ahora lo acompaña –Los Straitjackets, enmascarada formación de Nashville creada en 1988–, presentando el último álbum que han grabado juntos, “Indoor Safari” (Yep Rock, 2024). “No quiero tocar solo para los fans de toda la vida, pero Dios los bendiga. Quiero traer a nuevo público, y si lo consigo, mi música no será ridícula; no me sentiré estúpido tocando algo que escribí cuando tenía 20 años. Ahora escribo temas apropiados para alguien de mi edad y mola. Seré un viejo guay. Es mi objetivo. No sé nada de ser guay, pero ciertamente no me siento avergonzado cuando salgo al escenario y canto temas que escribí hace mucho tiempo. Hay canciones que escribí siendo muy joven y han envejecido bien”.
Cincuenta y cinco años de discografía contemplan a este viejoven, desde aquel “Brinsley Schwarz” (1970), debut largo y homónimo de su primera banda, del mismo nombre. En todo este tiempo, aquel hippie inglés ha mutado en elegante y simpático maduro de nívea cabellera y gafas de pasta, su trayectoria ha pasado por otros grupos y una inmensa carrera solista y su contribución a la música ha llegado abarcar parcelas como las de cantante, compositor, productor, guitarrista o bajista. “Probablemente hoy me considero más un compositor”, dice desde su casa de West London. “Pienso que la mayoría de la gente viene a verme en concierto para escuchar canciones que he escrito y que conocen”.
Músico de pura cepa, concede que su motivación para empezar a tocar no fue precisamente artística. “Quería conocer a chicas, como cualquier otro joven de 18 años”, reconoce. “Pensaba que tendría más oportunidades de echarme novia si estaba en una banda. Y durante un tiempo funcionó muy bien. Pero pronto me di cuenta de que hacíamos lo que nos decían: grabar esas canciones que no nos entusiasmaban… Éramos marionetas. Así que pensé: ‘La única forma de salir de esto es aprender a escribir canciones’. Era el modo de tener una carrera y permanecer más de dos años para no tener que volver a la fábrica o lo que fuera que hiciera por entonces. Me puse a ello, y no eran canciones buenas al principio, pero perseveré y empecé a mejorar”.
Tras Brinsley Schwarz pasó por Rockpile, y en 1979, ya por su cuenta, obtuvo el que tal vez es su único éxito comercial: el single “Cruel To Be Kind”, de título inspirado en una frase de “Hamlet”: “Debo ser cruel solo para ser amable”. El sencillo llegó al puesto duodécimo de los más vendidos en Estados Unidos, e idéntica posición alcanzó en Reino Unido. “Fue un éxito genuino”, dice. “Y tuve que encajarlo antes de que pudiera hacer otra cosa. Toco esa canción cada vez que subo a un escenario, y me encanta hacerlo. He escrito canciones mejores, pero a la gente le encanta escucharla, y como soy un ‘entertainer’, quiero que a la gente le guste lo que hago. Soy extremadamente afortunado de haber tenido una canción como esa. Hay otras canciones que la gente conoce, pero esta me llevó a un público más amplio”.
No es esa, sin embargo, la canción qué más dinero le ha dado. “Casi seguro que es ‘(What’s So Funny ‘Bout) Peace, Love And Understanding’”, registrada por primera vez por Brinsley Schwarz en 1974 y grabada para mayor gloria por Elvis Costello en 1978. “Más que nada porque se incluyó en la banda sonora de ‘El guardaespaldas’. También porque existen muchas versiones. Nunca ha sido en realidad un éxito como ‘Cruel To Be Kind’, pero parece que todo el mundo la conoce. La última vez que miré se habían grabado treinta o cuarenta versiones”.
Lowe, quien en la segunda mitad de los setenta colaboraba con el sello Stiff Records, produjo los cinco primeros álbumes de Elvis Costello. “Me di cuenta muy pronto de su talento”, dice. “Lo conocía de cuando yo estaba en Brinsley Schwarz en los setenta. Aún se hacía llamar Declan. Era un chaval muy joven que solía venir a vernos tocar, especialmente si lo hacíamos en Liverpool, Mánchester o alrededores. Nos fijábamos en él, porque siempre estaba solo y tenía ese aspecto llamativo”.
“Una noche –prosigue– estábamos tocando en The Cavern, en Liverpool, donde empezaron The Beatles; tomamos una copa en un pub que había enfrente, The Grapes, y apareció. Fue cuando lo conocí. Y no volví a cruzarme con él hasta tres o cuatro años después, cuando firmó con Stiff Records. Me convertí en su productor. Produje su primer álbum y él hizo básicamente lo que yo le pedía. Cuando me pidió que produjera el segundo, la cosa había cambiado, yo llegaba al estudio y decía ‘buenos días, Sr. Costello. ¿Qué querría que hiciera por usted hoy?’. Los roles cambiaron un poco, pero seguimos siendo muy buenos amigos. Es un artista maravilloso y me considero muy afortunado de haber trabajado con él”.
En su incansable deambular por la escena musical británica fue testigo de excepción de la transición del pub rock al punk rock. “El pub rock ha tenido en Reino Unido muy mala fama”, sostiene. “La gente lo mira un poco por encima del hombro. Sí que se convirtió en algo aburrido. Dr. Feelgood y Dire Straits fueron las dos bandas de más éxito dentro del pub rock. Dr. Feelgood eran muy buenos, tocaban música bastante sencilla y tenían un aspecto infrecuente, con pelo corto, corbatas y trajes baratos. Atrajeron muchos imitadores. Tocaban blues pero con actitud real”.
“Como todo el mundo sabe –añade–, hay pocas cosas peores que una mala banda de blues. Por desgracia, las bandas malas de blues atestaron los pubs, de ahí la mala fama del pub rock como música de rock lúgubre y pesada. Pero al principio era música muy divertida. Bandas como Brinsley Schwarz tocábamos nuestras propias canciones pero también hacíamos versiones. Como tocábamos todas las semanas en el pub, en cada actuación incluíamos versiones nuevas. Podíamos tocar cualquier cosa que estuviera en el top ten. En directo era algo muy sexi y sociable. Los Feelgood salieron de los pubs y tuvieron mucho éxito, y su aspecto y actitud dieron paso fácilmente al punk rock. El primer punk rock se tocaba en los pubs. Una cosa claramente precedió a la otra. Pienso que el punk rock lo habría tenido más difícil si el pub rock no hubiera salido antes”.
Asombra que después de tan larga trayectoria siga encontrando temas sobre los que cantar. “La inspiración es como un grifo: no puedes cerrarlo ni abrirlo”, explica. “En una ocasión hablaba con John Hiatt, buen amigo mío; vive en Nashville y me contaba que tiene una oficina en la ciudad a la que acude todos los días en su coche. Allí guarda una guitarra y un amplificador, y si no escribe una o dos canciones al día se siente frustrado. Hice lo mismo: alquilé un lugar y empecé a ir a diario, y me venía bastante bien, pero nunca escribí nada que no pareciera forzado. No era natural. Lo terminé abandonando. Dejo que la inspiración surja, a veces es cuestión de esperar mucho tiempo y otras las ideas salen solas, buenas o no. Es un proceso que sigue siendo un misterio para mí después de todos estos años”.
Tan versátil como compositor lo es como oyente. Gracias a su hijo Roy, también músico, a menudo descubre a nuevos artistas que le complacen. “Tiene 20 años y me pone mucha música nueva a la que, simplemente por mi edad, no tendría acceso. Por mediación suya escucho cosas de ahora, muchas de las cuales me gustan, como un grupo americano llamado Geese… ¡No Kiss, que también me gustan!: Geese, como los pájaros (en español, significa “ganso”). Me gustan también Viagra Boys, de Suecia. Música electrónica, no tanto. Sé que hay buenos discos de electrónica, pero no me interesa mucho, la verdad”.
En lo que llevamos de 2025, solo o con Los Straitjackets, ha tocado en Estados Unidos, Canadá, Europa… Salta a la vista que sigue sintiéndose a gusto sobre los escenarios, como tantos otros veteranos del rock. Ríe cuando se lo planteo. “Todavía disfruto tocando, y actualmente lo hago con Los Straitjackets, con los que llevo más tiempo que con cualquier otra banda. Me encanta tocar con ellos. Son grandes músicos y muy buenos tipos. Viajar… lo llevo peor. Me gusta tocar en locales pequeños; no me apetece nada tocar en grandes salas. Si puedo llegar a un público amplio, como ocurre en Estados Unidos, donde más trabajo últimamente, toco dos o tres noches en locales pequeños en lugar de una noche en uno grande. El tipo de música que me gusta suena mejor en lugares para quinientas personas. ¡Lo malo es que los camerinos son terribles! Pero cuando sales al escenario es genial. Sigo disfrutándolo”.
Su última visita a España data de 2022, cuando actuó en Madrid, Valencia, Alcúdia en Mallorca y el Festival de Blues de Cerdanyola, cerca de Barcelona. “Fue fantástico”, rememora. “El público, muy entregado. Hacemos muchos festivales en España”. Recuerda con sumo agrado el concierto que ofreció en la sala Joy Eslava de Madrid en diciembre de 2016. “Era una sala que antes había sido un teatro. Fue cuando me junté con Los Straitjackets, para un concierto de Navidad. Veníamos de Estados Unidos, y esa noche en Madrid fue la primera que pude ver un futuro con Los Straitjackets. Pensaba que sería solo un concierto de Navidad, pero la gente se volvió loca y me di cuenta de que había futuro con este grupo”. Un día antes había tocado en Barcelona. Fue en la sala Sidecar, que celebró con su actuación los 5000 conciertos programados desde su inauguración en 1982.
De cara a sus inminentes citas en nuestro país, adelanta: “Tengo muchas ganas, como siempre. Me siento un poco fraude, porque solo empecé a tocar ante público entusiasta en España con Los Straitjackets, que tienen muchos fans allí. Cuando empecé a tocar con ellos, comencé a simpatizar con su audiencia. Me gustan las audiencias que abarcan un amplio abanico de edad: personas mayores que son fans desde hace mucho tiempo y son más que bienvenidos, y gente al final de la veintena o treintañeros. Lo mismo ocurre en Estados Unidos, Escandinavia y Japón. En Reino Unido, por mi culpa, a los jóvenes no les gusta mi música. Si toco en Londres viene público de todas las edades, pero en otras ciudades solo atraigo a los viejos fans, y no siempre. Digo que es por mi culpa porque no trabajo mucho en Reino Unido y no me conocen tanto. En España siempre es genial”. ∎