En una trayectoria que alcanza el medio siglo, Amadou & Mariam supieron aunar éxito comercial y estima personal, ya que fue una pareja que se hizo querer, poniendo su arte al servicio de las causas más nobles. Y no lo tuvieron nada fácil. El periplo de Amadou Bagayoko (1954-2025) junto a Mariam Doumbia empieza en el Institut des Jeunes Aveugles de Bamako en 1975, donde tocaron en el grupo de la institución, Éclipse Orchestra, dirigido por Idrissa Soumaoro. Él tenía 21 años y ella 17; él hacía seis años que había perdido la vista a causa de una catarata congénita, y ella desde los 4, por culpa de un sarampión mal curado. La vinculación de Amadou con la música había empezado antes, con sus estudios en el Institut National des Arts, bajo la dirección de Cheick Tidiane Seck. Hizo su debut profesional a los 14 años, en 1968, militando en la Orchestre National B, muy influenciado por la música cubana que entonces hacía furor en África Occidental. Uno de sus grandes referentes fue el tresero Arsenio Rodríguez, gran innovador del son montuno, ciego como él y, si se comparan algunas fotos, con un gran parecido. Luego militó en nada menos que los Ambassadeurs, grupo residente en el mítico Motel de Bamako, dirigido por Kanté Manfila y del que formaba parte también Salif Keita. Con esta orquesta amplió repertorio: además de sonidos afrocubanos, interpretaban música mandinga, rhythm’n’blues y éxitos de la variété francesa. Fue una escuela inmejorable para abrirle el foco y poder perfeccionar su técnica a la guitarra.
Haciendo caso omiso a quienes les decían que era un gran error formar una familia y lanzarse al ruedo de la música, Amadou y Mariam deciden juntarse, sentimental y artísticamente, en 1980. Y empiezan a editar casetes para el mercado local anunciándose como “Le couple aveugle du Mali” (“La pareja ciega de Malí”). En 1986, ya con hijos, deciden emigrar a Abiyán, capital de Costa de Marfil, ya que allí la industria musical está más desarrollada. Siguen editando casetes y, lo que es más importante, hacen giras. Primero por los países de África Occidental y en 1994 consiguen llegar a París. Pero aún no sucede nada. De vuelta a África, editan su última casete, “Wasso” (Mali K7 SA, 1996), aún completamente imbuidos de la música folk autóctona.
El punto de inflexión en su carrera llega con la edición de su primer álbum,“Sou ni tilé” (1998), publicado por EmArcy, un sello entonces de Polygram y ahora adscrito al conglomerado de Universal. Un disco con arreglos de cuerda y viento y teclados. Contiene su primer éxito, “Je pense à toi”, gracias a que la canción fue escogida para un anuncio publicitario. Tuvimos ocasión de verlos en el festival Les Trans de Rennes de aquel año y, pese a actuar sin banda, por el magnetismo que desprendían era evidente que la pareja estaba destinada a hacer historia. Algo que ayudó a cimentar su siguiente álbum, “Tje ni mousso” (Polydor, 1999), en el que colaboran Wasis Diop, Mamani Keïta e incluso el guitarrista Manuel Soto. Con este trabajo llegan a girar por primera vez por Estados Unidos.
Su fusión se hace más exuberante en “Wati” (Universal, 2002), en el que colaboran, entre otros, Mathieu Chedid, Ibrahim Maalouf, Jean-Philippe Rykiel, Sergent García o Cheick Tidiane Seck. Pero la gran campanada no llegaría hasta “Dimanche à Bamako” (Because, 2004), disco en el que los acogió bajo sus alas Manu Chao, insuflando a su música la frescura mestiza y radiante del sonido clandestino. Las consecuencias fueron 300.000 copias vendidas y una lluvia de premios, entre ellos el prestigioso galardón Victoire de la Musique. A partir de ahí las cosas ya fueron en modo turbo, y más cuando se apuntó al carro Damon Albarn, que los invitó a participar en su troupe de Africa Express, con la que actuaron en Glastonbury, y se involucró en el álbum “Welcome To Mali” (Because, 2008), produciendo el single “Sabali”, que se convirtió en otro de sus grandes éxitos.
En loor de multitudes tocaron en la apertura del mundial de fútbol en Alemania en 2006 y luego repitieron en Sudáfrica en 2010. Actuaron ante Barack Obama en la entrega del premio Nobel de la Paz e hicieron de teloneros para Blur, Coldplay y U2. Y pudieron tocar junto a su ídolo David Gilmour en el concierto benéfico Crisis que se celebró en Londres en 2009. Amadou era un gran fan del rock y, según manifestó, entre sus héroes de la guitarra figuraban Paul Kossoff de Free y Alvin Lee de Ten Years After. Era alguien muy abierto de mente al que no le importó dejar que otros músicos retocaran sus canciones, como prueba el álbum “Remixes” (Because, 2010), ni tampoco prestarse a las colaboraciones: Santigold, Keziah Jones, M, TV On The Radio, Amp Fiddler, K’NAAN, Scissor Sisters, Bertrand Cantat o The Blind Boys Of Alabama, junto a los que los vimos en el festival Blues & Ritmes de Badalona de 2022. En la ceremonia de clausura de los juegos paralímpicos del año pasado en París, cantaron el “Je me suis venu te dire que je m’en vais” de Serge Gainsbourg. Parafraseando el título de su gran éxito, se puede afirmar que los domingos en Bamako ya no serán lo mismo sin Amadou Bagayoko. ∎

Con este magnífico álbum, cuyo título en bambara significa “Noche y día”, se inicia la trayectoria oficial del dúo. En él colaboran músicos de muy diversa procedencia, pero el sentimiento es totalmente africano. Así, la inicial “Je pense à toi”, aunque esté dominada por el sonido de tabla india y violín, es una muy sentida canción de amor rubricada por un solo de su guitarra que recuerda al blues del Sahel. Otro momento destacado es “Pauvre type”, en el que a la manera de llamada y respuesta y en un tono instrumental muy exuberante, con arreglos de viento salseros, se narra la historia de un pobre tipo sin un chavo que intenta divertirse un sábado por la noche, pidiendo ropa prestada y comprando a crédito cigarrillos y té, antes de encontrarse con sus amigos. Alternando tristeza y alegría, haciendo justicia a la herencia de la música griot y también a la tradición de los grandes guitarristas malienses, sin renunciar a los arreglos atrevidos que en “Dogons” le permiten acercarse al trance tradicional y a la vez adentrarse en territorios salseros. Por no hablar de “A radio mogo”, con la cadencia del reggae y la fuerza femenina de la música wassoulou. O del intenso “Mon amour, ma chèrie”, en el que Amadou está excelente a la voz y en un riff de guitarra que conecta con el rock tuareg. Otro gran logro es “Baara”, enlazando la pureza africana con teclados Rhodes y Hammond que insuflan groove acid-jazz.

En esta joya de la música africana y del mestizaje tiene un papel fundamental Manu Chao, que produce, graba y colabora en un disco impregnado de su filosofía –la del recorta y pega en clave relajada que lo convirtió en icono de la world music con los álbumes “Clandestino” (1998) y “Próxima estación… Esperanza” (2000)–, dejando al mismo tiempo espacio para que la pareja mantenga intacta su personalidad. Así se combinan temas como “Coulibaly”, dominado por la fiebre blues-afro-rock, con collages como “La réalité”, que alternan ambas personalidades, con efectos de sonido y recitados y la indispensable e incisiva guitarra de Amadou. Y por descontado hits arrolladores del calibre de “Senegal Fast Food”, imbuido por completo por la filosofía de Manu Chao. Por no hablar de “Beaux dimanches”, cuyo estribillo se pega como la cola. Y para comprobar que una misma melodía puede ser representada desde diversos puntos de vista, ahí está la inicial “M’bife”, cantada primero como una caricia por Mariam, sobrevolando unos coros que la llevan en volandas. Luego la transforman en “M’bife balafon”, un instrumental para que brille este xilófono de madera, tan determinante del sonido tradicional del occidente africano. Y al final una tercera versión, “M’bife blues”, llena de melancolía, que suena como una nana de Pascal Comelade en manos de Manu Chao. Pero no hace falta destacar temas porque es un disco sereno, que funciona en su integridad como la banda sonora de un momento feliz, único e irrepetible.

Perfectamente integrada en su papel de superestrellas, la pareja tenía el reto de mantener su estatus. Rodearse de colaboradores era un buen recurso y más si uno de ellos es Damon Albarn, que se involucró al máximo en la grabación del single “Sabali”; lo coescribe, produce, toca teclados y bajo y el resultado no puede ser mejor, introduciendo un tono sintético e incluso una pizca de Auto-Tune a una canción que es bailable y melancólica a la vez. Tras esta excelente carta de presentación, se pueden permitir volver a sus orígenes con “Ce n’est pas bon”, aunque con una producción adecuada a los tiempos en la que Albarn se ocupa de los teclados. La huella del británico se extiende a “Magossa”, con un preciso arreglo de clarinete y un excelente afrobeat llevando el ritmo junto con instrumentos tradicionales y la voz de Mariam como protagonista absoluta. Entre los colaboradores destaca su amigo M (Matthieu Chedid) poniendo una pizca de french touch excéntrico a la blues-rockera “Masiteladi”. Por su parte, el rapero somalí K’NAAN escancia unas rimas en la algo caótica e inconexa “Africa”, y el inefable Keziah Jones impone fraternidad en un “Unissons nous” lleno de wah-wah y funk. El maestro de la kora Toumani Diabaté dialoga en “Djuru” con una guitarra que también brilla en el extenso y suculento solo de la incandescente “Sebeke”. ∎