“Una vez me fui”, confiesa Jaume Pla. ¿A dónde? ¿Por qué? Se fugó a los Pirineos. Acabó en Lourdes. Estaba pasando por un momento de crisis. Tenía miedo. Había dejado la música porque no podía ganarse la vida con Holland Park, su primera banda. Se propuso volver a estudiar, pero no llegó a matricularse en nada. Tenía un primer disco en catalán medio grabado –aunque con Holland Park aún en activo ya había publicado su primera referencia en inglés como Mazoni: “7 Songs For A Sleepless Night” (2003)–, pero lo abandonó porque no se sentía seguro. “Cogí el coche y me fui a dar una vuelta”. La vuelta duró semanas. “Me fui a ver si me inspiraba. A mi pareja de entonces le dije: ‘Voy a intentarlo’. Era la primera vez que lo hacía. Después lo he hecho más veces. Pensé que salir de casa, cambiar de aires y desconectar un poco del mundo me iría bien”. Lo pasó fatal durante los dos primeros días de su particular road trip. Paraba en cualquier cuneta que le resultara mínimamente evocadora y pillaba la guitarra. No le salía nada. “Me preguntaba constantemente qué estaba haciendo”.
Todo cambió la noche en la que, repasando la ruta que seguiría al día siguiente, descubrió que no estaba demasiado lejos del Tourmalet y las cuestas de Hautacam, allí donde, como cantaban Manel en su “Boomerang”, Miguel Induráin perdió más de dos minutos respecto a su principal rival, Bjarne Riis, que no solo ganó aquella etapa, sino que se acabó adjudicando aquel Tour de Francia, el de 1996. Fue el final del lustro de dictadura amarilla del navarro. Enfermo del ciclismo, Pla lo tuvo claro: subiría al más mítico de los puertos de montaña. “Después de ver el Tourmalet, descubrí que Lourdes estaba cerca. ¿Por qué no?”. Dice que flipó con el percal que se encontró. “Es como un parque temático, grandioso y lleno de gente creyente ultrafervorosa llegada de todo el mundo”. Ya que estaba allí, Mazoni se acercó a la gruta de Massabielle, donde la Virgen se le apareció hasta 18 veces a Bernadette Soubirous. Eso decía la pastora y siguen afirmándolo los que quieren creérselo. “Como no tenía nada que perder, probé el agua de la gruta”, confiesa. “Hice la cola y bebí un poco. La noche siguiente estaba durmiendo en el coche y me desperté. Cogí la guitarra y, en menos de cinco minutos, escribí la canción ‘Virgínia i el pantà’”. La trayectoria de Mazoni es un milagro. Él ríe y asiente. “Tras componer esta canción todo cambió. Antes de acabar el viaje escribí dos o tres temas más. Y cuando llegué a casa terminé el que sería mi primer disco en catalán –“Esgarrapada” (2006)–. El agua de Lourdes fue un momento de inflexión en mi carrera”.
Tras haber transitado por terrenos más definidamente pop y rock en sus inicios, para posteriormente flirtear con los sonidos sintetizados y hasta adentrarse en el legado de Ludwig Van Beethoven, su nuevo disco ofrece una cohesión estilística que aglutina sus mejores herramientas. En sus once cortes, se percibe una deliberada vuelta al corazón del pop-rock melódico, el del devorador compulsivo de los elepés de The Beatles y The Beach Boys, de Pink Floyd y Neil Young, de Teenage Fanclub y Oasis. Canciones como “Set de nou” y “Un petit racó de pau per cadascú”, “Fe dins la tristesa” (puro Beatles era “Sgt. Pepper’s”) o “Ja no em lliguen cadenes” (hermana catalana del “Roll With It” de Oasis) se articulan con una sencillez aparente que esconde un dominio notable de la estructura pop. La instrumentación, siempre al servicio de la canción, contribuye a un sonido orgánico y nítido.